"El marxismo ha tenido un enorme impacto en el estudio del pasado de dos maneras distintas, pero interrelacionadas. Por un lado, la teoría marxista ha ofrecido un rico marco conceptual (clase, modo de producción, fuerzas y relaciones productivas) que se ha utilizado para explicar los grandes procesos históricos. Historiadores marxistas como Eric Hobsbawm, Chris Wickham, Irfan Habib y Witold Kula han ofrecido relatos e interpretaciones a gran escala de fenómenos como la estructura de las sociedades medievales y el surgimiento del capitalismo.
Por otro lado, el marxismo ha sido una de las influencias clave en el surgimiento de la historia desde abajo. Historiadores marxistas como Rodney Hilton, Christopher Hill, E. P. Thompson y Eugene Genovese escribieron obras maestras que contemplaban el pasado desde la perspectiva de la gente corriente y se centraban en la importancia de su agencia histórica.
Dado el amplio impacto del marxismo en la erudición histórica moderna desde la década de 1960, resulta muy peculiar que el estudio de la antigüedad nunca haya experimentado realmente el impacto de largo alcance de los enfoques marxistas que transformaron el estudio de la historia medieval, moderna temprana y moderna. Recientemente, sin embargo, el campo de la historia antigua ha empezado a cambiar de forma radical.
En los últimos años, han surgido nuevos volúmenes sobre la historia antigua desde abajo, la cultura popular antigua, el impacto de Antonio Gramsci en el estudio de la historia antigua, y la importancia de los trabajos de Thomas Piketty sobre el capital y de David Graeber sobre la deuda para el estudio de la antigüedad. Dada esta prometedora tendencia, quizá sea el momento adecuado para examinar si el marxismo tiene algo significativo que ofrecer al actual replanteamiento radical de la historia antigua.
Es imposible responder a esta pregunta sin volver a la contribución del único esfuerzo sistemático y a gran escala por estudiar la antigüedad desde un punto de vista marxista: La lucha de clases en el mundo griego antiguo, de G. E. M. de Ste Croix: From the Archaic Period to the Arab Conquest.
Por otro lado, el marxismo ha sido una de las influencias clave en el surgimiento de la historia desde abajo. Historiadores marxistas como Rodney Hilton, Christopher Hill, E. P. Thompson y Eugene Genovese escribieron obras maestras que contemplaban el pasado desde la perspectiva de la gente corriente y se centraban en la importancia de su agencia histórica.
Dado el amplio impacto del marxismo en la erudición histórica moderna desde la década de 1960, resulta muy peculiar que el estudio de la antigüedad nunca haya experimentado realmente el impacto de largo alcance de los enfoques marxistas que transformaron el estudio de la historia medieval, moderna temprana y moderna. Recientemente, sin embargo, el campo de la historia antigua ha empezado a cambiar de forma radical.
En los últimos años, han surgido nuevos volúmenes sobre la historia antigua desde abajo, la cultura popular antigua, el impacto de Antonio Gramsci en el estudio de la historia antigua, y la importancia de los trabajos de Thomas Piketty sobre el capital y de David Graeber sobre la deuda para el estudio de la antigüedad. Dada esta prometedora tendencia, quizá sea el momento adecuado para examinar si el marxismo tiene algo significativo que ofrecer al actual replanteamiento radical de la historia antigua.
Es imposible responder a esta pregunta sin volver a la contribución del único esfuerzo sistemático y a gran escala por estudiar la antigüedad desde un punto de vista marxista: La lucha de clases en el mundo griego antiguo, de G. E. M. de Ste Croix: From the Archaic Period to the Arab Conquest.
Las antiguas sociedades griegas
Para comprender la aportación de Ste Croix, es esencial señalar algunas peculiaridades importantes de las antiguas sociedades griegas. Por un lado, la explotación de esclavos era un aspecto fundamental de las economías griegas. Sin embargo, al mismo tiempo, los esclavos constituían una minoría en todas las sociedades antiguas, y la mayor parte del trabajo lo realizaban los hogares de productores libres independientes (campesinos, artesanos, comerciantes).
