"Mandar es un trabajo de equipo. Cualquier régimen de dominación se basa
en un conjunto más o menos organizado de individuos cuya posición social
les otorga una capacidad determinante para conseguir que los demás
hagan cosas. (...)
Sin embargo, para entender por qué domina cada grupo hay que tener en
cuenta los intereses y principios de legitimidad que ostentan unos y
otros, y eso nos lleva a una de las aventuras sociológicas más
ambiciosas de los últimos años: Las fuentes del poder social,
obra magna de Michael Mann cuyo cuarto y último volumen apareció en
2013.
Una historia de la dominación que define cuatro “fuentes de poder”
enfrentadas entre sí —ideológica, económica, militar y política— y
sigue sus diferentes configuraciones por los caminos del tiempo.
Desde estas dos perspectivas podemos cartografiar la estructura del establishment
actual en cuatro reinos de precario equilibrio: poderes económicos
(industria y finanzas), cuyo interés es potenciar el desarrollo del
capitalismo; poderes militares (ejércitos y policías), orientados
básicamente a la conservación del monopolio de la violencia legítima;
poderes ideológicos (iglesias y medios de comunicación), interesados en
mantener la capacidad de definir la realidad legítima; y poderes
políticos (partidos y burocracia estatal), cuya voluntad primera es
conservar el control del Estado.
En la actual coyuntura histórica, el poder económico (y dentro de él,
las finanzas) ocupa el núcleo del campo de poder de modo que su interés
particular —la acumulación del capital— se ha convertido en el marco
invisible dentro del cuál se pueden defender el resto de ideas y
programas.
Los nuevos intelectuales orgánicos conquistaron las
universidades prestigiosas, los militares un rol primordial en el
equilibrio económico nacional y los políticos, según iban perdiendo
capacidad real de gobierno, el papel decisivo de especialistas en
relaciones públicas entre elites. Queda articulado así el régimen de
dominación que impera en el mundo democrático.
Yo soy lo real: he aquí la esencia del poder en su
destilación más pura y, a mi juicio, lo primero que cualquier proyecto
serio de reforma política debe cuestionar. Si la elite económica ha
conquistado el campo de poder, eso significa que por ahora ninguna otra
puede poner en duda la acumulación del capital sin ser tachada de
radical, ignorante o antisistema.
En los últimos treinta años, el
régimen neoliberal ha triunfado porque los campeones de la banca y la
gran industria lograron acomodar al resto de elites en un orden
beneficioso para todas ellas.
Esta pax neoliberal ha encontrado
en la presente crisis económica su primer gran obstáculo histórico,
abriendo espacio para nuevas configuraciones. El eslabón débil de la
cadena es, sin duda, una elite política cada vez más cuestionada por la
población, que la apremia a tomar un papel más protagonista en el
equilibrio de poder o amenaza con sustituirla.
Nuevas elites políticas entran en los parlamentos, forjan alianzas
con las anteriores y producen ciertas innovaciones. Sin embargo, en una
situación hegemónica como la que en este momento disfruta la casta del
capital cualquier pequeña concesión —una quita de deuda o un banco
público, por ejemplos— puede ser entendida como muestra de debilidad, y
más en medio de una crisis que para esta elite no tiene otra solución
que plusvalía y desposesión: intensificar la explotación del trabajo y
extraer directamente riqueza de la población.
Empezaremos a atisbar una
verdadera solución a esta crisis cuando la casta económica comprenda que
no tiene más remedio que hacer concesiones. Y conseguir que lo entienda
es la misión histórica de las elites del saber, de la fuerza y del
Estado, sean nuevas o viejas.
Al final de Matrix, Neo se inmola ante
el Arquitecto para conseguir un sistema operativo mínimamente menos
injusto. En el último canto de la Ilíada, Príamo se arrodilla ante Aquiles para lograr once días de tregua y enterrar a los muertos. Lo demás es la guerra." (
Luis García Tojar
, El País, 20 JUL 2015)
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