5/4/19

Eduardo Garzón replica a Michael Roberts sobre el modelo macro de la Teoría Monetaria Moderna

"Hace unos días el economista marxista Michael Roberts, aprovechando que en Estados Unidos últimamente se está hablando mucho de Teoría Monetaria Moderna (MMT por sus siglas en inglés), escribió un artículo crítico con dicho enfoque que fue traducido al castellano y publicado aquí

Concretamente, se centró en el modelo macroeconómico utilizado por los defensores de la MMT, cuestionando de raíz algunos de los planteamientos que dan base al mismo. 

Escribo este artículo para responder a dicha crítica: por un lado explico por qué considero que uno de los planteamientos teóricos de la MMT cuestionados (la relación de causalidad establecida entre beneficios e inversión) es más realista que el que utiliza la visión marxista para el mismo asunto, y por otro lado corrijo lo que sin duda es una malinterpretación de la MMT por parte del autor (concretamente, sobre la forma de financiar el déficit público).

Roberts comienza recuperando una cita de James Tobin para señalar que las identidades contables son muy útiles pero peligrosas al no decir nada de la causalidad que hay entre sus variables. Así es: saber con certeza que la inversión, por ejemplo, es igual a los beneficios no es suficiente para identificar si la primera provoca los segundos o si es al revés.

 Esto es algo ampliamente reconocido por los propulsores de la MMT, acostumbrados a usar las identidades contables de Wynne Godley y Francis Cripps (1974), quienes siempre alertaron de que la causalidad era algo que no venía incorporado en dichas identidades. Por eso los defensores de la MMT desarrollaron un marco teórico que da sentido causal a dichas identidades. Randall Wray (2015) explica en su manual de MMT de forma bastante precisa por qué la causalidad va desde el gasto a los ingresos, desde la inversión a los beneficios, y desde el déficit al superávit.

Recuperemos dicha explicación partiendo de la identidad contable:
Gastos = Ingresos

Toda compraventa envuelve necesariamente a dos partes: la vendedora y la compradora. La compradora gasta y la vendedora ingresa. El gasto del comprador es siempre necesariamente igual al ingreso del vendedor; no puede ser de otra forma. Si yo le compro al frutero una manzana por valor de 1 euro, yo estaré gastando 1 euro y el frutero estará ingresando 1 euro. Lo que una parte gasta lo ingresa la otra, porque el dinero no desaparece ni su cantidad se altera en la transacción. No hay otra posibilidad. Hasta aquí la presentación de la identidad, sin ningún comentario sobre la causalidad, que viene ahora.

Aunque se necesiten dos partes para llevar a cabo una transacción, alguna de las dos la debe iniciar y permitir que tenga lugar la compraventa. Y esa parte es siempre la que gasta, y no la que ingresa. La que ingresa no puede lograr por su cuenta ganar dinero con una venta porque necesita que alguien comience el proceso. En cambio, la parte que gasta sí puede decidir por su cuenta si va a gastar dinero o no con la compra, porque incluso aunque no tenga suficiente dinero puede endeudarse (o crear dinero, que es un tipo de deuda) y luego comprar el producto.

Y el endeudamiento, aunque en puridad se produce con respecto a otro agente económico que debe aceptar ese compromiso, normalmente será posible porque supondrá un ingreso futuro para ese acreedor, un negocio, y sólo en casos excepcionales (cuando el deudor no goza de credibilidad para cumplir su palabra) el endeudamiento no tendrá lugar. Por lo tanto, si el comprador no quiere gastar, no lo hará; y si quiere gastar, lo hará (salvo en la excepción mencionada). 

Es decir, el comprador puede normalmente elegir por su cuenta si va a gastar o no. Sin embargo, con el vendedor no ocurre lo mismo: si el vendedor no quiere ingresar dinero, no lo hará; pero si quiere ingresar dinero necesitará a un comprador que desee gastar. El vendedor no puede decidir por su cuenta si va a ingresar dinero o no. En otras palabras, el que gasta es quien tiene la llave de la compraventa.

Este razonamiento se puede extrapolar al caso de los beneficios y la inversión, y al caso de los saldos. Si suponemos dos agentes económicos, el superávit de uno de ellos es igual al déficit del otro. Nadie puede ahorrar si no hay al otro lado alguien que “desahorre”. En cambio, para “desahorrar” no hace falta que haya alguien queriendo ahorrar, basta –en el peor de los casos– con endeudarse o crear dinero, lo cual es siempre posible en condiciones normales. 

