28/5/19

Si hay un partido, más que verde, centrado en el maltrato animal, ¿por qué no uno feminista, de jubilados, lgtb, de la población rural? Necesitamos sentirnos parte de algo que nos ubique en una sociedad inestable

Hoy Pacma ha tomado protagonismo con su excelente y confrontativo vídeo de campaña. Las encuestas indican que, tras muchas intentonas, puede llegar a alcanzar representación parlamentaria. ¿Qué nos indica esto?

Los partidos ajenos al eje izquierda derecha, de verdes a piratas, toman notoriedad en Europa, norte y central, en los noventa, momento de apogeo neoliberal que hace hincar la rodilla a socialdemócratas y eurocomunistas.

La derecha, los demócrata cristianos, sufren su particular asalto a través de los Berlusconi y asimilados. Un anticipo golfo de la extrema derecha actual.

La explicación más amable nos habla de que las opciones verdes respondieron a partir de los noventa a una mayor concienciación social en estos temas. La memos amable que respondían a la ruptura que lo neoliberal hizo más que en la izquierda, en la propia idea de protesta.

El voto a verdes y piratas fue el voto de esa rebeldía noventera, tan inane como llamativa. Hoy, consolidados en muchos países, ya no. Ahora responden a la disgregación programática producto de la atomización identitaria.

En ese sentido convergemos con Europa en sus peores aspectos. Multiplicidad de derechas, un centro progre, proyectos políticos start-up, hiperliderazgo y atomización de las representaciones. Lo único que nos separa es, todavía, una izquierda minoritaria pero notable.

Si hay un partido, más que verde, centrado en el maltrato animal, ¿por qué no uno feminista, de jubilados, lgtb, de la población rural? Necesitamos sentirnos parte de algo que nos ubique en una sociedad inestable. Si todos somos clase media aspiracional entonces no somos nada.

Da un poco igual que la izquierda lleve en su programa todas esas cuestiones, algunas de forma evidentemente prioritaria. Se diría que nos aterra juntarnos con otros en algo más grande y perder nuestra preciada, por débil, individualidad.

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