"(...) La revista BioScience ha publicado un artículo donde
11.000 expertos de 153 países declaran su obligación moral de contarle a
la humanidad qué sucederá con el cambio climático. ¿Qué ocurrirá?
Lo primero que hay que comprender es que el proceso de cambio
climático no es lineal. Es un sistema delimitado por umbrales, puntos de
no retorno, que activan toda una serie de bucles de retroalimentación
que es lo que nos lleva, independientemente de lo que hagamos los seres
humanos, hacia otro equilibrio climático notablemente más cálido.
De
manera que imaginar escenarios a los que podemos llegar está
condicionado por la activación de esos bucles de retroalimentación
positivos que son muy difíciles de determinar ya que el clima es un
sistema complejo. Sin embargo, cada vez hay más evidencias científicas
que indican que ese límite puede corresponder, aproximadamente, a una
concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera de 350
partes por millón, el equivalente a un aumento térmico de grado y medio.
Ahora mismo estamos claramente por encima de esa cifra. Así que para
evitar que el sistema climático se active no podemos sobrepasar ese
umbral bajo ningún concepto porque entonces ya no tendremos capacidad de
regular la temperatura de la Tierra.
Pese a las evidencias científicas, la imagen que deja la
COP25 es la de dos mundos paralelos. Mientras uno, el oficial, debate
por cada coma para encajar intereses económicos con medidas
medioambientales el otro, el social, reclama un cambio de modelo
productivo sin dilación.
Efectivamente, son dos mundos paralelos pero sólo uno de ellos razona
en base a datos científicos. El otro, el oficial, sigue especulando con
la vida de millones de personas y de millones de seres vivos cuando no
hay debate a nivel científico sobre lo que tenemos que hacer para evitar
el colapso.
Justo antes de comenzar la COP25, Naciones Unidas publicó
un informe que planteaba una reducción de las emisiones globales a la
atmósfera de 7,6% anual entre 2020 y 2030. Y eso no se puede conseguir
racaneando cada uno de los debates o discutiendo sobre las reducciones
país por país. La única manera de hacerlo es promoviendo cambios
profundos en el sistema. Ya no estamos en los años 70, cuando tuvimos la
oportunidad de haber hecho una transición más o menos ordenada y
tranquila. Ahora hablamos de una reducción en torno al 8% anual.
Eso es
una barbaridad. Para darle una referencia comparativa le diré que la
reducción de emisiones que siguió al proceso de desindustrialización
tras el colapso del bloque soviético fue del 4%, cuatro puntos menos de
lo que lo que ahora estamos obligados a restringir de manera continuada
en todo el planeta. Parece indudable que estos objetivos no podrán
cumplirse si no se produce una remodelación profunda de nuestro orden
económico y social.
Pero eso requiere de un cambio radical a nivel mundial, casi revolucionario
Y en todos los órdenes de la vida. Mire, acabamos de concluir un
estudio de cómo sería esa remodelación en España para acoplarnos a los
límites que plantea Naciones Unidas y el resultado que obtuvimos es el
de una economía que decrecería de manera muy drástica en sectores como
el turismo, la construcción, el financiero y el transporte. Un segundo
elemento es que el motor productivo español se haría mucho más local.
Y
el tercer factor clave del cambio sería una reprimarización grande de
nuestra economía. Es decir, un aumento de los modelos agrícolas para
absorber los trabajos industriales que desaparecerían y una
reforestación fuerte de los ecosistemas. La conclusión de hacer frente a
este desafío es que habría una reducción de la base económica, algo
indispensable, y una pérdida de empleo.
¿Cree que esa propuesta es asumible?
Tal y como está la situación medioambiental no podemos plantearnos
otra cosa. Hemos tardado tanto tiempo en asumir el cambio climático que
ya no nos queda otro remedio que hacerlo mal y contracorriente. Debemos
prepararnos para un cierto sufrimiento.
Y si las cumbres mundiales continúan fracasando, ¿cómo se puede progresar?
Es verdad es que el espacio institucional de acuerdos está muerto. Ni
siquiera lo que se denomina Acuerdo de París merece ese calificativo
porque lo único que decidió es que cada país haga las reducciones que
considere oportunas y, además, que si no las llevan a cabo no exista
ninguna sanción. Lo que ha venido después han sido retoques y ajustes.
Sin embargo, existen foros internacionales que ya promueven alternativas
exitosas a las emisiones de gases de efecto invernadero.
Una de ellas,
por ejemplo, es el movimiento global antiextractivista. Otra línea de
avance son las propuestas de los movimientos sociales para cambiar el
modelo energético y modificar el modo de vida hacia esquemas más
austeros que encajen con los límites planetarios. Y ahí no sólo incluyen
la transformación del transporte y el consumo a gran escala sino
también los modelos de climatización de nuestros hogares. No sólo
necesitamos cambios energéticos urgentes sino también modificaciones en
nuestros hábitos de vida. Y todo esto está en marcha.