La explotación de los esclavos era un aspecto fundamental de las economías griegas. Sin embargo, al mismo tiempo, los esclavos constituían una minoría en todas las sociedades antiguas.
Además, las sociedades antiguas presentan una gran diferencia con respecto a las sociedades medievales y modernas. En las sociedades medievales, los campesinos trabajaban para los terratenientes, que obtenían ingresos de su trabajo, mientras que en las sociedades modernas, la mayoría de las personas trabajan como empleados para los capitalistas. Sin embargo, en las antiguas sociedades griegas, la inmensa mayoría de la población libre no trabajaba para las élites, sino para sí misma. ¿Cómo debe combinar un análisis marxista la importancia de la esclavitud con la preponderancia de los productores libres independientes?
Por último, como resultado de estas dos peculiaridades, las antiguas sociedades griegas se caracterizaban por dos conflictos fundamentales: entre amos y esclavos, y entre ricos y pobres libres. Mientras que los conflictos colectivos entre ricos y pobres están ampliamente atestiguados para la mayoría de los periodos de la antigüedad, no existían conflictos colectivos equivalentes entre amos y esclavos. Las rebeliones de esclavos a gran escala en Sicilia y la famosa revuelta de Espartaco se produjeron todas en un breve periodo entre el 130 y el 70 a.C.. En consecuencia, para la mayor parte de los periodos de la Antigüedad, no existen conflictos colectivos atestiguados entre amos y esclavos.
Los dilemas creados por estos hechos son evidentes. ¿Cómo puede un análisis marxista abordar una sociedad en la que las clases bajas libres no trabajan generalmente para las élites y, por tanto, no son explotadas directamente por ellas? ¿Debe centrarse el análisis marxista en la importancia estructural de la esclavitud o en la preponderancia de los productores libres independientes? ¿Debe dar prioridad a las luchas colectivas entre ricos y pobres, o a los conflictos individuales entre amos y esclavos? Y si más bien deberíamos combinar la dialéctica amo/esclavo y ricos/pobres, ¿cómo deberíamos hacerlo exactamente?
Para comprender la aportación de Ste Croix, es esencial señalar algunas peculiaridades importantes de las antiguas sociedades griegas. Por un lado, la explotación de esclavos era un aspecto fundamental de las economías griegas. Sin embargo, al mismo tiempo, los esclavos constituían una minoría en todas las sociedades antiguas, y la mayor parte del trabajo lo realizaban los hogares de productores libres independientes (campesinos, artesanos, comerciantes).
La explotación de los esclavos era un aspecto fundamental de las economías griegas. Sin embargo, al mismo tiempo, los esclavos constituían una minoría en todas las sociedades antiguas.
Además, las sociedades antiguas presentan una gran diferencia con respecto a las sociedades medievales y modernas. En las sociedades medievales, los campesinos trabajaban para los terratenientes, que obtenían ingresos de su trabajo, mientras que en las sociedades modernas, la mayoría de las personas trabajan como empleados para los capitalistas. Sin embargo, en las antiguas sociedades griegas, la inmensa mayoría de la población libre no trabajaba para las élites, sino para sí misma. ¿Cómo debe combinar un análisis marxista la importancia de la esclavitud con la preponderancia de los productores libres independientes?
Por último, como resultado de estas dos peculiaridades, las antiguas sociedades griegas se caracterizaban por dos conflictos fundamentales: entre amos y esclavos, y entre ricos y pobres libres. Mientras que los conflictos colectivos entre ricos y pobres están ampliamente atestiguados para la mayoría de los periodos de la antigüedad, no existían conflictos colectivos equivalentes entre amos y esclavos. Las rebeliones de esclavos a gran escala en Sicilia y la famosa revuelta de Espartaco se produjeron todas en un breve periodo entre el 130 y el 70 a.C.. En consecuencia, para la mayor parte de los periodos de la Antigüedad, no existen conflictos colectivos atestiguados entre amos y esclavos.
