26/11/21

Manipulando deliberadamente algunas de las operaciones físicas y biológicas más básicas del planeta, los humanos estamos a punto de convertir un mundo que nos venía dado en un mundo construido por nosotros. Las tecnologías dominantes en esta nueva época cambiarán no solo el aspecto del planeta, sino también y sobre todo su funcionamiento. La naturaleza y los procesos que la conforman serán cada vez más algo diseñado por nosotros...

 "(...) Nadie puede negar que muchas e importantes transformaciones planetarias ya han tenido lugar. Pero hasta ahora, sin embargo, casi todos los impactos globales provocados por nuestra especie se han producido de forma no deliberada, inadvertidamente. 

Nadie había planeado contaminar con mercurio todas las calas de Alaska o permitir que sustancias químicas industriales penetrasen en la carne de las ballenas que nadan bajo el hielo del Ártico. Ni el calentamiento atmosférico atribuible a la quema de combustibles fósiles ni las extinciones masivas debidas a la destrucción de extensos hábitats han sido deliberadas. 

En todas las transformaciones que han tenido lugar hasta la fecha, los cambios globales estaban muy lejos de la mente de quienes los estaban perpetrando.

Pero de ahora en adelante las cosas serán diferentes. Una vez que nos hemos dado cuenta del carácter global de los daños que estamos infligiendo a la naturaleza, no tenemos otra opción que tomar las decisiones acerca de nuestras futuras acciones de un modo mucho más autoconsciente. Igual que el animal herido que hemos encontrado sufriendo en la cuneta, el planeta roto se ha convertido de pronto en nuestra responsabilidad. Ya no tenemos la alternativa de apartar la vista y pretender que no nos hemos dado cuenta de nada. La buena conciencia no nos lo permitirá.

En estos momentos, para colmo, la responsabilidad es especialmente grave. En el mismo momento en que estamos asumiendo esta carga moral, nuevas tecnologías hacen posible una transformación del mundo que nos rodea mucho más profunda que cualquiera que haya tenido lugar anteriormente. Algunas de las funciones más básicas de la Tierra –cómo se construye el ADN, cómo penetran en la atmósfera los rayos del Sol, cómo se forman los ecosistemas– estarán cada vez más determinadas por el diseño humano. Lo que solía ser el resultado no planificado de unos procesos naturales, será cada vez más el producto de nuestras decisiones conscientes. En el marco de la discusión sobre cómo será el futuro que vamos a habitar, el premio Nobel de química Paul Crutzen expresa de una manera contundente lo que nos espera: “Somos nosotros quienes decidimos qué es y qué será lo natural”.[3]

 La sustitución de los procesos naturales por los procesos sintéticos es el sello distintivo de lo que podríamos denominar la era del Plastoceno. La elección de este término no pretende sugerir un mundo lleno de plástico. Durante las próximas décadas la humanidad encontrará buenos motivos para alejarse de esta creación sintética particular. El término Plastoceno refleja el uso como adjetivo de la palabra plástico y alude a un planeta que se está volviendo cada vez más flexible y moldeable. La palabra Plastoceno apunta a un grado sin precedentes en la maleabilidad de la Tierra que están haciendo posible las nuevas tecnologías para aquellos que tengan los recursos para desarrollarlas e implementarlas.

Manipulando deliberadamente algunas de las operaciones físicas y biológicas más básicas del planeta, los humanos estamos a punto de convertir un mundo que nos venía dado en un mundo construido por nosotros. En el Plastoceno, el mundo será totalmente reconstruido, desde sus cimientos, por los biólogos moleculares y los ingenieros, lo que dará lugar al comienzo de la primera Era Sintética del planeta.[4]

La reconstrucción del planeta durante la Era Sintética no se limitará a una serie de cambios superficiales. Penetrará en lo más profundo del metabolismo de la Tierra. Las tecnologías dominantes en esta nueva época cambiarán no solo el aspecto del planeta, sino también y sobre todo su funcionamiento. La naturaleza y los procesos que la conforman serán cada vez más algo diseñado por nosotros.

Comprender el carácter de estas transformaciones es muy importante, porque tendremos que tomar decisiones cruciales. Los contornos exactos del camino a seguir todavía no están determinados. Hemos de decidir hasta qué punto queremos llegar en esta reconstrucción de la Tierra. Aunque un cierto nivel de gestión de los procesos naturales es ya inevitable, el Plastoceno puede todavía adoptar diversas formas en función de lo agresivamente que decidamos imponer nuestros diseños.

Según un enfoque, la nueva relación que vamos a establecer con la Tierra en la época que se avecina requerirá que rechacemos definitivamente la idea de dar un paso atrás y de tratar de disminuir nuestra huella en el planeta. Consistirá, al contrario, en una aceleración de la intervención humana en la naturaleza y en sus procesos. En vez de ejercer un impacto sobre la naturaleza de una manera irreflexiva y accidental, un Plastoceno “a tope” significa que le daremos forma deliberadamente, confiadamente, y en ocasiones implacablemente, siempre de acuerdo con las mejores habilidades de nuestros expertos técnicos. Nada estará fuera de límite.