¿Ese es el valor de las Contracumbres?
Una de las grandes virtudes de las cumbres sociales por el clima,
como la que hemos organizado en Madrid, es poner en contacto todas esas
experiencias. Se aprende mucho y se crean sinergias de colaboración.
Pero también sirven para que una vez al año la sociedad civil pueda
focalizar sus presiones sobre los espacios de decisión institucional.
Eso es muy importante.
Es inevitable preguntarle por Greta Thunberg. ¿Qué opina del protagonismo que ha asumido?
En mi opinión, está teniendo un papel excelente y excepcional. Está
mostrando una gran capacidad para articular mensajes con una claridad y
una potencia que ha llegado a los jóvenes y los está llevando hacia la
movilización. Eso es algo que ninguna organización social había logrado
hasta ahora. Por eso me parece extraordinario. Así que quitémonos el
sombrero ante lo que está haciendo. En esta Cumbre de Madrid ha
introducido elementos interesantes como fue ceder la voz a otras jóvenes
en sus ruedas de prensa pese a que era ella quien focalizaba toda la
atención mediática.
Y lo ha realizado con un nivel de coherencia vital y
de modestia absolutamente desconocido en el mundo político. Diciendo
verdades como puños, asumiendo el rol de icono movilizador pero
demostrando su disposición a repartir juego. Así que no me extraña que
ciertos sectores de poder se sientan molestos y la ataquen. Ya me
gustaría haber tenido el discurso ella tiene cuando tuve 16 años.
Puede que incomode porque algunos políticos siguen sin tomarse muy en serio la emergencia climática
Cuando Trump dice que Greta Thunberg es una niña histérica es
probable que por su boca hable también un sector importante del poder
global. Cínicos que siguen creyendo que poseen las herramientas
necesarias para esquivar esta situación. En mi opinión, esta gente es
tremendamente peligrosa.
¿Es partidario de empezar a sancionar a aquellos países que
incumplan los compromisos internacionales contra el cambio climático?
A una persona como Trump no puedes vetarle en foros internacionales
porque, entre otras cosas, se necesita que EEUU entre en esta batalla
con compromisos vinculantes. Pero otra historia muy diferente es
emprender acciones judiciales con consecuencias penales para este tipo
de políticos irresponsables. En Holanda se ha abierto un proceso en los
tribunales por la inacción climática y está funcionando bastante bien. A
nivel español, organizaciones como ‘Ecologistas en Acción’ y
‘Greenpeace’ ya estamos pensando cómo abrir esta vía. Tenemos un marco
universal de los derechos humanos amparado por Naciones Unidas.
¿Cuál es
la primera consecuencia del cambio climático? La vulneración del
derecho a la vida de millones de personas afectadas por inundaciones
costeras, por sequías prolongadas, por desplazamientos forzosos y por
una serie de acontecimientos que ya estamos viviendo, y que vamos a
seguir viviendo de forma mucho más dramática si se activan esos bucles
de retroalimentación positiva de los que antes hablaba. Así que gente
como Trump, por la posición de poder que ocupa, tiene una
responsabilidad en todo esto desde el punto de vista jurídico.
En su libro En la espiral de la energía, defiende la
imposibilidad de mantener un sistema comercial como el actual sin el
uso de combustibles fósiles. ¿Ha entrado en quiebra la globalización?
La globalización, tal y como la conocemos, ha entrado en una
trayectoria renqueante y en retroceso. Podemos pensar que esto se deba
solamente al auge circunstancial de políticos como Trump, que ha ido
recortando la externalización de su economía; o a la incapacidad de la
Organización Mundial del Comercio (OMC) para llegar a nuevos acuerdos de
liberalización financiera.
Sin quitar valor a estos factores, hay otros
elementos que están jugando un papel relevante. Uno es que ahora mismo
estamos asistiendo al principio del fin de los combustibles fósiles con
disponibilidad alta y abundante, lo que va a imposibilitar el transporte
de mercancías, de personas y de información a largas distancias, en
grandes volúmenes y en poco tiempo.
Algunos indicadores de que esto es
así es el descenso de la disponibilidad de diesel, fundamental para el
transporte de mercancías. Lo mismo sucederá con otros combustibles en
los próximos años. Para mí es uno de los vectores que confirman el
deterioro del actual modelo de globalización, sobre todo porque no hay
fuentes energéticas alternativas que permitan el mantenimiento del
transporte masivo y rápido como hoy en día.