Los dilemas creados por estos hechos son evidentes. ¿Cómo puede un análisis marxista abordar una sociedad en la que las clases bajas libres no trabajan generalmente para las élites y, por tanto, no son explotadas directamente por ellas? ¿Debe centrarse el análisis marxista en la importancia estructural de la esclavitud o en la preponderancia de los productores libres independientes? ¿Debe dar prioridad a las luchas colectivas entre ricos y pobres, o a los conflictos individuales entre amos y esclavos? Y si más bien deberíamos combinar la dialéctica amo/esclavo y ricos/pobres, ¿cómo deberíamos hacerlo exactamente?
Definir la clase
Para responder a estos dilemas, Ste Croix argumentó que el concepto marxista de clase debe centrarse exclusivamente en la explotación. La forma directa de explotación tiene lugar cuando los miembros de la clase que posee los medios de producción obtienen sus ingresos de los miembros de la clase que no los controla. Pero también existe la explotación indirecta a través del Estado en forma de impuestos, reclutamiento militar y obligaciones laborales obligatorias.
Según Ste Croix, la explotación es la característica estructural fundamental de todas las sociedades de clases: el concepto marxista de clase no requiere la aparición de un conflicto colectivo de clases. La explotación puede dar lugar a conflictos individuales e incluso colectivos entre las clases sociales, pero no desemboca necesariamente en este resultado.
Por el contrario, el impacto histórico de la explotación es el hecho de que da forma a todas las relaciones sociales y dirige el desarrollo histórico de las sociedades. En otras palabras, Ste Croix sostiene que el concepto marxista de clase sólo requiere la existencia de «una clase en sí misma», según la terminología del propio Karl Marx. La aparición de una «clase para sí» autoconsciente y movilizada es, por supuesto, una potencialidad histórica, pero de ningún modo una necesidad histórica.
Quizá el mejor ejemplo para entender a dónde quiere llegar Ste Croix sea el debate sobre la caída del Imperio Romano. La historiografía marxista atribuyó la transición de principios de la modernidad del feudalismo al capitalismo a las revoluciones burguesas contra la antigua clase dominante en países como Holanda, Inglaterra y Francia, y predijo que la futura transición del capitalismo al socialismo se produciría mediante revoluciones obreras contra la burguesía. Sin embargo, en el caso de la transición de la Antigüedad a la Edad Media, no existe una narración equivalente de un conflicto de clases entre dos antagonistas principales que condujera a una transformación social más amplia.
La explotación puede conducir a un conflicto individual e incluso colectivo entre clases sociales, pero no desemboca necesariamente en este resultado.
Éste ha sido durante mucho tiempo un enigma para los marxistas, pero Ste Croix sostiene que un análisis marxista no requiere que existiera tal conflicto colectivo de clases. En su opinión, la explotación de las clases bajas es una explicación suficiente de la caída del Imperio Romano. En el curso de la Antigüedad tardía, la explotación directa e indirecta de las clases bajas tuvo que sostener ahora un ejército y una burocracia estatal inmensamente ampliados, así como la nueva institución de la iglesia y sus decenas de miles de bocas ociosas. El sistema no pudo hacer frente a este aumento del nivel de explotación, y el colapso del Imperio Romano fue la consecuencia.
Independientemente de que se esté o no de acuerdo con esta interpretación de la caída romana, el argumento sobre cómo opera la explotación como fuerza histórica es sin duda estimulante. En mi opinión, lo más acertado del planteamiento de Ste Croix es precisamente su aplicación del concepto de explotación a diversos fenómenos históricos antiguos. Un ejemplo excelente es la historia del cristianismo primitivo. Ste Croix documenta cómo los Padres de la Iglesia dieron por sentadas las estructuras de explotación de su sociedad contemporánea y predicaron un mensaje que invitaba a las clases más bajas a aceptar las cosas como eran.
