"(...) Paul Krugman ha vuelto al tema de la caída de la participación del trabajo en una reciente nota en su blog,
en la que argumenta que es el poder de monopolio de empresas de capital
intensivo como Google, Microsoft, etc., y las compañías de energía las
que están detrás de la subida de los beneficios en la economía global.
Es un viejo argumento en su caso. Como ya dijo en 2012: “¿Estamos
volviendo a hablar de verdad del conflicto capital/ trabajo?¿No es una
discusión vieja, casi marxista, obsoleta en nuestra moderna economía de
la información?”
Krugman reconoce que las desigualdades de ingresos y riqueza en la
sociedad estadounidense y la participación cada vez menor de los
ingresos que perciben los trabajadores del sector capitalista no se
deben al nivel de educación y cualificación de la fuerza de trabajo de
Estados Unidos, sino a factores más profundos. En 2012, citó dos
explicaciones posibles:
“Una es que la tecnología ha dado un giro
que coloca a la mano de obra en desventaja; la otra es que estamos ante
los efectos de un fuerte aumento del poder de monopolio. Piense en estas
dos historias haciendo hincapié en los robots, por un lado, y los ‘barones ladrones‘ (robber barons), por el otro”.
El primer argumento es que la tecnología moderna está ‘sesgada a
favor del capital’, es decir, que tiene como objetivo reemplazar mano de
obra por máquinas progresivamente. Krugman lo expresó así: “El
efecto de los avances tecnológicos en los salarios depende del sesgo del
progreso; si está sesgado a favor del capital, los trabajadores no
compartirán plenamente los aumentos de la productividad, y si está lo
suficientemente sesgado a favor del capital, su situación puede incluso
empeorar”.
Esto no es nuevo en la teoría económica marxista. Marx lo explicó de
manera diferente a la teoría económica de su tiempo. La inversión en el
capitalismo se lleva a cabo con fines de lucro, no para aumentar la
producción o la productividad como tal.
Si no se puede aumentar el
beneficio lo suficientemente mediante más horas de trabajo (es decir,
más trabajadores y más horas) o intensificando los esfuerzos (velocidad y
eficacia – tiempo y movimiento), la productividad del trabajo sólo
puede aumentarse entonces con mejor tecnología.
Por lo tanto, en
términos marxistas, la composición orgánica del capital (la cantidad de
maquinaria e instalaciones en relación con el número de trabajadores) se
elevará secularmente. Los trabajadores pueden luchar para mantener la
mayor cantidad del nuevo valor que han creado como parte de su
‘compensación’, pero el capitalismo sólo invertirá para crecer si esa
participación no se eleva tanto que hace que la rentabilidad del capital
caiga.
Por lo tanto, la acumulación capitalista implica una caída
tendencial de la participación del trabajo, o lo que Marx llamaría una
tasa creciente de explotación (o plusvalía).
Y sí, todo dependerá de la lucha de clases entre el capital y el
trabajo por la apropiación del valor creado por la productividad del
trabajo. Y está claro que el trabajo ha ido perdiendo la batalla, sobre
todo en las últimas décadas, bajo la presión de las leyes
anti-sindicales, el fin de la protección del empleo y la contratación
fija, la reducción de beneficios sociales, un creciente ejército de
reserva de desempleados y sub-empleados gracias a la globalización de la
fabricación industrial.
Aparte de la tecnología sesgada a favor del capital, Krugman
considera que la caída de la participación del trabajo en la renta puede
ser causada por el ‘poder de los monopolios’, o la dominación de
‘barones ladrones’.
Krugman lo pone de esta manera. Tal vez la parte del
trabajo en la renta está cayendo porque: “en realidad no tenemos una competencia perfecta” bajo el capitalismo; “el
aumento de la concentración de las empresas podría ser un factor
importante en el estancamiento de la demanda de mano de obra, ya que las
empresas utilizan su creciente poder de monopolio para subir los
precios sin pasar las ganancias a sus empleados”.
