"Existe un grupo reducido de gente en el mundo que no solo no entiende
que seamos tantos los que nos pasamos gran parte de nuestras vidas
hablando de fútbol, sino que nos desprecia. Qué ridículo, dicen,
obsesionarse con un juego en el que 22 personas corren detrás de una
pelotita cuando la crisis nos mata, cuando el futuro de Europa está en
juego, cuando tenemos la alternativa de conversar sobre literatura, o
cine, o música, o el cambio climático, o la primavera árabe, o la
religión, o el tigre siberiano, en peligro de extinción.
Bueno, pues hagamos una breve defensa de los futboleros. Se podría
escribir un libro sobre la cuestión; nos limitaremos a dos argumentos.
Primero, lo que muchas veces define a aquellos que nos desdeñan es el
esnobismo intelectual. Suelen pertenecer a ese pequeño sector de la
población mundial que goza de la suerte de haber tenido una buena
educación, permitiéndoles desarrollar a un alto nivel su capacidad
cerebral. Lo que no ven desde sus torres de marfil es que el mundo del
fútbol es la democracia más grande que hay.
Da igual que uno sea rico o
pobre, culto o analfabeto, el fútbol nos permite a todos hablarnos de tú
a tú, en igualdad de condiciones. En el debate sobre cuál es mejor, el
Real Madrid o el Barcelona, el Arsenal o el Chelsea, Argentina o Brasil,
el escritor, el filósofo, el Nobel de la ciencia, el ministro de
gobierno y el listo que se embolsa un bonus millonario mientras su
empresa se desploma participan con igualdad de criterio con el albañil
desempleado, el campesino chino, con el minero africano. No importa su
país o su condición social, todos tienen acceso a más o menos la misma
información y todos tienen la misma capacidad para interpretarla.
Segundo, hablar de fútbol no solo es hablar de fútbol. En la
superficie el tema es si Messi es mejor que Ronaldo, o si el
planteamiento táctico fue el correcto, o si el entrenador debería haber
puesto de lateral a fulano en vez de a mengano, o si el árbitro se
equivocó, y tal y cual.
Pero existe también un proceso mental paralelo
en el que participamos los futboleros, sin necesariamente darnos cuenta
de ello. A través del fútbol definimos nuestra identidad moral, igual
que cuando nos asociamos con un partido político, o con una causa, o una
religión.
Por un lado está nuestra afiliación tribal, que suele ser heredada.
Somos del Madrid —como somos del PP o de Esquerra Republicana o
católicos o musulmanes o ateos— porque nuestros padres nos indicaron el
camino. Más interesante, porque revela más sobre el carácter de las
personas, es con qué jugador o entrenador de su propio equipo nos
asociamos más.
Éste es el proceso mental oculto al que nos referimos.
Obligados a elegir, por ejemplo, entre Iker Casillas o Cristiano
Ronaldo, entre José Mourinho o Vicente del Bosque, uno delata claramente
sus valores, cuáles son sus prioridades, qué es lo que más importancia
tiene en su relación con el mundo exterior.
Especialmente reveladora es la opinión de los futboleros sobre
personajes que no son de su equipo, ni de otro por el que sienten
particular rivalidad. Hace nueve días en un bar neoyorquino un
albanokosovar que había huido de la guerra en su país a los 13 años
contaba que su jugador favorito en el mundo era Pedro, del Barcelona.
Mientras festejaba los tres goles que había marcado Pedro ese mismo día
para la selección española, el albanokosovar reconoció que había
jugadores mejores, pero para él el canario representaba una actitud
frente a la vida a la que le daba un singular valor. Su visión de Pedro
era la de un luchador incansable, un obrero noble, un hombre optimista
que exprime siempre lo mejor de sí y mantiene la sonrisa en el triunfo y
en la adversidad.
Para otros los referentes serán Obama, el Papa, Castro, Mandela,
Merkel, Paul Krugman, Vargas Llosa, Philip Roth, Clint Eastwood,
Pavarotti, Bill Gates o el presidente de la Asociación para la Defensa
de la Naturaleza.
Para este albanokosovar, que tras una infancia dura
acabó triunfando en Estados Unidos, Pedro es el modelo a seguir, el
personaje en el que ve reflejada la imagen que aspira a tener de sí
mismo. El contexto es el fútbol. Cosa seria." (
John Carlin , El Páis, 20 OCT 2012)
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