"Sofi Oksanen no es solo una voz única en la literatura europea, consagrada por premios relevantes y traducida a decenas de idiomas, sino también una conciencia andante de la identidad de los países del Este que fueron soviéticos y que han clamado sin cesar contra los abusos, la miseria, la explotación y el totalitarismo soviético redivivo estos días en Ucrania.
Finlandesa de madre estonia, 45 años, se ha movilizado activamente contra las dictaduras que perviven en Bielorrusia y Rusia y ahora demuestra su punto visionario al publicar una nueva novela escrita y trabajada obviamente antes de la invasión de Ucrania y situada en todos los territorios que estos días se han vuelto —por desgracia— familiares.
Dnipró, Mariupol, Odesa, Mikolaiev o Kiev no son escenarios de bombardeos en las páginas de El parque de los perros (Salamandra), sino de una guerra diferente que ha dejado víctimas diferentes: el negocio de la fertilidad, del que Ucrania es un máximo exponente con el peregrinaje de cientos de familias que han buscado ahí madres de alquiler. Oksanen ha bebido de las tragedias que generó la guerra iniciada en 2014 (cuando Putin anexionó Crimea a Rusia e invadió el Donbás) y de ellas ha tomado prestados los personajes de esta trama en la que los sueños van rebotando de más a menos como una pelota perdida.
Son las chicas que quisieron ser modelos para huir de la guerra y la miseria, que luego se apuntaron a agencias matrimoniales para ver si había suerte y que acabaron vendiendo sus óvulos y procreando criaturas para parejas que las eligen por catálogo. En esa cadena, la pérdida del bebé concebido y albergado es el último estadio de esa pelota fallida.
“Ucrania nos resulta muy próxima a los estonios y no estoy hablando de geografía”, cuenta Oksanen. “Estamos a dos horas de avión, hay muchísimos ucranios en Estonia y casi todos los estonios han viajado allí incluso en excursiones de colegio”. Pero en esa cercanía que ella misma ha vivido hubo un asunto que la desconcertó, y fue ese negocio de la fertilidad en el que no hay ni límites de edad. “Si quieres ser padre a los 70 u 80 años o elegir el sexo del bebé, ¡no es problema!”.
Por ello eligió ese trasfondo para conformar una historia de regreso, de vuelta a casa. “El género del regreso es universal, para los americanos es la vuelta de Vietnam y para los alemanes, de la II Guerra Mundial, pero para los países del Este la guerra mundial solo acabó en los noventa, cuando las tropas soviéticas se fueron. Por eso nuestra perspectiva es diferente y quería escribir una historia de regreso desde el punto de vista de Europa del Este”.
—¿Qué piensa personalmente de la venta de óvulos? ¿Le parece ético?
—Hay una enorme zona gris en el negocio y no hay suficientes normas éticas, ni datos, ni estadísticas. Yo pude investigar allí porque, aunque para los nórdicos o los españoles eso sea extraño, allí es legal, hablan de ello y les gusta promoverlo. No te dicen los problemas, claro, las consecuencias psicológicas. Pero están orgullosos. Eso sí, es un negocio con los principios del negocio, lo que significa que el cliente siempre tiene la razón. Y las donantes y madres subrogadas no son la prioridad.
Esta entrevista se iba a hacer en su casa en Helsinki, pero estalló la guerra y las amenazas directas de Rusia a Finlandia hicieron más conveniente esperar un mejor momento para el viaje y conformarnos con una conexión vía Zoom. Y algunos correos.
—¿Tiene miedo de Putin? ¿De un ataque?
—No uso la palabra miedo. Prefiero la palabra “consciente”. Hemos vivido al lado de Rusia durante siglos. Mi abuelo finlandés fue un veterano de la Guerra de Invierno [el ataque de Rusia a Finlandia en 1939]. Su hermano gemelo murió a tiros, a su lado, a manos del Ejército soviético. Mi abuelo estonio fue miembro de los Hermanos del Bosque [la resistencia contra la ocupación soviética]. Mi tío abuelo fue un autor al que dejaron de publicar cuando se negó a someterse a Lenin. Mis otros tíos abuelos murieron como integrantes de Hermanos del Bosque en Estonia o fueron deportados. Así que el miedo no está en mi ADN. La resistencia a la dictadura, sí.
Aunque finlandesa, Oksanen suele volver a esa historia soviética que ha marcado a su familia y que va quedando reflejada en su literatura. Purga (2008), su novela más galardonada, se fijaba en el tráfico de mujeres rusas. Norma (2015) también aborda las redes mafiosas. Y Cuando las palomas cayeron del cielo (2012) viaja a esos tiempos aciagos en torno a la ocupación nazi y la II Guerra Mundial. ¿Y todo eso por qué? “Porque Europa no sabe lo suficiente sobre ello y ahora vemos el resultado”, afirma.
Oksanen reprocha a Occidente que no haya considerado a los países del Este como iguales e importantes, que no se haya interesado por su cultura, sus autores, su historia. “La historia es eurocéntrica y se han desarrollado buenas relaciones comerciales, pero no una relación de iguales”, afirma. “Hemos necesitado tener a los tanques en las casas de la gente para que Occidente se diera cuenta y empezara a pensar: ‘¡Oh, tenemos un problema!”, ironiza. “No se les ha tomado en serio. Han confiado en sus propios expertos sobre Putin, por ejemplo; espero que ahora cambie y empiecen a confiar en los de aquí”.
Está tan segura de que Putin no se va a arredrar ni dar marcha atrás que considera que deberíamos estar pensando en el régimen pos-Putin. “Está conformándose mientras estamos hablando. El régimen pos-Putin incluye su legado, que es dividir Europa y un nuevo orden mundial. La división de Europa no va a terminar simplemente porque se instale otro señor en el Kremlin. Ucrania es solo parte del gran juego de Putin”. Ese juego empezó, dice, cuando llegó al poder, comenzó a controlar los medios y los convirtió en su herramienta para extender su narrativa. “La rehabilitación de Stalin ha sido crucial en su proyecto porque al hacerlo convirtió en aceptable que un dictador mate a millones de personas. Putin quiere ser un nuevo Stalin, en compañía de Stalin, Iván el Terrible, esos líderes que gobernaron con terror y asesinatos en masa”.
El parque de los perros es una oportuna novela para entender Ucrania. La que había cuando la escribió y la que hay cuando Putin la bombardea. Y la coloca en donde ella quiere estar: “Soy una autora poscolonial. Y la literatura poscolonial es mi contexto”. Un poscolonialismo, como vemos, que Putin intenta cada día desafiar."
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