"(...) Hablamos de personas
infelices y frustradas, en paro o en trabajos basura, que combaten el
aburrimiento en el porche de su casa bebiendo cerveza, tratándose a
hostias con los vecinos en el bar de striptease local, cuando no son directamente zombis, huecos crackheads.
Son personas histéricas, obsesionadas con trabajar para poder tener un seguro médico porque saben que en ello les va la vida.
Están paralizados en su miseria y están fuera de los privilegios que
trae consigo el dinero. “Cuando no tienes nada, es fácil recurrir a
vicios baratos para buscar la felicidad: cigarrillos, alcohol, drogas,
sexo, etc. Cuando eres pobre, el tiempo es entendido de forma
completamente diferente.
Una persona que tiene recursos y va a la
universidad planea su tiempo en cuatro estados: hacer prácticas,
conseguir un empleo, ascender en el trabajo, convertirte en jefe en unos
diez años. Tienen planes a largo plazo".
"Pero los pobres no pueden permitirse tener tiempo. El tiempo no les
importa, ellos se levantan y sufren, trabajan en un empleo horrible en
el que tienen muy pocas posibilidades de ascenso: y nunca serán un jefe
porque apenas saben leer, les faltan dientes, tienen problemas para
gestionar su ira. O no tienen trabajo, y realmente no les importa nada”.
Sus personajes no pretenden ser, en cualquier caso, ningún tipo de
marginados, rebeldes sociales o de personas fuera-del-sistema. “No, no
son marginados: nosotros somos la sociedad. El 80% de los
estadounidenses sólo son dueños del 7% de la riqueza del país. Mis
personajes son verdaderos americanos, los personajes de películas y
programas de televisión no son reales.
La imagen que el mundo tiene de
América es una broma del mal gusto para nosotros, no es real. Piensa
seriamente en ello: tienes a 100 personas. Si das 100 plátanos a 20 de
ellas, tienen un montón de comida para compartir. Para las otras 80 se
quedan 7 plátanos y tienen que compartirlos, lo que hacen es empezar a
canibalizarse mutuamente”, dice Cicero.
Tampoco hay una mirada condescendiente sobre lo que ve. No hay
compasión. “No los miro con compasión porque soy uno de ellos, no soy un
niño rico que mira hacia los que tiene debajo. Tengo que tratar con
ellos, cara a cara. He trabajado principalmente en restaurantes y
pizzerías toda mi vida, he tenido que lidiar con su comportamiento
desquiciado, y actuar de forma desquiciada para poder tratar con ellos.
Aún sigo sin dinero y sin trabajo”, aclara. (...)
"Creo que las personas
deberían hacer otro tipo de cosas que son importantes, y sólo
haciéndolas obtendremos lo que necesitamos en la vida. Ya sea publicando
una novela, haciendo senderismo durante 25 kilómetros en un día en el
desierto o saliendo con mi sobrino para que disfrute de un día
divertido: todo esto significa lo mismo para mí”.
Fue precisamente la búsqueda de una vida mejor lo que le empujó a
Cicero a buscar una oportunidad fuera de su país y mudarse a Corea del
Sur durante un año, desde marzo de 2012 a marzo de 2013, como profesor
de inglés. Luego regresó a Youngstown, sólo para trabajar durante aquel
mismo verano como cajero en el Gran Cañón.
Para Cicero, los trabajos actuales no aportan nada al trabajador. En
concreto, la mujer protagonista de uno de sus primeros relatos, titulado I Clean In Silence,
se lamenta de que se mata a trabajar y de que a cambio sólo obtiene
dinero por ello. Le pido a Cicero que profundice en esta idea: "La
mayoría de los trabajos que nos ofrece nuestra vida contemporánea son
inútiles, carecen de sentido y son aburridos.
Hasta 1940, casi todos los
humanos eran agricultores, cazadores, constructores, obreros y
soldados. Y no sólo en Occidente. Estos trabajos daban un cierto
significado a la vida humana. Pero trabajar en Pizza Hut, en una oficina
como recepcionista o introduciendo datos no hace nada para el ser
humano. Es triste, hemos creado un mundo en el que no queremos vivir".(...)
"Creo que las personas
deberían hacer otro tipo de cosas que son importantes, y sólo
haciéndolas obtendremos lo que necesitamos en la vida. Ya sea publicando
una novela, haciendo senderismo durante 25 kilómetros en un día en el
desierto o saliendo con mi sobrino para que disfrute de un día
divertido: todo esto significa lo mismo para mí”.
Fue precisamente la búsqueda de una vida mejor lo que le empujó a
Cicero a buscar una oportunidad fuera de su país y mudarse a Corea del
Sur durante un año, desde marzo de 2012 a marzo de 2013, como profesor
de inglés. Luego regresó a Youngstown, sólo para trabajar durante aquel
mismo verano como cajero en el Gran Cañón." (Entrevista al escritor Noah Cicero, eldiario.es, 20/01/2014)
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