18/9/18

Cabe pensar un nuevo patriotismo democrático que articule el orden en clave no reaccionaria, que ofrezca seguridad, bienestar, pertenencia y protección

"(...) Se ha señalado que vivimos, especialmente en Europa del Sur, un “momento populista” como resultado de un creciente sentimiento de abandono y desprotección frente a las élites cosmopolitas. (...)

Nancy Fraser apuntaba que las fuerzas emergentes populistas son una respuesta a “una crisis hegemónica de la forma específica de capitalismo en la que vivimos: globalizante, neoliberal y financiarizada”. 

Esta forma se sustenta en un bloque político que ella denomina “neoliberalismo progresista”, que combina políticas económicas regresivas –desreguladoras, liberalizadoras– con políticas de reconocimiento aparentemente progresistas y que usa como coartada –“comprensión liberal del multiculturalismo, el ecologismo y los derechos de mujeres y LGBTQ”–. 

De este modo, mientras desposee a trabajadores, campesinos o precariado urbano, logra presentarse como un neoliberalismo cosmopolita, emancipatorio y progresista frente a unas supuestamente provincianas y retrógradas clases populares. 

Construcciones políticas recientes de signo muy diverso tienen algo en común: frente a ese bloque neoliberal, tratan de refundar el lazo social y (re)contruir un pueblo. Redefinir, pues, un sentido de patria.   (...)

El pacto social, en una palabra, está roto. En este escenario de desequilibrio global, miseria de los desfavorecidos y precarización de los favorecidos, emerge un estado de ánimo: un desencanto generalizado como temple existencial de la época. (...)

O desorden, o fundación de un Ordine Nuovo: esa es la única disyuntiva. (...)

¿A qué retos deberían dar respuesta las fuerzas democráticas que pretendan hoy reconstruir una patria, un nuevo consenso social? Éste es el reto para la política que viene.

Algunas flechas  

No habrá cambio sin un horizonte capaz de articular una mayoría nueva, una nueva voluntad general: pero para ello se requiere un “liderazgo  intelectual y moral” (Gramsci) capaz de integrar las razones del otro. 

Una nueva centralidad, que habría que pensar no como tibia equidistancia, mitad entre dos extremos dados que lo preceden; sino como un nuevo centro de gravedad que desplaza y reagrupa el campo entero en torno a sí, en posiciones definidas desde ese centro. Esto es re-fundar la totalidad: al contrario que un partido, una nación siempre es un todo, decía Gramsci. (...)

Patriotismo no es derecha etnocentrista; Democracia no es izquierda cosmopolita.

Así, el nuevo patriotismo es soberano: construye un pueblo donde lo nacional y lo popular coinciden. Construye una democracia soberana que da voz a una voluntad general constituida como sujeto político y que no quiere plegarse a la globocracia de la gobernanza neoliberal. Construye, en fin, una comunidad de pertenencia frente a los poderes salvajes del libre mercado. 

Esta comunidad es cuidado de lo común, y ello significa: feminista, ecologista y no xenófoba. (...)

Ofrece sentido colectivo frente a las angustias y miedos del desierto neoliberal, pero se posiciona firmemente contra a la xenofobia y la cobarde victimización del débil, recordando que Occidente es una trituradora de identidades colectivas a lo largo y ancho del globo, y que parte de los conflictos contemporáneos emergen de que pueblos tratan de recomponer sus cualidades cómo y dónde pueden.

Defiende la soberanía cultural de los pueblos y la reconstrucción ecologista del vínculo con el medio ambiente, frente a un universalismo abstracto que no se ha realizado como Bien universal, sino como espacio descualificado, hipnótico, glacial, uniforme cuyo sujeto es un ser narcisista y desarraigado: el consumidor contemporáneo.

Estas últimas décadas nos enseñan que una sociedad que ofrece individualidades puras, separadas de todo mito o pulsión comunitaria, es una fábrica de consumidores de antidepresivos, de adictos a una sexualidad auto-referencial y cosificadora, de buscadores frenéticos de pertenenencia sólida que son carne de cañón para formas políticas extremistas y ultras, como agudamente retratan las novelas de Houellebecq.

 Reducir al ser humano un individuo atomizado sería desmovilizar el potencial de pertenecer a una “comunidad de trascendencia” (Errejón). (...)

La única salida al nihilismo neoliberal será suscitar un nuevo interés por una empresa colectiva, por una nueva totalidad: refundar el lazo comunitario y cobrar conciencia de unidad de destino en una patria común frente al desarraigo global. 

Desde esta coyuntura, cabe pensar un nuevo patriotismo democrático que articule el orden en clave no reaccionaria, que ofrezca seguridad, bienestar, pertenencia y protección.(...)"               (Clara Ramas, CTXT, 14/09/18)

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