Los Consejos Municipales Electrónicos (Electronic Town Meetings), como se ha dado en llamarlos, organizan la discusión y deliberación ciudadanos. El más conocido fue el que celebró en Nueva York en julio de 2002. Su objetivo era discutir en torno a qué había que hacer con la Zona Cero, el lugar anteriormente ocupado por el World Trade Center, después del 11 de septiembre. Las reuniones, en las que participaron 5.000 ciudadanos de Nueva York, acapararon la atención de más de 200 periodistas. La fórmula habitual es que los participantes, que pueden ser varios centenares, se sienten en torno a mesas formando grupos de 10 personas, y con la ayuda de un coordinador discutan y decidan sobre los asuntos específicos que se tratan en el Consejo Municipal del día. Tras largas discusiones, cada mesa vota electrónicamente y los organizadores del Consejo redactan una síntesis final. La experiencia resulta tonificante e instructiva en varios sentidos: los ciudadanos discuten directamente con personas desconocidas, y que proceden de sectores sociales a menudo distintos del suyo. Se produce una notable conciencia de toma colectiva de decisiones. Y a menudo los participantes manifiestan al salir: "Así tendría que ser la política".
Por sí solo, sin embargo, el llamado Consejo Municipal Electrónico tiene una utilidad limitada. Carece de mecanismos estructurales que garanticen que sus deliberaciones serán tenidas en cuenta cuando los grupos más reducidos de políticos tomen las decisiones. Podrían estimarlas o desestimarlas. Además, falta la continuidad. Los ciudadanos participan sobre la base de un sistema aleatorio costoso y que no se repite. Y queda sin responder la principal pregunta: ¿quién decide?
Es aquí donde nos proporciona una gran ayuda el ejemplo de Porto Alegre en Brasil. El Presupuesto Participativo (Orçamento Participativo) es un proceso anual y recurrente que implica la participación en diferentes niveles por parte de miles de ciudadanos que eligen a sus propios delegados para el Consejo del Presupuesto Participativo. Ayudados por expertos, establecen las prioridades que se presentarán al municipio. Este amplísimo proceso de debate (que incluye no solo la discusión sino también la elección de delegados) sí ejerce una influencia real sobre los políticos. Aunque el proceso participativo no ha sido dotado de poderes formales, jamás hasta la fecha el municipio se ha atrevido a rechazar las prioridades establecidas por ese proceso participativo.
Pese a que ha comenzado ya su decadencia, el experimento de Porto Alegre ha sido un ejemplo que han seguido otras 170 ciudades brasileñas. La combinación de la forma de los Consejos Municipales con la sustancia y el peso real del proceso de los Presupuestos Participativos, constituye una buena base sobre la que construir una democracia que sea capaz de combinar ambos aspectos.
Este procedimiento ni niega ni reduce el poder ni la responsabilidad de los representantes políticos. Poder y responsabilidad quedan, más bien, modificados, enriquecidos e institucionalmente constreñidos por las actividades deliberativas y participativas que los circundan. Y la cuestión teórica crucial relativa a la relación entre la democracia representativa y la participativa se resuelve del siguiente modo: la actividad de la segunda garantiza la calidad de la primera." (PAUL GINSBORG: Populismo, participación, democracia. El País, ed. Galicia, opinión, 22/05/2010, p. 33)
No hay comentarios:
Publicar un comentario