"El sentimiento religioso es una dimensión esencial de la experiencia
humana. Su contenido emocional ha sobrevivido a las manipulaciones y
horrores cometidos en su nombre.
Porque nuestra vida está marcada por
sufrimiento y decepción y necesita de consuelo y refugio que vayan más
allá de la familia porque esta no siempre funciona. Y más allá de la
vida para superar la angustia de nuestra única certeza: tenemos fecha de
caducidad. Es en esa necesidad de consolarnos en esta vida y
proyectarnos en otra más justa donde anidan las creencias religiosas, en
la diversidad en que Dios se manifiesta.
Por eso. contrastando con una
percepción sesgada por el laicismo europeo, la proporción de personas
religiosas aumentó del 83% de la población del planeta en 1980 al 89% en
el 2010.
Sin embargo, no todas las religiones participan por
igual de esa creciente espiritualidad. Hay una excepción: la Iglesia
católica. El porcentaje de católicos sobre religiosos descendió del 22%
en 1980 al 17% en el 2010 y su porcentaje en la población mundial del
19% al 15%.
La religión con más fieles es la musulmana, y también la que
más crece, aumentando en un 4% entre 1980 y el 2010, mientras que los
católicos descendían en 2,1%. También aumentan el hinduismo, en un 2,5%,
y “otros cristianos”, sobre todo pentecostalistas, en un 1,1%, al
tiempo que budistas y judíos se mantienen estables. Es significativo que
la categoría que más desciende es la de los no religiosos, que cae en
un 4,2% en tres décadas.
Ese descenso de los no creyentes es
particularmente marcado en Europa, con lo cual la creencia eurocéntrica
en el laicismo es un dato obsoleto extrapolado por los intelectuales
aspirantes a constituirse en sacerdotes racionalistas de las masas
supersticiosas.
Pero hay un fenómeno inverso en Norteamérica, único
lugar en donde los “otros cristianos” (protestantes) disminuyen en 10%,
el mismo porcentaje en que aumentan los no religiosos. Norteamérica
experimenta un avance del laicismo cuando empieza a decaer en Europa.
Pero también retroceden los católicos en Estados Unidos. De la misma
manera, hay un incremento de no religiosos del 5% en América Latina.
El
descenso del catolicismo no se debe a la demografía, porque América
Latina, principal región católica, mantiene crecimiento demográfico,
pero registra una caída del 15% de los católicos, al tiempo que los
“otros cristianos” se incrementan en un 14%.
El desplazamiento de
católicos por evangélicos es particularmente fuerte en Brasil, el mayor
país católico, mientras que en Chile, Argentina, México el laicismo es
otro factor de declive de la influencia católica, entre jóvenes
especialmente.
En España no hay descenso significativo de la
afiliación católica porque apenas hay competencia para la Iglesia
Católica, pero aquí la crisis se manifiesta mediante un descenso
significativo de la práctica religiosa: un 15%, el mayor del mundo,
superior también a Brasil en donde la práctica religiosa (distinta de la
afiliación) ha caído en un 10%.
La única región del mundo en que la
Iglesia incrementa su influencia, aunque en tan sólo un 3%, es África.
Tal vez por la pervivencia de un espíritu misionero y distante de las
instituciones en un contexto generalmente hostil.
¿A qué se debe
el declive del catolicismo, en particular en América Latina, reserva
histórica de la Iglesia? Los estudios realizados apuntan a varios
factores concurrentes. (...)
Pero el factor más perjudicial para la Iglesia ha sido su
identificación en América Latina, pero también en España e Italia, con
las élites económicas y políticas.
Su imbricación profunda con las
instituciones del poder la ha alejado de los problemas cotidianos de los
sectores pobres, mayoría en América Latina, que perciben a la Iglesia
como la Iglesia de los ricos y poderosos a pesar de los numerosos
ejemplos de heroísmo individual de curas, monjas y seglares en las
barriadas y entre los marginados, como ejemplifica la Comunidad de San
Egidio.
Ese vacío del catolicismo entre los pobres ha sido colmado en
parte por cultos evangélicos a pesar de que muchos de ellos explotan
frecuentemente a sus feligreses, esquilmándoles lo poco que tienen a
cambio de una salvación garantizada por contrato.
Las
tribulaciones de la Iglesia católica no deberían dejar indiferentes a
quienes no se sienten parte de la misma. Porque en una situación de
crisis y desprotección hacen falta redes de solidaridad y esperanza que
mantengan la fe en la vida y en los demás. Y en nuestra cultura la
crisis de confianza en la Iglesia es factor de desamparo agravante de la
crisis. De ahí la importancia del esfuerzo evangelizador del papa
Francisco emplazando a los obispos a estar con la gente, dando ejemplo
de modestia y tolerancia en su vida, limpiando las finanzas vaticanas de
conexiones mafiosas, denunciando los abusos sexuales y pidiendo perdón.
Si su apostolado fracasa perderemos, tras haber perdido la confianza en
las instituciones políticas, otro elemento esencial de convivencia
humana. Aunque siempre nos quedará Dios, que no depende de burocracias." (Dios sube, la Iglesia baja, de Manuel Castells en La Vanguardia, en Caffe Reggio, 12/06/2014)
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