En consecuencia, el que “desahorra” es quien tiene la llave del saldo. Pues bien, cuando aplicamos la identidad de los saldos a los sectores público y privado, descubrimos que el sector privado no puede “desahorrar” indefinidamente porque utiliza una moneda que no crea (y su utilizara la que crea, no tendría forma de imponer su utilización); en cambio, el sector público sí puede hacerlo porque emite la moneda que utiliza y además impone por la fuerza su uso. 

Esto es lo que nos viene a decir la MMT: los déficits producen los superávits, pero —como bien nos mostró Himan Minsky (1986)— los primeros no pueden ser eternos en el caso del sector privado; sin embargo, sí pueden serlo en el caso del sector público, que no sólo emite la moneda que se utiliza generalmente sino que además tiene la autoridad para lograr que se utilice (a través, fundamentalmente, de los impuestos). De ahí que el “motor” de la actividad económica sea el déficit público, no el privado.

¿Por qué Michael Roberts entiende la causalidad a la inversa? Porque utiliza un concepto de dinero-mercancía (como la mayoría de marxistas) en vez de un enfoque de dinero-deuda. Él cree que el dinero no puede aparecer antes de la producción, sino que de alguna forma representa la cantidad de bienes y servicios que se han creado (concretamente, gracias a la fuerza de trabajo).

 Acorde a esta visión, nadie podría estar utilizando dinero a no ser que se hubiera originado antes gracias a un proceso productivo. En consecuencia, la llave de la actividad económica recaería en la oferta, no en la demanda. En este párrafo lo explica claramente: 

La visión marxista es que la “demanda efectiva” (incluyendo los déficits públicos) no puede preceder a la producción. Siempre hay demanda en la sociedad para las necesidades humanas. Pero sólo puede ser satisfecha cuando los seres humanos trabajan para producir cosas y servicios a partir de la naturaleza. La producción precede a la demanda en ese sentido y el tiempo trabajado determina el valor de esa producción. Los beneficios son el resultado de la explotación del trabajo y esos beneficios son invertidos o consumidos por los capitalistas. Por lo tanto, la demanda sólo es 'efectiva' gracias a los ingresos que se han creado, y no viceversa.

Pero basta concebir el dinero como una deuda y no como una mercancía para darse cuenta de que lo anterior no es cierto. El dinero es un compromiso de pago futuro y, como tal, puede crearse “de la nada”; no hay que esperar a que alguien produzca algo para que se origine ese dinero. Si te endeudas—y la contraparte confía en que cumplirás tu palabra—, podrás adquirir bienes y servicios sin necesidad de haber obtenido ingresos anteriormente. 

Los productores fabrican cosas cuando ven que las pueden vender, y para venderlas no hace falta que el comprador haya obtenido dinero en el pasado. La demanda efectiva, por tanto, no nace de la oferta, sino que nace de la nada y es la oferta la que trata de adaptarse a ella. La demanda efectiva no está limitada por ninguna cantidad de dinero, porque éste puede ser ilimitado (porque es una deuda, no una mercancía).

Escribe Roberts al final de su artículo: 

La pregunta más importante, sin embargo, es ¿qué impulsa una economía capitalista? Es la rentabilidad de la inversión capitalista lo que impulsa el crecimiento y el empleo, no el tamaño del déficit público.

Yo podría suscribir esa frase. La acumulación capitalista requiere de inversión privada; si los capitalistas no invierten es imposible hablar de crecimiento económico capitalista. Podríamos hablar de otro tipo de crecimiento, pero desde luego no de uno capitalista. Pero es que todo eso no se puede lograr sin déficits públicos, que es la única fuente sostenible de dinero que tiene una economía. 

Si la gente no tuviera en sus manos el dinero que crea el Estado (a través de los déficits públicos), ¿con qué iba a comprar los productos que venden los capitalistas? Alguien podría contestar a esto que lo podría hacer con dinero privado, bancario por ejemplo. 

