"Eric Hobsbawm, el conocido historiador marxista muerto recientemente,
deja en su prolífica producción bibliográfica una herencia intelectual
trascendente para el pensamiento crítico contemporáneo.
De este
monumental legado sobresalen, desde el sesgo antropológico de quien esto
escribe, dos libros en los que explora el concepto de bandolerismo
social: Rebeldes primitivos, estudio sobre las formas arcaicas de los movimientos sociales en los siglos XIX y XX (1959), donde dedica un capitulo al tema, y Bandidos (1969),
donde lo desarrolla plenamente.
Estas son sus obras de historia social
consideradas clásicas, fuera del ámbito de la historia económica, en la
que trabajó más asiduamente en su longeva y fecunda vida.
La
interpretación de Hobsbawm sobre el bandolerismo social rompe con la
tradición historiográfica que considera como mero delincuente, un
fuera de la ley, a todo participante en las luchas armadas contra el poder establecido, situando en un primer plano, en el campo de la investigación histórica, a movimientos sociales que los prejuicios ideológicos y sociales habían relegado al anonimato de los archivos policiacos, las páginas sensacionalistas de los periódicos, leyendas, relatos y cantos populares.
Es por eso que la crítica de Hobsbawm de que
bandoleros y salteadores de caminos preocupan a la policía, pero también debieran preocupar al historiador, es completamente justa.
Este
autor conceptualiza el bandolerismo social como una de las formas más
primitivas de protesta social organizada y sitúa este fenómeno casi
universalmente en condiciones rurales, cuando el oprimido no ha
alcanzado conciencia política, ni adquirido métodos más eficaces de
agitación social.
Esta forma de protesta social surge especialmente, y
se torna endémica y epidémica, durante periodos de tensión y
desquiciamiento, en épocas de estrecheces anormales
como hambres y guerras, después de ellos, o en el momento en que los colmillos del dinámico mundo moderno se hincan en las comunidades estáticas para destruirlas y transformarlas.
El bandolerismo social se presenta
como una forma pre-política de resistir a los ricos, a los opresores
extranjeros, a las fuerzas que de una u otra forma destruyen el orden
considerado
tradicional, en condiciones extraordinariamente violentas, provocando cambios notables en un espacio de tiempo relativamente corto.
El bandolero social representa un rechazo
individual a nuevas fuerzas sociales que imponen un poder cuya autoridad
no es del todo reconocida o sancionada por la comunidad, que ayuda y
protege al bandolero.
La existencia de esta cooperación por parte de una
población oprimida es fundamental para diferenciarlo del simple
delincuente. Y es que al enfrentarse contra los opresores –aunque sea
por medios delictivos– el pueblo oprimido ve expresados sus anhelos
íntimos de rebeldía.
Por ello, toma el papel o es trasformado en el
vengador o defensor del pueblo. Estos
símbolosde la rebeldía popular son hombres que generalmente “se rehúsan a jugar el papel sumiso que la sociedad impone… los orgullosos, los recalcitrantes, los rebeldes individuales… los que al enfrentarse a una injusticia o a una forma de persecución, rechazan ser sometidos dócilmente.” Sin embargo, como toda rebelión individual, tiene sus límites.
Es una protesta
recatada y nada revolucionaria. Protesta contra los excesos de la
opresión y la pobreza, no contra su existencia misma. El bandolero
social no se plantea con sus acciones la trasformación del mundo, no es
un revolucionario, sino que intenta, en el mejor de los casos, poner un
coto o revertir la violencia de los dominadores.
Su papel no es acabar
con el sistema que da origen a la opresión y explotación contra las que
se enfrenta, sino más bien hacer que queden limitadas dentro de los
valores tradicionales que la población que lo protege considera
justos.
Por lo tanto, por su acción e ideología, el bandolero social es un
reformista: actúa dentro del marco institucional impuesto por un sistema
cuya existencia no es puesta en tela de juicio. Por ello, afirma
Hobsbawm,
para convertirse en defensores eficaces de su pueblo, los bandoleros tendrían que dejar de serlo.
Me
correspondió aplicar el concepto de bandolerismo social al estudiar la
resistencia de los mexicanos a la conquista estadunidense de los
territorios arrebatados a México en 1848 y lo encontré de gran utilidad
para explicar especialmente el periodo que en California da lugar a la
creación literaria sobre bases reales del personaje conocido como
Joaquín Murieta, que reúne todos los rasgos del arquetipo de bandolero
social.
Tiburcio Vásquez, quien fue ajusticiado por los estadunidenses
en 1875, vivió por más de 20 años robando al gringo y repartiendo una
parte del producto de sus andanzas entre los californianos, contando con
el apoyo y la admiración de esta población.
Si Joaquín Murieta y
Tiburcio Vásquez alcanzaron gran celebridad gracias a la literatura y
hasta el cinematógrafo (trastocados en el diluido personaje de El Zorro, que
no lucha contra los yanquis), numerosos mexicanos siguieron
anónimamente sus pasos durante el periodo que va de 1850 a 1880,
aproximadamente.
En Nuevo México y Texas tenemos en esas mismas fechas
bandoleros sociales del tipo de los vengadores, como Sóstenes
L’Archevêque, de madre mexicana, quien ante la muerte de su padre a
manos de los estadunidenses inicia una sangrienta vendetta que
según Carey McWilliams lo llevo a contar 23 marcas de gringos en su
escopeta: dos marcas más que las encontradas en la escopeta de Billy The Kid.
Con
sus estudios sobre el bandolerismo y otras formas de resistencia
arcaica, Eric Hobsbawm ilumina la historia olvida del mundo de los
insumisos, que
no porque su camino fuese un callejón sin salida hemos de negarle el anhelo de libertad y de justicia que les impulsaba. (Gilberto López y Rivas, La Jornada, Rebelión, 13/10/2012)
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