Basándose en este enfoque de las clases, Ste Croix puede ofrecer una respuesta a la pregunta sobre el papel de la esclavitud en las sociedades antiguas. El parámetro crucial es cómo obtenían sus ingresos las élites antiguas: puesto que la esclavitud, y otras formas de trabajo no libre, constituían la principal fuente de ingresos de las élites, se deduce que las sociedades antiguas eran sociedades esclavistas. Este punto es válido independientemente del hecho de que los productores libres independientes constituyeran la mayoría y produjeran la mayor parte de los bienes.
Por consiguiente, es la forma que adopta la explotación la que ofrece la clave para identificar las estructuras fundamentales de una sociedad determinada. De nuevo, tanto si Ste Croix tiene razón empíricamente como si no en su afirmación de que las élites antiguas obtenían sus ingresos de forma abrumadora del trabajo no libre, la lógica de su argumento es claramente valiosa.
Para responder a estos dilemas, Ste Croix argumentó que el concepto marxista de clase debe centrarse exclusivamente en la explotación. La forma directa de explotación tiene lugar cuando los miembros de la clase que posee los medios de producción obtienen sus ingresos de los miembros de la clase que no los controla. Pero también existe la explotación indirecta a través del Estado en forma de impuestos, reclutamiento militar y obligaciones laborales obligatorias.
Según Ste Croix, la explotación es la característica estructural fundamental de todas las sociedades de clases: el concepto marxista de clase no requiere la aparición de un conflicto colectivo de clases. La explotación puede dar lugar a conflictos individuales e incluso colectivos entre las clases sociales, pero no desemboca necesariamente en este resultado.
Por el contrario, el impacto histórico de la explotación es el hecho de que da forma a todas las relaciones sociales y dirige el desarrollo histórico de las sociedades. En otras palabras, Ste Croix sostiene que el concepto marxista de clase sólo requiere la existencia de «una clase en sí misma», según la terminología del propio Karl Marx. La aparición de una «clase para sí» autoconsciente y movilizada es, por supuesto, una potencialidad histórica, pero de ningún modo una necesidad histórica.
Quizá el mejor ejemplo para entender a dónde quiere llegar Ste Croix sea el debate sobre la caída del Imperio Romano. La historiografía marxista atribuyó la transición de principios de la modernidad del feudalismo al capitalismo a las revoluciones burguesas contra la antigua clase dominante en países como Holanda, Inglaterra y Francia, y predijo que la futura transición del capitalismo al socialismo se produciría mediante revoluciones obreras contra la burguesía. Sin embargo, en el caso de la transición de la Antigüedad a la Edad Media, no existe una narración equivalente de un conflicto de clases entre dos antagonistas principales que condujera a una transformación social más amplia.
La explotación puede conducir a un conflicto individual e incluso colectivo entre clases sociales, pero no desemboca necesariamente en este resultado.
Éste ha sido durante mucho tiempo un enigma para los marxistas, pero Ste Croix sostiene que un análisis marxista no requiere que existiera tal conflicto colectivo de clases. En su opinión, la explotación de las clases bajas es una explicación suficiente de la caída del Imperio Romano. En el curso de la Antigüedad tardía, la explotación directa e indirecta de las clases bajas tuvo que sostener ahora un ejército y una burocracia estatal inmensamente ampliados, así como la nueva institución de la iglesia y sus decenas de miles de bocas ociosas. El sistema no pudo hacer frente a este aumento del nivel de explotación, y el colapso del Imperio Romano fue la consecuencia.