Pero sólo un poco más arriba he expuesto la explicación de por qué el déficit de cualquier agente económico privado no es sostenible: no goza de la autoridad de obligar a la gente a usar el dinero que emite. Crear dinero es endeudarse, y el sector privado no puede endeudarse ilimitadamente porque en algún momento la gente se daría cuenta de que alguien está prometiendo un pago futuro que nunca llega, de forma que en algún momento dejaría de utilizar ese dinero por miedo y desconfianza. 

Esta constatación no es otra cosa que la teoría del crédito de Mitchell Innes (1913). En cambio, el sector público sí puede endeudarse ilimitadamente porque impone por la fuerza (con los impuestos) la utilización de su dinero. Ningún agente económico privado tiene el poder que tiene el sector público para forzar la utilización de su dinero. Esta es la teoría chartalista de Georg Friedrich Knapp (1924).

Por último, un breve apunte sobre lo que es una malinterpretación por parte de Roberts. En su artículo se puede leer lo siguiente: 

El endeudamiento podría hacerse mediante la emisión de bonos del gobierno (ortodoxia keynesiana) o mediante la 'impresión de dinero', es decir con el aumento de las reservas de efectivo en los bancos (MMT). La emisión de bonos pueden reducir la inversión privada para impulsar la inversión del Gobierno, pero el crédito creado estimularía la inversión total. La impresión del dinero (MMT) elevaría la inversión sin reducir la inversión privada (¡magia!).

Dejando al margen la falta de rigor e imprecisión (porque espero que no sea mala intención) al utilizar la palabra “imprimir” para hablar de creación de dinero cuando incluso los propios banqueros centrales reconocen que el dinero se crea en su inmensa mayoría a través de tecleos informáticos, es completamente falso que la MMT haga algún tipo de distinción entre financiar el déficit público con bonos o con nuevo dinero, y mucho menos que distinga los efectos de dichas formas de financiación sobre la inversión privada.

El enfoque de la MMT en este sentido es, por cierto, idéntico al de los adscritos a la visión del circuito monetario, con Augusto Graziani (1990) a la cabeza, que ya hace bastante tiempo pusieron encima de la mesa una comprensión absolutamente diferente sobre la financiación del déficit público (entre otras cosas). 

Para empezar, el déficit público no se financia; es más: no se puede financiar. Este registro no es más que el resultado entre a) la cantidad de dinero que inyecta el Estado en la economía a través del gasto, y b) la cantidad de dinero que retira de la economía a través de los impuestos. Para gastar no necesita disponer antes de nada, sino que le basta con acreditar las cuentas bancarias de los receptores de ese gasto. 


Para ingresar, lo único que tiene que hacer es debitar las cuentas bancarias de los contribuyentes. Como lo que el Estado debita es dinero que inyectó antes a través del gasto, el déficit público no es más que la cantidad de dinero que el Estado no retira de la economía a través de impuestos, ergo no tiene ningún tipo de sentido hablar de financiación del gasto. ¿Cómo se puede financiar algo que se contabiliza después de realizar el gasto?

¿A qué viene entonces eso de emitir bonos de deuda pública? Pues a que de alguna forma hay que evitar que los tipos de interés se hundan. Cada nuevo euro de déficit público es un nuevo euro de reservas bancarias. Los bancos las intentan colocar en inversiones financieras para darle rentabilidad, pero cuando tienen muchas no les queda más remedio que acordar tipos de interés más reducidos (cuando hay muchos vendedores la única forma de vender es bajando el precio). Es por la simple ley de la oferta y la demanda que el déficit público tiende a empujar a la baja los tipos de interés.

 Para evitar que eso ocurra, los Estados y sus bancos centrales pueden ofrecer más rentabilidad a las reservas bancarias (de esta forma, los bancos no intentarán deshacerse de ellas a un tipo de interés bajo) o pueden ofrecerle a los bancos un activo financiero en el que colocar las reservas bancarias a una rentabilidad decente.

 Ese activo financiero es la deuda pública. Los Estados con soberanía monetaria no necesitan vender bonos públicos para gastar; lo hacen para retirar reservas bancarias de la circulación y lograr así que los bancos no las intenten colocar a toda costa, con el hundimiento en el tipo de interés que eso conllevaría. La deuda pública es una herramienta para controlar los tipos de interés, no para financiar el gasto.