 Otros se niegan a aceptar este elevado nivel de intervención y contemplan el amanecer de la nueva época como una oportunidad de hacer retroceder el dial de nuestra interferencia intrusiva. Aunque intensifiquemos nuestra gestión de la naturaleza en determinadas áreas, podemos implicarnos cada vez menos en otras. Eligiendo tratar determinados fragmentos de ADN como inviolables, por ejemplo, podríamos garantizar la protección de algunas porciones de lo que nos ha legado la evolución. Designando determinados paisajes como zonas enteramente vedadas, podríamos preservar algunos símbolos importantes de la independencia y del estado salvaje de la Tierra. Al mismo tiempo que alentamos el desarrollo de ciertas tecnologías a escala planetaria por razones humanitarias, podríamos contrarrestar otros aspectos de un mundo cada vez más sintético.

Con muchas de las preguntas acerca de la forma que tendrá esta Era Sintética aún por responder nos encontramos en un momento de transición crucial y tenemos una oportunidad fugaz de reflexionar mientras el planeta entra en un período diferente de su historia. En el mismo momento en que reconocemos finalmente la magnitud de nuestro impacto, mi sugerencia en las páginas de este libro es que el debate acerca de qué tipo de futuro deseamos todavía tiene que estar abierto durante un tiempo. En vez de asumir que la época que ahora se inicia tiene ya grabado de manera indeleble el nombre de nuestra especie, es preferible considerar que ocupamos un espacio de pensamiento breve pero importante. Invocando a Jano, el dios romano de las transiciones, que con una cara mira hacia el futuro y con otra hacia el pasado, este momento proporciona una ventana de oportunidad para examinar los impactos accidentales del pasado y para reflexionar meticulosamente sobre los impactos deliberados del futuro.

La reciente ola de populismo que recorre la política europea y norteamericana ha sido interpretada como significando que cada vez son más las personas que piensan que el control del futuro se les ha escapado de las manos. Tienen la sensación de que su vida está cada vez más en manos ajenas. Si no logramos comportarnos reflexivamente en este momento de transición, los contornos de la Era Sintética los determinarán efectivamente unos intereses económicos y unos expertos distantes. Las decisiones sobre hasta qué punto es preciso reconstruir la Tierra las tomarán una élite de expertos y el mercado, atraídos ambos por una determinada combinación de altruismo genuino y de la posibilidad de obtener nuevos beneficios de unas intervenciones cada vez más drásticas. En este caso, si nos dejamos arrastrar irreflexiblemente por unos intereses puramente comerciales hacia un Plastoceno a toda marcha, nos veremos abocados a un cambio trascendental. La Tierra y muchos de sus procesos fundamentales perderán su independencia respecto a nosotros, y en un sentido final y muy real nuestro entorno se verá privado de su carácter esencialmente natural. La biosfera quedará totalmente subsumida en la tecnosfera.

 Y esto tendrá consecuencias. Si le hacemos esto a la Tierra, nos lo estaremos haciendo de hecho a nosotros mismos.

Déjenme aclarar desde el principio que este libro no es un rechazo de las importantes áreas de investigación y descubrimiento en él descritas.[5]  Partiendo del nivel atómico y avanzando hacia la manipulación de la atmósfera en su conjunto, los capítulos que vienen a continuación tratan de manera elogiosa algunas de las poderosas tecnologías que están actualmente emergiendo. No cabe duda de que necesitaremos muchos de estos desarrollos para hacer frente a los impactos que está creando una población cada vez más urbanizada e industrializada. Dichas tecnologías permitirán a un número mayor de seres humanos vivir una vida mejor y con menos impactos negativos que ninguna de las tecnologías del pasado. Algunas de estas herramientas serán también esenciales para reparar los daños que ya le hemos causado al planeta. De un modo u otro, una determinada versión de la Era Sintética es algo inevitable.

 De todos modos, la inevitabilidad de algunas de estas transformaciones va acompañada de una advertencia aleccionadora. Entre las promesas de las tecnologías acechan algunas seducciones peligrosas. A menudo implican unas fantasías exageradas sobre la idea de control. Nos colocan en un rol de gestores planetarios para el que estamos poco preparados. Y disuelven un antiguo pacto acerca de la forma en que los humanos deberíamos aspirar a tratar el mundo que nos rodea.

La reconstrucción de la Tierra y de nosotros mismos que nos ofrece la Era Sintética tiene todo el aspecto de ser un arma de doble filo. Ciertamente producirá muchos beneficios, pero también tendrá un coste importante. En algunos casos, significará una visión nueva y feliz de salud y opulencia, y una exploración optimista de nuevos tipos de relaciones con nuestro entorno. En otros momentos creará un intento desesperado de aferrarnos a nuestra cordura en un mundo que se estará volviendo cada vez más irreconocible en comparación con el que habitábamos en el pasado. Nos encontraremos corriendo desenfrenadamente y con los ojos vendados por un terreno inestable e irregular.

Tenemos la garantía de que el futuro que habitaremos será diferente, pero la forma concreta que adoptará aún está por determinar. En un mundo justo, esta forma la decidirá unas elección popular racional y bien informada. Este es uno de los mensajes centrales que espero transmitir en lo que sigue. No son decisiones que puedan dejarse en manos de un grupo selecto. Al fin y al cabo, es mucho lo que se juega en ello nuestra especie."                   

(Introducción del libro de Christopher J. Preston La Era Sintética. El Viejo Topo, 20/06/21)

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