"Trabajamos para vivir, no vivimos para trabajar, lo cual sería una
enajenación de nuestros fines. El trabajo requerido debería ser aquel
que permita que todos tengamos las necesidades básicas cubiertas y,
además, nos permita desarrollar nuestras potencialidades y buscar
nuestra felicidad.
El sistema capitalista no parece, sin embargo, dar
las mismas oportunidades a todas las personas y en su versión neoliberal
hace que la desigualdad aumente imparablemente, así unos tienen una
vida regalada (por el mercado y no por el Estado) y otros luchan por
sobrevivir. La Teoría Monetaria Moderna y algunas de las medidas que se
vienen reclamando desde los sectores sociales, vienen a significar en
este contexto instrumentos de liberación.
En los momentos actuales el problema no es el fin del trabajo
a pesar de una mejor tecnología y la repetida escasez de empleo, el
problema es que las medidas políticas que se toman y el capitalismo
neoliberal atentan contra la mano de obra y por tanto contra el trabajo
remunerado, es decir el empleo.
Las sociedades están centradas en el
trabajo, aunque sólo viven (y no todos) aquellos que consiguen un
trabajo retribuido, olvidando la tarea esencial que se desempeña en el
trabajo de cuidados y de reproducción.
Los datos de la última Encuesta
de Población Activa (EPA), del 4º trimestre del 2016, nos informan de
que los activos (quienes están disponibles para trabajar, ocupados o
desempleados) se han visto reducidos en 694.400 personas desde el cuarto
trimestre de 2012, un 5,2%.
¡Qué derroche de recursos! ¡Qué montón de
posibilidades perdidas en aras a una mejora de nuestra sociedad y evitar
las necesidades extremas de nuestra ciudadanía! Y para los economistas
que adoran el PIB ¡que derroche de PIB!
La distribución de la renta proporciona a los políticos un medio para
mejorar el bienestar de los ciudadanos y el empleo es de momento el
sistema que facilita esa igualdad necesaria y los recursos básicos para
el cumplimiento del artículo 40.1 de nuestra Constitución.
Un ejemplo
de esta necesidad nos lo muestra el trabajo realizado por los
economistas Richard Wilkinson y Kate Pickett, trabajo que se publicó en
el año 2009, en él se concluía que los niveles de renta no influyen (al
menos en los países desarrollados, relativamente ricos), y el gasto en
asistencia sanitaria de alta tecnología tampoco hace una gran
diferencia.
¿Cuál es el factor determinante? No podemos afirmarlo con
certeza, pero parece que la desigualdad es el factor clave. Decían que
lo más fascinante de su estudio es que demuestra que reduciendo la
desigualdad se aumentaría el bienestar y la calidad de vida de toda la
población. Lejos de ser inevitable e imparable, el deterioro del
bienestar social y de la calidad de las relaciones sociales es
reversible.
Puede que haya que elegir entre utilizar el gasto público para
mantener baja la desigualdad o bien para hacer frente a los problemas
sociales cuando la desigualdad es elevada. Un ejemplo de una mala
elección en este sentido se puede observar en EE UU durante el periodo
que comienza en 1980, cuando la desigualdad de renta aumentó de forma
especialmente rápida.
En esa época, el gasto público en cárceles aumentó
seis veces más rápidamente que el gasto público en enseñanza superior, y
una serie de Estados han llegado ahora a un punto en que gastan tanto
dinero público en cárceles como en enseñanza superior. ¡Lamentable!
Pero hemos de ser muy conscientes de que el problema de los costes y
gastos superfluos de la administración tiene más que ver con los
problemas burocráticos que con los servicios esenciales que presta. No
obstante, la TMM y la Renta Básica Universal (RBU) nos dan la
oportunidad de facilitar los costes de la burocracia estatal con su
puesta en marcha.
También pueden hacer más fácil la vida de las
personas, aunque no permitir la vida regalada que llevan algunos en el
adorado mercado libre.
Uno de los economistas principales de la TMM, William Mitchell, en su libro La Distopía del Euro
nos dice:
“La crisis fue creada por una mentira y la situación actual
de austeridad fiscal está empeorando las cosas porque se basa en esa
misma mentira […] La mentira más grande de todas, repetida sin cesar por
lo economistas neoliberales y de la que acríticamente se hacen eco los
principales medios de comunicación, es que si los gobiernos disminuyen
su gasto, entonces el sector privado ‘se unirá’ para cubrir el hueco
dejado [...] la ideología triunfa sobre la evidencia y así aceptamos
falsedades como si fueran verdad [… ] La Gran Depresión nos enseñó que
la economía debe ser entendida como una creación nuestra diseñada para
que nos beneficiemos de ella, no como una entidad abstracta que reparte
recompensas o castigos según un marco moral determinado.”
Y otro de ellos, Randall Wray, en su libro Teoría Monetaria Moderna
escribe:
“La creencia de que el gobierno está obligado a equilibrar su
presupuesto cada cierto tiempo es comparado con una religión, una
superstición necesaria para asustar a la población de manera que esta se
comporte de la manera deseada […] en realidad el gasto público no se
enfrenta a ninguna restricción presupuestaria […] No es dinero recaudado
mediante impuestos.” Hemos de tener en cuenta que antes de recaudar
impuestos el gobierno competente tiene que haber emitido ese dinero.
Los impuestos, en consecuencia, tienen que servir para buscar el modo
de mejorar la vida de la sociedad. No pueden ser instrumentos de
desigualdad e injusticia. Mientras unos pagan dos y tres veces por la
misma renta (non bis in ídem, no dos veces por la misma causa) otros,
entre deducciones, paraísos fiscales, bufetes de abogados, etc., apenas
pagan (aunque sean Vicepresidentes de Gobierno). Los impuestos tienen
que ser instrumentos de equidad, justicia y eficiencia. La pena es que
como decía Keynes la “elusión de impuestos es la única actividad
intelectual que tiene recompensa.” ¡Que razón tenía!
La TMM puede llegar a ser un instrumento de liberación, si tenemos en
cuenta, como señala, que no son necesarios los impuestos para que el
Estado gaste cuando éste dispone de la potestad de emitir moneda.
Los
impuestos no deben ser una maraña poco comprensible, deben ser claros y
eficaces para los fines que se persiguen, deben servir para buscar un
mundo menos desigual y una economía más eficiente, respetuosa con el
medio ambiente y en beneficio de todos." (Ernesto Ruiz Ureta , Nueva Tribuna, 12/02/17)
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