Independientemente de que se esté o no de acuerdo con esta interpretación de la caída romana, el argumento sobre cómo opera la explotación como fuerza histórica es sin duda estimulante. En mi opinión, lo más acertado del planteamiento de Ste Croix es precisamente su aplicación del concepto de explotación a diversos fenómenos históricos antiguos. Un ejemplo excelente es la historia del cristianismo primitivo. Ste Croix documenta cómo los Padres de la Iglesia dieron por sentadas las estructuras de explotación de su sociedad contemporánea y predicaron un mensaje que invitaba a las clases más bajas a aceptar las cosas como eran.
Basándose en este enfoque de las clases, Ste Croix puede ofrecer una respuesta a la pregunta sobre el papel de la esclavitud en las sociedades antiguas. El parámetro crucial es cómo obtenían sus ingresos las élites antiguas: puesto que la esclavitud, y otras formas de trabajo no libre, constituían la principal fuente de ingresos de las élites, se deduce que las sociedades antiguas eran sociedades esclavistas. Este punto es válido independientemente del hecho de que los productores libres independientes constituyeran la mayoría y produjeran la mayor parte de los bienes.
Por consiguiente, es la forma que adopta la explotación la que ofrece la clave para identificar las estructuras fundamentales de una sociedad determinada. De nuevo, tanto si Ste Croix tiene razón empíricamente como si no en su afirmación de que las élites antiguas obtenían sus ingresos de forma abrumadora del trabajo no libre, la lógica de su argumento es claramente valiosa.
Tres ejes
Sin embargo, el enfoque de Ste Croix también tiene importantes limitaciones, que los futuros trabajos marxistas sobre la historia antigua deberán abordar. Como he mencionado anteriormente, los conflictos sociales entre ricos y pobres constituyeron uno de los aspectos más notables de la historia griega. La discusión de Ste Croix sobre la sociología de Aristóteles, en la que el conflicto de clases entre ricos y pobres desempeña un papel fundamental, es realmente brillante.
Pero como hemos visto, los productores independientes libres de las sociedades griegas no trabajaban para las élites griegas y, por tanto, no eran explotados directamente, mientras que las formas de explotación indirecta, como los impuestos y el trabajo obligatorio, eran inexistentes o mínimas. A la luz de estos hechos, ¿de qué podemos decir que trataban realmente estos conflictos?
Sabemos que las consignas revolucionarias griegas no se referían a rentas, cuotas laborales o salarios, sino que exigían la redistribución de la tierra y la condonación de las deudas. Los conflictos sociales griegos no tenían que ver con la explotación laboral, sino con la desigualdad de la riqueza: la posesión de importantes riquezas por parte de los ricos hacía la vida difícil a los pobres. Por lo tanto, debemos distinguir entre explotación y desigualdad; la explotación es la principal causa de desigualdad, pero en muchas sociedades también existen importantes causas adicionales de desigualdad, como la herencia partible, las dotes y las guerras.
Los conflictos sociales griegos no tenían que ver con la explotación laboral, sino con la desigualdad de la riqueza: la posesión de importantes riquezas por parte de los ricos hacía la vida difícil a los pobres.
Además, Ste Croix presta muy poca atención al trabajo como aspecto fundamental de la clase. El trabajo proporciona un marco importante en el que se experimenta la clase. Por lo tanto, es esencial incorporar el trabajo dentro de un enfoque marxista de la clase. La clase no es algo unitario con una esencia transhistórica, sino un proceso histórico constituido por tres ejes interrelacionados: el trabajo, la explotación y la desigualdad.
El eje del trabajo se refiere a las diversas formas de esfuerzo humano para producir cosas y prestar servicios, los modos de vida organizados en torno a las diversas formas de trabajo y la división del trabajo. La explotación consiste en las diversas formas en que ciertas personas extraen bienes, servicios y dinero del trabajo de otras personas sin devolverles un valor equivalente. Por último, la desigualdad se refiere a la distribución diferencial de la riqueza entre individuos y grupos.
La clase está constituida por el enredo entre estos tres ejes, pero la forma precisa en que se articulan varía significativamente entre las distintas sociedades y épocas. Cada eje generó sus propios huesos de discordia. Aunque todas estas cuestiones y conflictos estaban interrelacionados, tenían una importancia muy diversa para los distintos grupos de personas.
