"(...) Se ha señalado que vivimos, especialmente en Europa del Sur, un “momento
populista” como resultado de un creciente sentimiento de abandono y
desprotección frente a las élites cosmopolitas. (...)
Nancy Fraser apuntaba que las fuerzas emergentes populistas son una respuesta a “una crisis hegemónica de la forma específica de capitalismo en la que vivimos:
globalizante, neoliberal y financiarizada”.
Esta forma se sustenta en
un bloque político que ella denomina “neoliberalismo progresista”, que
combina políticas económicas regresivas –desreguladoras,
liberalizadoras– con políticas de reconocimiento aparentemente
progresistas y que usa como coartada –“comprensión liberal del
multiculturalismo, el ecologismo y los derechos de mujeres y LGBTQ”–.
De
este modo, mientras desposee a trabajadores, campesinos o precariado
urbano, logra presentarse como un neoliberalismo cosmopolita,
emancipatorio y progresista frente a unas supuestamente provincianas y
retrógradas clases populares.
Construcciones políticas recientes de
signo muy diverso tienen algo en común: frente a ese bloque neoliberal,
tratan de refundar el lazo social y (re)contruir un pueblo. Redefinir,
pues, un sentido de patria. (...)
El pacto social, en una palabra, está roto. En este escenario de
desequilibrio global, miseria de los desfavorecidos y precarización de
los favorecidos, emerge un estado de ánimo: un desencanto generalizado como temple existencial de la época. (...)
O desorden, o fundación de un Ordine Nuovo: esa es la única disyuntiva. (...)
¿A qué retos deberían dar respuesta las fuerzas
democráticas que pretendan hoy reconstruir una patria, un nuevo consenso
social? Éste es el reto para la política que viene.
Algunas flechas
No habrá cambio sin un horizonte capaz de articular una
mayoría nueva, una nueva voluntad general: pero para ello se requiere un
“liderazgo intelectual y moral” (Gramsci) capaz de integrar las
razones del otro.
Una nueva centralidad, que habría que pensar no como
tibia equidistancia, mitad entre dos extremos dados que lo preceden;
sino como un nuevo centro de gravedad que desplaza y reagrupa el campo
entero en torno a sí, en posiciones definidas desde ese centro. Esto es
re-fundar la totalidad: al contrario que un partido, una nación siempre
es un todo, decía Gramsci. (...)
Patriotismo no es derecha etnocentrista; Democracia no es izquierda cosmopolita.
Así, el nuevo patriotismo es soberano: construye un pueblo
donde lo nacional y lo popular coinciden. Construye una democracia
soberana que da voz a una voluntad general constituida como sujeto
político y que no quiere plegarse a la globocracia de la gobernanza
neoliberal. Construye, en fin, una comunidad de pertenencia frente a los
poderes salvajes del libre mercado.
Esta comunidad es cuidado de lo común, y ello significa: feminista, ecologista y no xenófoba. (...)
Ofrece sentido colectivo frente a las angustias y miedos
del desierto neoliberal, pero se posiciona firmemente contra a la
xenofobia y la cobarde victimización del débil, recordando que Occidente
es una trituradora de identidades colectivas a lo largo y ancho del
globo, y que parte de los conflictos contemporáneos emergen de que
pueblos tratan de recomponer sus cualidades cómo y dónde pueden.
Defiende la soberanía cultural de los pueblos y la
reconstrucción ecologista del vínculo con el medio ambiente, frente a un
universalismo abstracto que no se ha realizado como Bien universal,
sino como espacio descualificado, hipnótico, glacial, uniforme cuyo
sujeto es un ser narcisista y desarraigado: el consumidor contemporáneo.
Estas últimas décadas nos enseñan que una sociedad que
ofrece individualidades puras, separadas de todo mito o pulsión
comunitaria, es una fábrica de consumidores de antidepresivos, de
adictos a una sexualidad auto-referencial y cosificadora, de buscadores
frenéticos de pertenenencia sólida que son carne de cañón para formas
políticas extremistas y ultras, como agudamente retratan las novelas de
Houellebecq.
Reducir al ser humano un individuo atomizado sería
desmovilizar el potencial de pertenecer a una “comunidad de
trascendencia” (Errejón). (...)
La única salida al nihilismo neoliberal será suscitar un
nuevo interés por una empresa colectiva, por una nueva totalidad:
refundar el lazo comunitario y cobrar conciencia de unidad de destino en
una patria común frente al desarraigo global.
Desde esta coyuntura, cabe pensar un nuevo patriotismo
democrático que articule el orden en clave no reaccionaria, que ofrezca
seguridad, bienestar, pertenencia y protección.(...)" (Clara Ramas, CTXT, 14/09/18)
No hay comentarios:
Publicar un comentario