Aunque la empresa no respondió a las preguntas del periodista británico, alegando que el caso está sometido a la justicia, parece evidente que deben haberse producido ya algunos incidentes concretos en los que un hombre adulto ha molestado a un menor sentado a su lado y que son estos sucesos los que han llevado a los responsables de seguridad de la línea aérea a poner en marcha una política tan radical. Los tribunales deberán decidir si la voluntad de garantizar que no se volverán a producir casos parecidos puede justificar "controlar" a toda la población masculina.
En el fondo, qué más le da al hombre sentarse en un lado o en otro del avión, si, a cambio, se garantiza que ningún pasajero infantil sufra daños físicos o psicológicos tan graves como los que provocan los abusos sexuales, aducen los defensores de esa medida. Pero para muchos otros, lo que los tribunales tienen que decidir no es cómo garantizar la seguridad de los niños, sino hasta qué punto se puede controlar a todo un colectivo o a toda una población en búsqueda de esa protección y tranquilidad." (SOLEDAD GALLEGO-DÍAZ . La parábola del pasajero. El País, 24/01/2010, p. 21)
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