Nuevos enfoques
Aunque el concepto de clase de Ste Croix tiene el gran mérito de advertir a los historiadores que no den por sentada la aparición de conflictos sociales colectivos, no nos ofrece ningún marco para estudiar esta cuestión de forma sistemática. No obstante, el concepto de explotación abre una primera vía, al ilustrar cómo puede influir en los conflictos y las crisis incluso en ausencia de lucha de clases colectiva.
Las guerras civiles romanas de finales de la república fueron incuestionablemente conflictos entre distintos sectores de la élite romana. Pero la desigualdad había creado una masa de campesinos sin tierra, que constituían el material de reclutamiento necesario para los grandes ejércitos que cada bando necesitaba desplegar. Además, estos ejércitos debían ser compensados con tierras por los vencedores y, en consecuencia, cada facción de la élite debía tener en cuenta los intereses de una importante masa de clase baja a la hora de diseñar su política. Aunque las guerras civiles romanas no fueran conflictos directos e inmediatos entre ricos y pobres, la aparición y el desarrollo de esas guerras estuvieron profundamente condicionados por el funcionamiento de las clases en el mundo romano.
Los enfoques marxistas de la clase en la antigüedad pueden aprender mucho de la tradición de la historia desde abajo y de su rica producción en la historia medieval y moderna temprana.
Por último, las divisiones entre amos y esclavos y ricos y pobres constituían sin duda dos tipos distintos de conflicto social en las sociedades antiguas. Sin embargo, a menudo estaban entrelazadas. Los esclavos y los pobres libres a menudo trabajaban en las mismas ocupaciones unos junto a otros, vivían en los mismos barrios, socializaban juntos en tabernas y baños y participaban en comunidades mixtas basadas en la ocupación, el culto y la etnia. Fueron estas experiencias y comunidades compartidas las que en varias ocasiones les unieron en diversas formas de conflicto con las élites antiguas.
Los enfoques marxistas de la clase en la antigüedad pueden aprender mucho de la tradición de la historia desde abajo y de su rica producción en la historia medieval y moderna temprana. Los nuevos enfoques radicales del estudio de la historia antigua que han surgido en los últimos años plantean la posibilidad de una nueva historia de la antigüedad. En esta dirección, la obra de Ste Croix seguirá siendo sin duda un puerto de escala esencial, tanto por sus evidentes puntos fuertes como por invitarnos a reflexionar seriamente sobre cómo abordar sus puntos débiles."
Sin embargo, el enfoque de Ste Croix también tiene importantes limitaciones, que los futuros trabajos marxistas sobre la historia antigua deberán abordar. Como he mencionado anteriormente, los conflictos sociales entre ricos y pobres constituyeron uno de los aspectos más notables de la historia griega. La discusión de Ste Croix sobre la sociología de Aristóteles, en la que el conflicto de clases entre ricos y pobres desempeña un papel fundamental, es realmente brillante.
Pero como hemos visto, los productores independientes libres de las sociedades griegas no trabajaban para las élites griegas y, por tanto, no eran explotados directamente, mientras que las formas de explotación indirecta, como los impuestos y el trabajo obligatorio, eran inexistentes o mínimas. A la luz de estos hechos, ¿de qué podemos decir que trataban realmente estos conflictos?
Sabemos que las consignas revolucionarias griegas no se referían a rentas, cuotas laborales o salarios, sino que exigían la redistribución de la tierra y la condonación de las deudas. Los conflictos sociales griegos no tenían que ver con la explotación laboral, sino con la desigualdad de la riqueza: la posesión de importantes riquezas por parte de los ricos hacía la vida difícil a los pobres. Por lo tanto, debemos distinguir entre explotación y desigualdad; la explotación es la principal causa de desigualdad, pero en muchas sociedades también existen importantes causas adicionales de desigualdad, como la herencia partible, las dotes y las guerras.