Sin embargo, la empresa líder en la construcción de aviones
supersónicos acaba de anunciar que fabricará en España, concretamente en
Vitoria, una nueva aeronave destinada a viajes de negocios privados
para 2024. De nuevo, el interés comercial frente al cambio climático
Es el ejemplo que permite visualizar la tiranía de un sistema
económico que necesita crecer constantemente para no entrar en crisis. Y
la única manera de hacerlo es aumentando las necesidades materiales y
el consumo energético. No es ningún secreto referirse a la correlación
lineal que ambos términos tienen con el Producto Interior Bruto (PIB).
Así que cuando escucho algunas de las propuestas que nos han intentado
vender en la COP25 para seguir creciendo, aunque sea de manera distinta a
la que impera en la actualidad, me parece un sueño mágico. Es que no es
posible. Todos los datos indican que para acoplarnos a los límites
medioambientales estamos obligados a decrecer en lo material y en lo
energético. Y la consecuencia inevitable será una contracción económica.
No se puede hacer todo a la vez.
Es decir, ¿para usted el Green New Deal no es el plan b para salvar la economía global?
No, porque básicamente trata de mantener las tasas de crecimiento
sobre una transición fortísima a las renovables, sobre el reciclaje, la
reutilización y una mejora en la eficiencia productiva de los procesos
donde el coche eléctrico sea el protagonista central. Y nos dice que si
lo logramos nos va a permitir mantener el crecimiento y generar más
empleo. En mi opinión, es una propuesta muy teórica que no se sostiene
con datos.
Coincido en que hay que apostar decididamente por las
renovables como la energía del futuro pero de un futuro distinto, entre
otras cosas porque no va a suministrarnos la misma potencia que hoy
tenemos ni tampoco las mismas prestaciones. Por ejemplo, el uso
generalizado del coche eléctrico obligará a realizar enormes inversiones
económicas, materiales y temporales.
El litio es un elemento escaso en
la corteza terrestre y con una disponibilidad limitada a unos cientos de
miles de vehículos si lo aprovechamos bien porque del litio no se
recicla ni el 1%. O cuando habla de internet y smart cities como si el mundo digital esté desmaterializado, algo que no es así en absoluto. Lo que el Green Deal
esconde tras su bello mensaje es un consumo ingente de materia y
energía. En realidad, me parece más un brindis al sol que la respuesta a
la realidad a la que nos enfrentamos.
Usted, que se dedica a la pedagogía ecologista, ¿cree que la
protección medioambiental debería equipararse al PIB para valorar el
nivel de desarrollo de un país?
El problema es que cuando se habla de emergencia climática sólo se
plantean medidas epidérmicas. De alguna manera, pensamos que con algunos
ajustes la cosa va a funcionar porque todavía estamos a tiempo cuando
la realidad indica lo contrario. La prueba es que el verano en España en
estos momentos ya es cinco semanas más largo que en el siglo XX. ¡Más
de un mes! Y esto tiene implicaciones en todos los órdenes de la vida.
Desde la fertilidad de las cosechas, a la disponibilidad de agua y la
mortalidad por olas de calor entre la población. Este proceso ha venido
para quedarse y sólo puede ir hacia adelante, no hacia atrás. Y es
crucial que lo entendamos desde las escuelas para prepararnos para lo
peor y aprovechar las oportunidades.
Y en esa función de concienciación social, ¿no ha fracasado el movimiento ecologista?
En cierto modo, sí. Siempre hemos querido abrir puertas a cambios más
o menos justos, a transiciones más o menos tranquilas y ordenadas pero
eso es algo que ya no va a poder ser. Hemos llegado a un punto en el que
la transformación se hará como se pueda, con unos grados de distorsión
social amplios porque hemos llegado tarde. La concienciación se
producirá por la vía de los hechos, por las malas, a medida de que
vayamos chocando contra los límites ambientales. Y eso es una mala
noticia.
Describe un futuro oscuro
Es casi una visión distópica donde una parte de la población abrazará
posiciones de corte neofascista. Pero es solo una de las posibilidades.
Existen otra serie de escenarios posibles descritos mucho más justos y
democráticos donde sí apetecerá vivir. Hay dos novelas, El Oráculo de Gaia e Iv,
que plantean sin maniqueísmos la articulación de nuevas sociedades tras
el colapso industrial similares al que podemos soñar las mayorías
sociales. Es decir, un mundo donde la gente pueda decidir sobre sus
vidas, donde no exista una desigualdad brutal ni estemos en guerra
contra el resto de las especies.
Creo que vamos a tener oportunidades
para materializarlo porque las fuentes de energía renovable serán más
accesibles a la gente y porque la capacidad de control social, desde lo
militar a la sociedad de la imagen, va a debilitarse. Si somos los
suficientemente inteligentes para captar el mensaje de que el
desarrollismo ha concluido y empezamos a gestionar adecuadamente el que
va a llegar encontraremos espacios para la esperanza."
(Entrevista a Luis González Reyes, fundador de ‘Ecologistas en Acción’, Gorka Castillo, CTXT, 18/12/19)
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