11/7/18

¿La “tanatocracia”, ese sistema represivo fundado sobre la pena de muerte, constituye la faz sombría del surgimiento del salariado?

 Cuando se ahorcaba a los pobres

"Todavía por traducir al español, The London Hanged: Crime and Civil Society in the Eighteenth Century [Los ahorcados de Londres: Crimen y sociedad civil en el siglo XVIII] (Londres, Allen Lane, 1991), primer libro importante de Peter Linebaugh, acaba de ser traducido al francés con el título de Lespendus de Londres.
 Crime et societé civile au XVIII siècle por la editora radical Lux Editeurs. Recogemos dos reseñas recientes que acaso animen a una pronta publicación en lenguas peninsulares. S

El paseante londinense que pasa por el ángulo noreste de Hyde Park no dudará de que en ese lugar se levantaba la siniestra horca de Tyburn, de la que se colgaba varias veces al año a los condenados a muerte.

 En un libro que hizo época, publicado en 1991 en Inglaterra, reeditado varias veces y por fin traducido al francés, el historiador norteamericano Peter Linebaugh ha querido saber quiénes eran esos desgraciados y qué delitos les condujeron a este triste fin. El resultado es un libro impresionante y desbordante: un fresco vibrante de la clase obrera inglesa en el amanecer del capitalismo. 

Linebaugh demuestra, gracias a una minuciosa investigación en los archivos judiciales, que los ahorcados de Londres sólo muy raramente eran delincuentes encallecidos. Más a menudo se trataba de trabajadores pobres, marineros, artesanos, criados, condenados por haber robado algunos objetos. 

Tyburn se convirtió en símbolo de la criminalización de los pobres, emblema de una violencia ejercida por las élites contra esta población obrera cuyos hábitos, solidaridades y tradiciones entorpecían el auge del capitalismo inglés. En la línea del gran historiador inglés, E. P. Thompson, del que fue alumno, Linebaugh insiste en la contradicción entre las costumbres populares que consistían, por ejemplo, en substraer un poco de materia prima para consumo personal, y el carácter ya para entonces sagrado de la propiedad individual.

 La “col” de los sastres, compuesta de pedazos de tela sobrante enrollados en una pelota, era considerada un robo, lo mismo que el ron extraído de los barriles por los marineros. Esas formas de apropiación, hasta entonces toleradas e incluso inscritas en el corazón mismo de las relaciones de trabajo, podían en adelante llevar directamente  a la horca. 

El robo, a cambio, se convirtió en una forma de contestación del nuevo orden económico, del mismo modo que las numerosas evasiones de la cárcel, muy populares entre el público inglés, desafiaban la represión.  

Los ahorcados de Tyburn habrían sido, por tanto, víctimas de una violenta lucha de clases. La “tanatocracia”, ese sistema represivo fundado sobre la pena de muerte, constituiría la faz sombría del surgimiento del salariado. Digámoslo: esta explicación demasiado sistemática, sin matices, no convence por completo. 

Se podría objetar que la represión judicial era bastante más severa en los siglos precedentes y que los ahorcamientos cesaron precisamente en Tyburn a finales del siglo XVIII, en el momento en que la Revolución Industrial cobraba impulso. Por otro lado, el peligro consiste en identificar de forma demasiado general delincuencia y pobreza, en nombre de un romanticismo de la ilegalidad. 

Pero en el fondo estas reservas no afectan a lo esencial, pues la potencia y riqueza de este libro llegan bastante más allá: atañen a la reconstitución minuciosa e inspirada del Londres popular.       

Peter Linebaugh posee un talento innegable para hacer revivir el mundo de marineros y tejedores, mozos de cuerda y carniceros, de prostitutas y carpinteros. El crecimiento demográfico de Londres, que llegó al millón de habitantes a finales de siglo, hacía de la ciudad un crisol popular y cosmopolita en el que convergían miles de irlandeses, antiguos esclavos negros, soldados tullidos, refugiados venidos de toda Europa, atraídos todos por la promesa de libertad religiosa y por la prosperidad económica, todos obligados a vivir en condiciones precarias. 

El libro está repleto de anotaciones concretas sobre el mundo de los oficios, de visiones sobre los horizontes lejanos del comercio imperial. Nutrido de referencias literarias, atravesado de un aliento indiscutible, Los ahorcados de Londres tiene a veces la apariencia de una epopeya del pueblo llano londinense. Linebaugh no quería estudiar solamente a los ahorcados de Tyburn, deseaba rendirles homenaje y defender su memoria. 

Hacía falta para ello que la sensibilidad del militante se aliara a la erudición del historiador. Siguiendo este plan, la apuesta se sostiene por entero.     

Fuente: L´Obs, nº 2799 , 28 de junio-4 de julio de 2018

Las normas nacientes del capitalismo se entreveían a la sombra de un patíbulo londinense en el siglo XVIII  

En el extremo noreste de Hyde Park se alzaba la horca de Tyburn, «árbol de los ahorcados» de Londres. De 1571 a 1783 fueron allí ejecutadas en público 50.000 personas. 

Analizando las decisiones judiciales que llevaron a esas detenciones y a las confesiones de los atormentados recogidas por los capellanes que comerciaban con ellas, el historiador borteamericano Peter Linebaugh muestra que en el siglo XVIII Tyburn sirvió sobre todo para castigar los atentados contra la propiedad y de falsificación de moneda cometidos por artesanos cualificados, aprendices y marineros de todos los orígenes, londinenses, ingleses, irlandeses y extranjeros.  

Prototipo de esta «historia desde abajo», del punto de vista de los dominados, inaugurada por el británico Edward P. Thompson, la obra reconstruye los conflictos de clase nacientes en el «taller del mundo» que era Inglaterra entonces. Tolerada antes como complemento de la remuneración, la sisa se convierte en un delito mayor, y la propiedad privada, en un absoluto. 

Para implantarse, el capitalismo exige una mutación antropológica profunda. Es preciso quebrar la indolencia de nacimiento de los pobres y sus veleidades de independencia, meter en la cabeza de los futuros obreros de la gran industria las normas económicas, jurídicas y morales del nuevo sistema. 

Junto a esta lección contundente de sociología histórica, los relatos de vida de los ahorcados hacen de este libro un cuadro apasionante del Londres de las «clases peligrosas», una vibrante Comédie humaine de los sin poder. 

(Sin firma).  Fuente: Le Nouveau Magazine Littéraire, no 6, junio de 2018"                 (Antoine Lilti, Sin Permiso, 06/07/18)

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