Lo que Krugman parece sugerir es que es un defecto en la economía de
mercado lo que crea esta desigualdad y que si erradicamos esa
imperfección (los monopolios) todo se corregirá. De esta manera, Krugman
plantea el tema en los términos de la economía neoclásica.
Pero no se trata de la dominación de los monopolios como tal, sino
del dominio del capital. Si, el capital se acumula a través de una mayor
centralización y concentración de los medios de producción en manos de
unos pocos. Esto asegura que el valor creado por el trabajo sea
apropiado por el capital y que la proporción destinada al 99% se reduzca
al mínimo.
Pero no se trata de que los monopolios sean una imperfección
de la competencia perfecta, como quiere Krugman: es el monopolio de la
propiedad de los medios de producción por unos pocos. Ese es el
funcionamiento real del capitalismo, con todos sus defectos.
La caída de la parte de la renta nacional que va al trabajo comenzó
justo en el momento en que la rentabilidad empresarial de Estados Unidos
estaba en su punto más bajo en la profunda recesión de la década de
1980. El capitalismo tuvo que restaurar la rentabilidad. Lo hizo en
parte aumentando la tasa de plusvalía despidiendo trabajadores,
congelando los aumentos salariales y recortando paulatinamente
prestaciones sociales y pensiones.
De hecho, es significativo que el
colapso de la participación del trabajo se intensificó después de 1997,
cuando la rentabilidad en Estados Unidos se recuperó y comenzó a
reducirse de nuevo. El gráfico del FMI anterior muestra que se aplica a
la mayoría de economías.
La participación del trabajo en el sector capitalista en los EE.UU. y
otras economías capitalistas se ha reducido debido a la mayor
tecnología y su ‘sesgo pro-capital’, la globalización y la mano de obra
barata en el extranjero; la destrucción de los sindicatos; la creación
de un ejército de reserva de mano de obra mayor (desempleados y
sub-empleados); y el recorte de las prestaciones sociales y la reducción
de los contratos fijos, etc.
De hecho, esta parece ser la conclusión
del FMI en su último informe en el capítulo 3 de la edición de abril de 2017 de Perspectivas Económicas, que cree que esta tendencia está impulsada por un rápido progreso en la tecnología y la integración global.
“La integración global -como se refleja en las tendencias del
comercio final de bienes, la participación en las cadenas globales de
valor, y la inversión extranjera directa-, también desempeñó un papel.
Su contribución se estima en más o menos la mitad que la de la tecnología.
Dado que la participación en las cadenas de valor globales normalmente
implica la deslocalización de las tareas intensivas en mano de obra, el
efecto de la integración es reducir la participación del trabajo en los
sectores comerciables. hay que admitir que es difícil separar claramente
el impacto de la tecnología del de la integración global, o de las
políticas y reformas. Sin embargo, los resultados para las economías
avanzadas son convincentes. En su conjunto, la tecnología y la
integración global explican cerca del 75 por ciento de la disminución de
la participación del trabajo en Alemania e Italia, y cerca de 50 por
ciento en Estados Unidos”.
Tal vez el ‘sesgo pro-capital’ y la ‘globalización’ tengan menos
efecto sobre la participación del trabajo en los EE.UU. debido al mayor
crecimiento de los beneficios financieros y las rentas que en el resto
de las economías avanzadas.
De hecho, como Noah Smith dice: “el poder de los monopolios, los
robots y la globalización podrían ser parte de un mismo fenómeno
unificado: nuevas tecnologías que de forma desproporcionada ayudan a las
grandes compañías multinacionales de capital intensivo”.
Yo le llamo “capital moderno”, que, citando a Smith de nuevo, “proporciona una posible forma de unificar al menos algunas de las diversas explicaciones de esta preocupante tendencia económica”. (Michael Roberts , El Viejo Topo, 09/06/17)
No hay comentarios:
Publicar un comentario