Los conflictos sociales griegos no tenían que ver con la explotación laboral, sino con la desigualdad de la riqueza: la posesión de importantes riquezas por parte de los ricos hacía la vida difícil a los pobres.
Además, Ste Croix presta muy poca atención al trabajo como aspecto fundamental de la clase. El trabajo proporciona un marco importante en el que se experimenta la clase. Por lo tanto, es esencial incorporar el trabajo dentro de un enfoque marxista de la clase. La clase no es algo unitario con una esencia transhistórica, sino un proceso histórico constituido por tres ejes interrelacionados: el trabajo, la explotación y la desigualdad.
El eje del trabajo se refiere a las diversas formas de esfuerzo humano para producir cosas y prestar servicios, los modos de vida organizados en torno a las diversas formas de trabajo y la división del trabajo. La explotación consiste en las diversas formas en que ciertas personas extraen bienes, servicios y dinero del trabajo de otras personas sin devolverles un valor equivalente. Por último, la desigualdad se refiere a la distribución diferencial de la riqueza entre individuos y grupos.
La clase está constituida por el enredo entre estos tres ejes, pero la forma precisa en que se articulan varía significativamente entre las distintas sociedades y épocas. Cada eje generó sus propios huesos de discordia. Aunque todas estas cuestiones y conflictos estaban interrelacionados, tenían una importancia muy diversa para los distintos grupos de personas.
Nuevos enfoques
Aunque el concepto de clase de Ste Croix tiene el gran mérito de advertir a los historiadores que no den por sentada la aparición de conflictos sociales colectivos, no nos ofrece ningún marco para estudiar esta cuestión de forma sistemática. No obstante, el concepto de explotación abre una primera vía, al ilustrar cómo puede influir en los conflictos y las crisis incluso en ausencia de lucha de clases colectiva.
Las guerras civiles romanas de finales de la república fueron incuestionablemente conflictos entre distintos sectores de la élite romana. Pero la desigualdad había creado una masa de campesinos sin tierra, que constituían el material de reclutamiento necesario para los grandes ejércitos que cada bando necesitaba desplegar. Además, estos ejércitos debían ser compensados con tierras por los vencedores y, en consecuencia, cada facción de la élite debía tener en cuenta los intereses de una importante masa de clase baja a la hora de diseñar su política. Aunque las guerras civiles romanas no fueran conflictos directos e inmediatos entre ricos y pobres, la aparición y el desarrollo de esas guerras estuvieron profundamente condicionados por el funcionamiento de las clases en el mundo romano.
Los enfoques marxistas de la clase en la antigüedad pueden aprender mucho de la tradición de la historia desde abajo y de su rica producción en la historia medieval y moderna temprana.
Por último, las divisiones entre amos y esclavos y ricos y pobres constituían sin duda dos tipos distintos de conflicto social en las sociedades antiguas. Sin embargo, a menudo estaban entrelazadas. Los esclavos y los pobres libres a menudo trabajaban en las mismas ocupaciones unos junto a otros, vivían en los mismos barrios, socializaban juntos en tabernas y baños y participaban en comunidades mixtas basadas en la ocupación, el culto y la etnia. Fueron estas experiencias y comunidades compartidas las que en varias ocasiones les unieron en diversas formas de conflicto con las élites antiguas.
Los enfoques marxistas de la clase en la antigüedad pueden aprender mucho de la tradición de la historia desde abajo y de su rica producción en la historia medieval y moderna temprana. Los nuevos enfoques radicales del estudio de la historia antigua que han surgido en los últimos años plantean la posibilidad de una nueva historia de la antigüedad. En esta dirección, la obra de Ste Croix seguirá siendo sin duda un puerto de escala esencial, tanto por sus evidentes puntos fuertes como por invitarnos a reflexionar seriamente sobre cómo abordar sus puntos débiles."
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