"(...) P. Pero este libro parece responder a un
estado de ánimo concreto: la conciencia del final. Cuando se va de Nueva
York dice que ya nunca volverá a instalarse en otra ciudad como allí.
R. Sucedió porque tenía la sensación de
irme sin dejar rastro. Benjamin decía que habitar es dejar huellas y yo
no iba a dejar ninguna. La sensación de final era muy poderosa.
P. También hay alusiones a la depresión.
R. [Calla unos segundos] Sí. En el fondo el
libro es, de una forma pudorosa, el relato del tránsito desde la
depresión hasta el final del túnel. La depresión consiste en no ver lo
que te rodea, en desear desaparecer.
La salida es el momento del
asombro, de decir: el mundo existe fuera de mi angustia. En el libro
está todo eso: las razones para el entusiasmo y para el horror. El mundo
es así: ese desgarro y esa alegría.
P. ¿Le costó vencer el pudor?
R. Era importante que estuviera. No puedes
hacer el retrato del mundo sin mostrar lo que eres tú. En el libro
conviven la narración del ruido del mundo y la huida de ese ruido.
P. Llega a decir que ahora se siente más joven que en los años ochenta.
R. Eso viene de una frase de David Hockney
que dice: “Cuando pinto tengo 30 años”. Me he hecho más libre, más
desapegado de la vida social. (...)" (Entrevista a Antonio Muñoz Molina, Javier Rodríguez, El País, 13/02/18)
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