"(...) ¿Cuáles serían las similitudes y las diferencias respecto a formas pasadas de autoritarismo y totalitarismo?
Hay ecos del fascismo clásico de los años veinte y treinta en gran
parte de lo que Trump dice y hace. Elementos fascistas resuenan cuando
Trump utiliza un mar de ira mal dirigida, se presenta como un líder
fuerte que puede salvar a una nación en declive y repite el guión
fascista del nacionalismo blanco en sus ataques contra inmigrantes y
musulmanes.
También coquetea con el fascismo en su llamada a un
renacimiento del ultranacionalismo, su discurso del odio racista, su
chivo expiatorio del otro, y sus rabietas juveniles y ataques en Twitter
a cualquier persona que esté en desacuerdo con él.
Lo mismo sucede con
su uso del espectáculo para crear una cultura de autopromoción, su
mezcla de política y teatro mediada por una brutalidad emocional y la
voluntad de elevar la emoción sobre la razón, la guerra sobre la paz, la
violencia sobre la crítica y el militarismo sobre la democracia.
La
adicción al autoenriquecimiento masivo y la moralidad de gánster
amenazan con normalizar un nuevo nivel de corrupción política. Además,
usa el miedo y el terror para demonizar a otros y para rendir homenaje a
un militarismo desenfrenado. Se ha rodeado de un círculo íntimo de la
derecha para ayudarlo a poner en práctica sus peligrosas políticas en
materia de salud, medio ambiente, economía, política exterior,
inmigración y libertades civiles.
Trump también ha ampliado la noción de propaganda a algo más
peligroso para la democracia. Como mentiroso habitual, ha intentado
borrar la distinción entre los hechos y la ficción, los argumentos
basados en la evidencia y la mentira. No sólo ha reforzado la
legitimidad de lo que llamo la máquina de desimaginación, sino que
también ha creado entre grandes segmentos del público una desconfianza
hacia la verdad y las instituciones que promueven el pensamiento
crítico.
En consecuencia, ha conseguido organizar a millones de personas
que creen que la lealtad es más importante que la libertad cívica y la
responsabilidad. Al hacerlo, ha vaciado el lenguaje de la política y el
horizonte de la política de cualquier significado sustantivo,
contribuyendo a una cultura autoritaria y despolitizada del
sensacionalismo, la inmediatez, el miedo y la ansiedad.
Trump ha galvanizado y envalentonado a todas las fuerzas
antidemocráticas que han estado moldeando el capitalismo neoliberal en
todo el mundo durante los últimos 40 años. A diferencia de los
dictadores de los años treinta, no ha creado una policía secreta ni
campos de concentración, no ha tomado el control total del Estado, ni
arrestado a disidentes o desarrollado un sistema de partido único.
Sin
embargo, aunque los Estados Unidos de Trump no son una réplica de la
Alemania nazi, expresan elementos del totalitarismo en formas claramente
americanas. Se trata de la advertencia de Hannah Arendt de que, en
lugar de ser algo del pasado, elementos del totalitarismo se
cristalizarían, probablemente a mediados de siglo, en nuevas formas.
Seguramente, como señala Bill Dixon, “los orígenes demasiado proteicos
del totalitarismo siguen estando con nosotros: la soledad como registro
normal de la vida social, la frenética legalidad de la certidumbre
ideológica, la pobreza y la falta masiva de vivienda, la rutina de
utilizar el terror como instrumento político y las velocidades y escalas
cada vez mayores de los medios de comunicación, la economía y la
guerra”.
Las condiciones que produce la aterradora maldición del totalitarismo
parecen estar sobre nosotros y pueden observarse en la negación de
Trump de las libertades civiles, en el temor entre la población en
general, en la hostilidad al Estado de Derecho y a una prensa libre y
crítica, un desprecio por la verdad y este intento de crear una nueva
formación política a través de la alineación de fundamentalistas
religiosos, racistas, xenófobos, islamófobos, ultrarricos y militaristas
desquiciados.