Por eso el impacto sobre la inversión —o sobre cualquier otra variable económica— es independiente de si el Estado emite bonos de deuda pública o si eleva la rentabilidad de las reservas bancarias. Por cierto, que si el Estado y su banco central no realizaran estos movimientos, los tipos de interés caerían, haciendo la inversión privada más barata. 

Por lo tanto, los déficits públicos en este caso no perjudicarían la inversión privada, sino que en todo caso la facilitarían. Roberts parece que sigue anclado en la concepción ortodoxa y errónea del impacto del déficit público sobre la inversión privada. El único caso en el que el déficit público podría perjudicar a la inversión privada –y esto es independiente de la forma de “financiar” el déficit público– sería cuando el sector público ha comprado tantas cosas en el mercado que ya no queda nada para los empresarios privados. 

 Esto, que sería posible, podría ser incluso positivo si la inversión pública se realizara acorde a criterios sociales y ecológicos, ya que estaría desplazando una inversión privada que siempre está sujeta a la rentabilidad privada y sólo tangencial y ocasionalmente a los criterios mencionados."               (Eduardo Garzón, El Salto, 22/03/19)

El artículo de Michael Roberts criticado por Garzón:

"
“Las identidades contables que equiparan el gasto agregado a la producción y ambos a los ingresos a precios de mercado son ineludibles, independientemente de la versión de la teoría economica keynesiana o clásicos que se defienda. Les digo a los estudiantes que el respeto a las identidades es el primer grano de sabiduría que distingue a los economistas de quienes se limitan a expiar la economía. ¿Lo segundo? ... Las identidades no dicen nada sobre la causalidad.” James Tobin (keynesiano de izquierda), 1997
“El dinero es, en última instancia, una creación del gobierno, pero eso no significa que sólo los déficits públicos determinen el nivel de la demanda en un momento dado. Las acciones y las creencias del sector privado también importan. Y eso a su vez significa que puede haber excedentes presupuestarios y exceso de demanda, al mismo tiempo, de la misma manera que puede haber déficit presupuestario y una demanda insuficiente”.   Jonathan Portes (keynesiano ortodoxo).

Los economistas (de la corriente “ortodoxa”, heterodoxa y de izquierda) siguen debatiendo, de manera cada vez más abstrusa, sobre la validez de la Teoría Monetaria Moderna (MMT) y su relevancia para la política económica. El debate entre izquierdistas subió otro peldaño con la publicación de la feroz crítica de Doug Henwood a la MMT en Jacobin (aquí).

 Randall Wray, uno de los  portavoces de la MMT respondió indignado al intento de demolición de Henwood (aquí). Y más tarde, desde el corazón de la MMT, Pavlina Tcherneva, directora del programa y profesora asociada de economía en el Bard College e investigadora asociada en el Instituto de Economía Levy respondió a Henwood en Jacobin.

Desde la ortodoxia keynesiana, Paul Krugman también participó en el debate, y le respondió Stephanie Kelton. Kelton es profesora de políticas públicas y economía en la Universidad de Stony Brook, Long Island, Nueva York. Fue la economista jefe de los Demócratas en el equipo técnico de la Comisión de Presupuesto del Senado de Estados Unidos y asesora económica de la campaña presidencial del senador Bernie Sanders en 2016.

A pesar de que el debate se está volviendo muy arcano e incluso desagradable, no es irrelevante, ya que muchos izquierdistas en el movimiento obrero han sido atraídos por la MMT como soporte teórico para oponerse a la 'austeridad' y para justificar un aumento importante del gasto público para conseguir el pleno empleo y más ingresos. 

En particular, el ala radical del Partido Demócrata en los EE.UU. ha echado mano de la MMT para apoyar su petición de un Nuevo Acuerdo Verde -con el argumento de que un mayor gasto gubernamental en medio ambiente, cambio climático y salud puede financiarse fácilmente con la emisión de dólares, en lugar de con más impuestos o más bonos del gobierno, lo que aumentaría la deuda pública.

No voy a intervenir en este debate sobre la MMT, entre otras cosas porque ya le he dedicado tres artículos antes, criticar la teoría y las políticas de la MMT desde un punto de vista marxista, con la finalidad de analizar si la MMT ofrece una vía para defender “las necesidades de la mayoría” (los trabajadores) frente a la minoría (los capitalistas). 

