26/10/22

Mazzucato: el «triángulo del litio» es una región, encastrada entre Argentina, Bolivia y Chile, que alberga, junto con Perú, unas dos terceras partes de las reservas mundiales de litio. Pero a pesar del papel crucial de este elemento para la digitalización y la transición energética global, Chile, Bolivia y Argentina no han conseguido una gobernanza correcta del desarrollo regional, al permitir a la extracción de recursos impulsar un crecimiento carente de dirección... Convirtiendo un recurso natural como el litio en elemento central de una misión específica (por ejemplo, la descarbonización de la economía), los gobiernos pueden reconfigurar el sistema de incentivos. En vez de alentar una explotación insensata de los recursos naturales, pueden procurar que las rentas obtenidas se reinviertan en actividades más innovadoras y beneficiosas. Mediante un enfoque multisectorial estratégico como este, Argentina, Bolivia y Chile pueden transformar la maldición de los recursos naturales en una oportunidad de progreso social y ambiental acelerado

 "La guerra en Ucrania y la crisis mundial del costo de vida golpean con dureza a América Latina y el Caribe (AMC). El crecimiento regional, que después de la COVID‑19 exhibió una recuperación impresionante hasta alcanzar una tasa promedio del 6,8% en 2021, se reducirá a apenas 1,8% este año, con efectos paralizantes para las personas más vulnerables. En comparación con 2021, la tasa de pobreza de América Latina en 2022 aumentará 0,9 puntos porcentuales hasta el 33%, y la pobreza extrema subirá 0,7 puntos porcentuales hasta el 14,5%. 

 Pero muchos países de la región tienen una oportunidad para redefinir sus políticas económicas; y aunque todos son muy distintos, enfrentan un conjunto común de desafíos estructurales, que incluyen la dependencia respecto de los recursos naturales, baja productividad, debilidad del sector público y un margen fiscal estrecho. La solución de estos desafíos estructurales demanda gobernanza progresista y énfasis en objetivos económicos claros: crear empleo, aumentar la productividad, reducir la pobreza, eliminar la brecha digital y acelerar la transición a la energía limpia. 

Para sostener esta agenda, los gobiernos necesitarán una narrativa nueva que ponga en primer plano el crecimiento guiado por la innovación. No se trata de que los países de AMC necesiten innovaciones disruptivas por sí mismas (como las que vemos en Silicon Valley), sino innovación con sentido de propósito, para la solución de problemas concretos de vieja data, como la creciente brecha digital y el aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero.

 Por eso, en un nuevo informe para la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), titulado Cambio transformacional en América Latina y el Caribe: un enfoque de política orientada por misiones, intento ofrecer un plan realizable para la creación de riqueza en toda la región. El informe no traza una senda definitiva que todos los gobiernos deban seguir; en cambio, propone un marco y un vocabulario nuevos, e identifica las clases de políticas, herramientas e instituciones que se necesitan para impulsar un crecimiento guiado por la innovación. 

Para crear una economía inclusiva, sostenible y con prosperidad compartida, propongo que los gobiernos de AMC adopten estrategias industriales orientadas por misiones, con menos énfasis en el uso de políticas ya probadas (por ejemplo, aquellas que buscan fortalecer la sustitución de importaciones o conseguir competitividad de precios) y más énfasis en reconsiderar el papel del Estado. Hay que ver al Estado no como un obstáculo al crecimiento, sino como un configurador seguro y capaz del mercado, con una posición única para aplicar ambición y audacia a la solución de los mayores desafíos que enfrentan los países.

 Pero para que el Estado tenga éxito en este papel, los gobiernos deben fijar objetivos claros y demostrar voluntad de usar todos los instrumentos de que disponen, desde la compra pública hasta el otorgamiento de préstamos. Es la única forma eficaz de catalizar procesos de experimentación de carácter ascendente en una multiplicidad de sectores de la economía.

 Los gobiernos pueden comenzar por los Objetivos de Desarrollo Sostenible, y luego idear misiones que impulsen la movilización colectiva multisectorial hacia el logro de cada uno de ellos. Como explica el informe, esto demandará una estrategia clara para fortalecer las capacidades dinámicas del sector público, mediante el aprovechamiento de nuevas herramientas y políticas orientadas a resultados y la creación de nuevas instituciones orientadas por misiones.

 Un enfoque de misiones exige reconocer el hecho de que las grandes transiciones (por ejemplo, de una economía basada en los combustibles fósiles a una economía sostenible) pueden llevar mucho tiempo. La industria gaspetrolera tiene habilidades y capacidades valiosas acumuladas que se pueden reorientar resignificando los subsidios a esos sectores como incentivos a un cambio en la dirección de la economía verde.

 El informe examina ocho casos de diferentes países de AMC en los que políticas e instituciones orientadas por misiones podrían satisfacer la necesidad de cambio. Piénsese en el problema de la dependencia de los recursos naturales, de la que sirve de ejemplo el «triángulo del litio». Esta región, encastrada entre Argentina, Bolivia y Chile, alberga, junto con Perú, unas dos terceras partes de las reservas mundiales de litio. Pero a pesar del papel crucial de este elemento para la digitalización y la transición energética global, Chile, Bolivia y Argentina no han conseguido una gobernanza correcta del desarrollo regional, al permitir a la extracción de recursos impulsar un crecimiento carente de dirección.

 Convirtiendo un recurso natural como el litio en elemento central de una misión específica (por ejemplo, la descarbonización de la economía), los gobiernos pueden reconfigurar el sistema de incentivos. En vez de alentar una explotación insensata de los recursos naturales, pueden procurar que las rentas obtenidas se reinviertan en actividades más innovadoras y beneficiosas. Mediante un enfoque multisectorial estratégico como este, Argentina, Bolivia y Chile pueden transformar la maldición de los recursos naturales en una oportunidad de progreso social y ambiental acelerado. 

Asimismo, los países del Caribe tienen una oportunidad para crear un sector turístico más verde en toda la cadena de suministro, desde el transporte hasta la construcción. Sus gobiernos pueden adoptar la ambiciosa misión de preservar los océanos y el lecho marino y así fomentar la innovación y la inversión en una variedad de sectores, siguiendo el ejemplo de Barbados bajo su inspiradora primera ministra, Mia Mottley. En última instancia, el informe sobre AMC tiene que ver con la creación de un nuevo contrato social entre el Estado, las empresas, los sindicatos y la ciudadanía.

 Un Estado con más audacia y capacidad puede ser un socio mejor para las empresas, al sentar las bases para nuevas alianzas público‑privadas que maximicen el beneficio público en vez de la mera ganancia privada. Un elemento crucial de este enfoque de misiones es que el nuevo Estado empoderado esté sometido a la rendición de cuentas por medio de una mayor participación ciudadana.

 Hoy más que nunca, se necesita claridad estratégica para enfrentar al mismo tiempo la crisis de costo de vida inmediata y los desafíos estructurales de la región a más largo plazo. Felizmente, en los gobiernos progresistas de AMC hay un creciente sentido de urgencia y propósito. Un enfoque de misiones puede servirles para empezar a redirigir el crecimiento hacia un futuro más inclusivo y sostenible, y espero que el informe resulte una guía útil en tal sentido."           (

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