¿Cuáles son las conexiones entre el neoliberalismo y el surgimiento del neoautoritarismo?
El neoliberalismo ha actuado agresivamente como un proyecto
económico, político y social destinado a consolidar la riqueza y el
poder en manos del 1% superior. Funciona a través de múltiples
registros, como una ideología, un modo de gobierno, una máquina de hacer
política y una forma venenosa de pedagogía pública.
Como ideología,
considera el mercado como el principal principio organizador de la
sociedad, al mismo tiempo que adopta la privatización, la desregulación y
la mercantilización como elementos fundamentales para la organización
de la vida política y cotidiana.
Como modo de gobernar, produce sujetos
con un egoísmo desenfrenado y un individualismo desenfrenado mientras
normaliza la competencia entre tiburones, la visión de que la
desigualdad es evidentemente parte del orden natural y que el consumo es
la única obligación válida de la ciudadanía.
Como máquina de políticas,
permite que el dinero conduzca la política, venda las funciones del
Estado, debilite a los sindicatos, sustituya al Estado de Bienestar por
el Estado de Guerra y busque eliminar las provisiones sociales, al mismo
tiempo que amplía el alcance del Estado Policial a través de la
criminalización de los problemas sociales.
Como forma de pedagogía
pública, se enfrenta a los valores públicos, al pensamiento crítico y a
todas las formas de solidaridad que abarcan nociones de colaboración,
responsabilidad social y el bien común.
El neoliberalismo ha creado el paisaje político, social y pedagógico
que ha permitido acelerar las tendencias antidemocráticas que generan
las condiciones para un nuevo autoritarismo en los Estados Unidos.
Ha
creado una sociedad gobernada por el miedo, ha impuesto grandes
dificultades y desigualdades que benefician a los ricos a través de
políticas de austeridad, ha erosionado la cultura cívica y formativa
necesaria para producir ciudadanos críticamente informados y ha
destruido cualquier sentido de ciudadanía compartida.
Al mismo tiempo,
el neoliberalismo ha acelerado una cultura de consumo, sensacionalismo,
choque y violencia espectacular que produce no sólo un amplio panorama
de competencia, mercantilización y vulgaridad desenfrenadas, sino
también una sociedad en la que la agencia es militarizada, infantilizada
y despolitizada.
Las nuevas tecnologías, que podrían ayudar a los movimientos
sociales, han sido ampliamente utilizadas, por ejemplo, por Black Lives
Matter. Junto con el desarrollo de medios críticos en internet para
educar y promover en una agenda radicalmente democrática,.
Al mismo
tiempo, el paisaje de las nuevas tecnologías y las principales redes
sociales operan dentro de un poderoso ecosistema neoliberal que ejerce
una influencia desmedida en el aumento del narcisismo, el aislamiento,
la ansiedad y la soledad.
Al individualizar todos los problemas
sociales, priorizar e idealizar la responsabilidad individual, el
neoliberalismo ha desmantelado los puentes entre la vida privada y la
pública, haciendo casi imposible traducir las cuestiones privadas en
consideraciones sistémicas más amplias.
El neoliberalismo creó las
condiciones para la transformación de una democracia liberal en un
Estado fascista, creando las bases para el control no sólo de las
instituciones dominantes por una élite financiera, sino también
eliminando las protecciones civiles, personales y políticas ofrecidas a
los individuos en una sociedad libre.
Si el autoritarismo en sus diversas formas apunta a la destrucción
del orden democrático liberal, el neoliberalismo proporciona las
condiciones para que esa devastadora transformación ocurra al crear una
sociedad a la deriva en una situación de extrema violencia, desigualdad,
crueldad y desdén por la democracia.
La elección de Trump sólo confirma
que las posibilidades de autoritarismo están al acecho y han dado paso a
una forma más extrema y totalitaria del capitalismo tardío. (...)"
(Entrevista a Henry A. Giroux / Autor de ‘America at War with Itself, Juan Pedro-Carañana, CTXT, 21/06/17. Traducción del autor del texto publicado en Truthout.)
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