Y ese es para mí el objetivo último de este debate.
Todo lo que añadiría al actual debate entre keynesianos, post-keynesianos y partidarios de la MMT es que los defensores de la MMT discuten con los keynesianos ortodoxos sobre si el gasto público puede crear el dinero para financiarlo; o si son necesarios impuestos y endeudamiento para crear el dinero que financie el gasto público.

 Pero como lo resume la poskeynesiana Thomas Palley: “el gasto público y los impuestos se producen simultáneamente, así que la creación de dinero a través de déficits financiados monetariamente y la destrucción de dinero a través de impuestos también se producen simultáneamente. Tratar de determinar qué ocurre antes es un ejercicio inútil”.   El análisis marxista estaría de acuerdo.

En cambio, en esta nota quiero analizar el modelo macro de la MMT. En el debate en twitter que es viral (¡al menos entre economistas y activistas!), los críticos de la MMT han argumentado a veces que la MMT es sólo una serie de afirmaciones vagas, sin ningún modelo riguroso. Esto irritó a Kelton. Inmediatamente publicó un artículo escrito en 2011 por Scott Fullwiler, del Warburg College, otro portavoz de la MMT (quien también comentó recientemente una de mis entradas de mi blog). En este trabajo, Scott describe el modelo macro de la MMT con cierto detalle.

Básicamente, comienza con un modelo macro poskeynesiano Keynes / Kalecki de demanda agregada. Este modelo es simplemente una identidad. Hay dos formas de ver la economía, a través de los ingresos totales o mediante el gasto total y deben ser iguales uno y otro.
Por lo tanto, el Ingreso Nacional (IN) = Gasto Nacional (GN).

Siguiendo al 'keynesiano marxista' Michal Kalecki, podemos descomponerlo en:
(IN) beneficios + salarios = (GN) inversión + consumo. Ahora bien, hay dos clases de ingresos y dos tipos de gastos.

Si asumimos que todos los salarios se gastan, y todos los beneficios se ahorran, podemos eliminar salarios y consumo de la ecuación. Así que,

ganancias = inversión

En la versión de Scott de la MMT, escribe la misma identidad macro de manera diferente, con la inversión a la izquierda de la igualdad. Así.

inversión = ganancias

¿Por qué? Porque como veremos más adelante, toda la teoría poskeynesiana sostiene que es la inversión la que lleva a los beneficios, no al revés.

Pero Scott amplia las partes en el lado derecho para mirar a los flujos, de manera que los salarios que se ahorran se agregan a los beneficios para obtener ‘ahorro privado’ (suponiendo cierto ahorro de los hogares); y también añade el ahorro público (impuestos menos gastos) y el ahorro externo (importaciones netas o déficit en cuenta corriente).

Por lo tanto, los beneficios como una categoría separada desaparecen en el ahorro privado y obtenemos:

inversión = ahorro privado + (impuestos - gasto público) + (importaciones - exportaciones)

Scott también prescinde de la categoría independiente de ‘inversión’ y la convierte en ‘ahorro privado’ menos ‘inversión’ o el superávit del sector privado. Así que ahora tenemos los ahorros del sector privado (salarios ahorrados más ganancias menos inversión). Por lo tanto, continúa Scott:

superávit del sector privado = déficit público + saldo en cuenta corriente

O

excedente del sector privado - cuenta corriente = déficit público

Esta es la ecuación fundamental de la MMT. Argumenta que si el déficit público crece, suponiendo que el saldo de la cuenta corriente no cambia, el superávit del sector privado (salarios ahorrados + beneficios menos inversión) crece. La conclusión de la MMT (afirmación) es que el aumento del déficit público aumentará el superávit del sector privado. Y si excluimos los salarios ahorrados (la ecuación de la MMT no lo hace) y el saldo en cuenta corriente, entonces tenemos:

Ganancias netas (es decir, los beneficios después de la inversión) = déficit público

Y podemos concluir que los déficits públicos determinan las ganancias netas es decir, los beneficios menos la inversión.

En su papel, Scott presenta un gráfico de series temporales comparando los ahorros netos privados en EEUU (recuerde que esto incluye los ahorros netos de los hogares) con los déficits públicos y concluye que “se demuestra cómo se han acercado el superávit del sector privado y el déficit del sector público históricamente, lo que no es sorprendente, teniendo en cuenta que son casi los lados opuestos de una identidad contable”.

