"Llegará un día en que no podremos más, y entonces lo podremos todo”,
decía el poeta Vicent Andrés Estellés. Pues ese día está llegando. Los
pastores y las pastoras estamos hartos ya.
Señores y
señoras, representantes políticos y administradores de los servicios
esenciales para la ciudadanía: ¿Cuántos de los millones de euros que las
comunidades autónomas han anunciado que van a invertir en la campaña
para la prevención de incendios y limpieza de montes van a ir destinados
a los pastores y a las pastoras del mundo rural? La ganadería extensiva
se está tambaleando. Apenas nos tenemos en pie. Muchas de las
explotaciones ganaderas han llevado ya a sus animales al matadero. Y
otras, no se sabe cómo vamos a terminar.
No se trata de dar
ese dinero por nada y para nada. Conocemos de sobra las razones por las
cuales se producen los incendios. Las entidades sin ánimo de lucro que
llevan años defendiendo el entorno rural y la naturaleza lo tienen muy
claro: “El mejor bombero forestal es la ganadería extensiva”. Si hasta vosotros mismos nos estáis diciendo la importante labor que realizamos.
Las
pastoras y los pastores de la Serranía Alta de Cuenca solo queremos
mantener vivas nuestras explotaciones ganaderas, mantener vivos nuestros
pueblos, seguir trabajando, seguir adelante. Pero estamos atravesando
la tormenta perfecta: el cambio climático nos golpea con una dureza
nunca antes conocida, tenemos que alimentar al ganado con cereales cuyos
precios se han duplicado, somos el eslabón más débil de la cadena
(víctimas de almacenistas, especuladores, intermediarios y gentes a
menudo sin escrúpulos que viven a nuestra costa). Compramos por lo que
nos piden, vendemos por lo que nos dan… Nuestros productos son
perecederos y perdemos así cualquier posibilidad de presión a la hora de
negociar los precios.
No queremos ser héroes. Solo
queremos poder vivir con dignidad. Los pastores y las pastoras somos
esclavos de nuestras ovejas, vivimos para ellas, sin horario ni
calendario. Pero ¿hasta cuándo podremos aguantar esta situación? Si
producir alimentos sanos y naturales en estas circunstancias nos cuesta
dinero, si otro recurso como la lana ya no vale nada, si por vivir en
zonas remotas hasta tengo que pagar por que se lleven el estiércol…
Entonces ¿qué nos queda?
Nos queda el trabajo
importantísimo que nuestros ganados llevan a cabo en el campo,
aprovechando los pastos, abriendo sendas y caminos, evitando que se
conviertan en combustible, ayudando a mantener el equilibrio en los
ecosistemas, fomentando la diversidad, creando paisaje para el disfrute
de todos. Es un trabajo que se nos tendría que reconocer, valorar y
pagar. En ello va nuestra supervivencia.
No nos dejen caer.
No dejen que desaparezcamos. La ganadería extensiva tendría que ser
considerada como lo que es: una pieza esencial del operativo de
prevención y lucha contra los incendios, junto con las cuadrillas
forestales que desbrozan los montes. Las personas que lo hacemos posible
reclamamos dignidad.
A menudo los pastores interiorizamos
que “lo que hacemos no vale nada”, que “somos tontos como nuestras
ovejas”, y por eso seguimos adelante sin esperar nada a cambio. Pero ni
somos tontos, ni nuestras ovejas son tontas. Pedimos que nos paguen por
nuestro trabajo, que paguen a las ovejas, a las vacas, al ganado que
limpia y cuida nuestros montes. Por el servicio esencial que desempeñan,
por su función ecológica y social de vital importancia, en un contexto
crucial de emergencia climática.
Señores y señoras, esa remuneración digna, ese apoyo que exigimos, no es para nosotros. Es para todos. Para todas. Por favor, rásquense el bolsillo. O mejor dicho, adminístrenlo bien. Solo se trata de eso, de administrarlo bien, de priorizar lo realmente esencial, y pensar, de una vez por todas, en el bien común."
(Rodrigo Molinera Villanueva , Pastor de Poyatos, Serranía Alta de Cuenca, Laura Navarro , Hija de poyatera; El Salto, 10/08/22)
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