Pero entonces Scott dice: “Lo que observamos (en estos gráficos) es que el actual aumento de los déficit públicos son la creación del ahorro neto del sector privado”.  Pero ¿es esta la forma de interpretar la dirección causal de estas identidades macro? Los post-keynesianos estiman que la conexión causal es que la inversión genera beneficios o en la versión de la MMT que el déficit público crea beneficios netos (ahorro privado). Pero en mi opinión, la dirección causal de esta identidad es, en realidad, todo lo contrario, a saber, como en la teoría de Marx, que las ganancias crean inversión, porque los beneficios provienen de la explotación de la fuerza de trabajo.

Volvamos a la identidad básica de Kalecki, beneficios = inversión, con la inversión de nuevo en el lado derecho. La inversión (que desapareció en el modelo de Scott Fulwiller) se puede descomponer en inversión capitalista e inversión pública.

Ganancias = inversión capitalista + inversión pública

En la causalidad de Kalecki, el aumento de la inversión pública (mediante déficit, si se quiere) aumentará los beneficios (y para el caso, los salarios también a través de más empleo y mayores tasas de salarios - las identidades post-keynesianas solo se refieren al ahorro privado y (importante) no lo descomponen en salarios ahorrados y ganancias).

Por lo tanto, beneficios + salarios ahorrados = inversión privada + inversión pública
Pero ¿y si la causalidad de Kalecki es al revés?  ¿Qué pasa si los beneficios conducen a la inversión, no al revés. A continuación, la identidad sería:

Ganancias (porque los salarios se gastan) = inversión (que comprende la inversión capitalista y la inversión pública). Podemos ampliarlo para cubrir los flujos externos de forma que:
Beneficios domésticos + beneficios en el extranjero = inversión capitalista + inversión pública + inversión extranjera en el interior

Supongamos ahora que los beneficios, tanto nacionales como beneficios en el extranjero son fijos. ¿Qué sucederá si aumenta la inversión pública? La inversión privada caerá a menos que se dispare la inversión extranjera en el interior.

¿Cómo puede la inversión pública / gasto público aumentar sin que caiga la inversión privada (¿capitalista?) (¿siendo desplazada?) Mediante la ejecución de los déficits públicos, dicen los post-keynesianos (y la MMT). El endeudamiento podría hacerse mediante la emisión de bonos del gobierno (ortodoxia keynesiana) o mediante la 'impresión de dinero', es decir con el aumento de las reservas de efectivo en los bancos (MMT). 

La emisión de bonos pueden reducir la inversión privada para impulsar la inversión del Gobierno, pero el crédito creado estimularía la inversión total. La impresión del dinero (MMT) elevaría la inversión sin reducir la inversión privada (¡magia!). MMT/ keynesianos dirán que si inversión pública no es financiada mediante impuestos sobre los beneficios nacionales, sino mediante préstamos con bonos o la impresión de dinero, entonces no afectará a los beneficios.  Para los marxistas se trata de  inversión 'ficticia' que debe ofrecer una mayor rentabilidad en algún momento. 

Todo esto se debe a que las identidades no revelan la causalidad y la causalidad es lo que importa. Para los keynesianos, es el lado derecho de la ecuación (la inversión) lo que causa el lado izquierdo (los beneficios); es decir, que son la inversión capitalista y el consumo los que generan ganancias. Para los partidarios de la MMT, es una variante de lo mismo, pero neta: la inversión neta pública / gasto (déficit después de impuestos) causa el ahorro privado neto (beneficios y salarios ahorrados después de la inversión).

Pero en el mundo real de la producción capitalista, esto sucede al revés. Los beneficios conducen a la inversión y no al revés; y el ahorro privado neto permite déficits públicos y no viceversa. Los gráficos ofrecidos por Scott en su papel sobre las series temporales de los déficits y excedentes netos privados pueden ser interpretados sólo con esa causalidad. Lo que me dice el primer gráfico no es “que el actual aumento de los déficit públicos crea ahorro neto para el sector privado” (Fullwiler), sino todo lo contrario: los ahorros netos más altos (ganancias tras inversión) producirán un déficit público superior o menor superávit.

 En otras palabras, cuando los capitalistas acumulan / ahorran y no invierten, particularmente en las recesiones, los déficits públicos aumentan (a través de menores ingresos fiscales y mayores beneficios de desempleo). Y los gráficos de Scott muestran que los déficits públicos de Estados Unidos alcanzan picos en todas las recesiones posteriores de pos guerra en Estados Unidos y están en su punto más bajo en tiempos de bonanza.

De hecho, si hago las correlaciones entre el balance público y el ahorro privado neto, en efecto, hay una muy pequeña relación inversa de 0,07; en otras palabras, se correlacionan (debilmente) un mayor déficit público con un excedente neto de ahorro privado. Pero si hago la correlación entre el saldo público y el crecimiento del PIB, existe una correlación positiva pequeña.

 En otras palabras, más superávit público / menos déficit se alinea con un crecimiento mayor del PIB, lo contrario de la causalidad de Keynes / Kalecki, lo que sugiere que se trata de crecimiento que conduce a equilibrios fiscales del gobierno, y no viceversa (véase la cita Portes al comienzo).

Toda causalidad también se modifica por la cuenta externa. El segundo gráfico de Scott que incluye la cuenta corriente muestra que un persistente déficit en cuenta corriente (flujos externos netos) a partir de la década de 1980 ayudó a financiar los déficit públicos, a pesar de que el superávit del sector privado desapareció en la década del 2000. Así que el argumento principal de la causalidad de la MMT se complica aún más con los ingresos del extranjero.

Sólo podemos realmente entender mejor las conexiones causales si aislamos la inversión y también la rentabilidad. Así, contrariamente a la visión keynesiana / poskeynesiana / MMT, la visión marxista es que la “demanda efectiva” (incluyendo los déficits públicos) no puede preceder a la producción. Siempre hay demanda en la sociedad para las necesidades humanas. 

Pero sólo puede ser satisfecha cuando los seres humanos trabajan para producir cosas y servicios a partir de la naturaleza. La producción precede a la demanda en ese sentido y el tiempo trabajado determina el valor de esa producción. Los beneficios son el resultado de la explotación del trabajo y esos beneficios son invertidos o consumidos por los capitalistas. Por lo tanto, la demanda sólo es 'efectiva' gracias a los ingresos que se han creado, y no viceversa.

Debido a que los keynesianos / post-keynesianos no tienen una teoría del valor, que reconocen esto y leen su propia identidad al revés. Desde un punto de vista marxista, las ganancias son la variable causal. Así que si las ganancias caen, o bien de inversión, o la acumulación capitalista o el déficit público deben caer, o los tres.

¿Cuál es la prueba de que los beneficios determinan la inversión y los déficits públicos y no al revés, como los keynesianos argumentan? He proporcionado abrumador apoyo empírico a la dirección causal marxista. Ver mi artículo aquí que recopila toda la investigación empírica convincente (incluyendo la mía) en apoyo de la visión marxista de que, en una economía capitalista, los beneficios determinan la inversión, que a su vez impulsa el crecimiento del PIB y el empleo, mientras que el déficit público tiene poca influencia.

Si la dirección de la causalidad de Keynes / Kalecki es correcta, entonces todo lo que tendríamos que hacer para mantener una economía capitalista creciendo sería aumentar el déficit presupuestario del gobierno. Si los partidarios de la MMT tienen razón, todo lo que se necesita para lograr el pleno empleo permanente serían déficits públicos permanentes (sujetos a una posible restricción inflacionista). 

En lo que los keynesianos ortodoxos y los partidarios de la MMT están en desacuerdo es si estos déficits (del gasto público superior a la recaudación fiscal) pueden y deben ser financiados mediante la emisión de bonos del gobierno que los bancos compren o a través de la impresión de dinero por el Banco Central.

La pregunta más importante, sin embargo, es ¿qué impulsa una economía capitalista?. Es la rentabilidad de la inversión capitalista lo que impulsa el crecimiento y el empleo, no el tamaño del déficit público. Los modelos macro Keynes / Kalecki / MMT se esconden detrás de identidades y las convierten en causas. Pero las identidades “no dicen nada acerca de la causalidad” (Tobin). Son los beneficios, no el gasto público, lo esencial."

(Michael Roberts es un reconocido economista marxista británico, que ha trabajador 30 años en la City londinense como analista económico, The next recession, traducido en Sin Permiso, 07/03/19)

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