"A pesar de que a finales del siglo XVIII el producto
industrial andaluz no tenía mucho que envidiar al de las regiones
españoles más avanzadas de la época –como Cataluña o Valencia– y de que
incluso en algunas ramas tradicionales la ventaja fuese claramente
andaluza, la profunda crisis que tuvo lugar a principios del siglo XIX
puso fin al impulso industrializador andaluz toda vez que apenas supuso
un pequeño contratiempo para la industrialización catalana, que una vez
superada la crisis experimentó un formidable desarrollo y despliegue.
¿Por qué fue esto así?
Muchos y diversos autores (Alex Sánchez, Francesc
Valls, Antonio Parejo, Josep Mª Benaul…) han intentado contestar a este
interrogante. Aunque los resultados son muy numerosos y variados, aquí
me limitaré a recoger de forma sucinta sus principales conclusiones.
Todos los analistas coinciden en señalar que el
factor más importante en el éxito industrializador fue la existencia y
fortaleza de la manufactura algodonera.
Las ventajas de esta rama
industrial eran varias: en primer lugar, al ofrecer productos muy
demandados en el mercado interior y no tanto en las colonias, la
dependencia del mercado exterior se atenuaba; en segundo lugar, debido
fundamentalmente a las características de la fibra trabajada, era
profundamente susceptible a la introducción de tecnología (hilado
mecánico, especialmente) que aumentaba la productividad del sector y
originaba nuevos espacios de negocio; en tercer lugar, generaba multitud
de encadenamientos hacia adelante (distribución del producto, nuevos
negocios derivados del algodón elaborado, etc) y hacia atrás (provisión
de materias primas, de maquinaria, etc) que no hacían sino extender y
complejizar el entramado industrial con todas las ventajas que eso
supone en términos de industrialización.
La diferencia entre Cataluña y
Andalucía era que mientras que en la primera la rama del algodón era
singularmente importante, en la segunda las experiencias algodoneras
siempre fueron coyunturales y muy localizadas.
Otro determinante importante fue la distribución de la renta entre la población.
La
expansión de cualquier rama industrial requiere que sus productos
puedan venderse, por lo que es importante disponer de una amplia demanda
apoyada en un reparto moderadamente igualitario de la renta. Algo que
ocurrió en Cataluña (precisamente y de forma muy notable en la rama del
algodón recién comentada) y que no podía ocurrir en el territorio
andaluz al estar caracterizado por una agricultura extensiva dominada
por la gran propiedad y que pagaba unos salarios exiguos.
La existencia de auténticos centros especializados en la producción manufacturera fue otro elemento decisivo.
En
Cataluña abundaban las localidades donde la actividad industrial
absorbía el porcentaje más elevado de factor trabajo y representaba la
base de la actividad productiva local. Esto aumentaba la renta de la
población y lograba crear un tejido industrial extenso y complejo. En
Andalucía no había localidades que presentaran características similares
a las comentadas, quizás con las únicas excepciones de Antequera y
Linares.
Otro elemento importante fue el surgimiento de un
gran centro coordinador y polarizador de las múltiples actividades
industriales.
Barcelona se convertiría muy pronto en este núcleo en
el caso del Principado, mientras que ni Sevilla, ni Cádiz, ni Málaga
–que en aquel periodo eran las únicas ciudades que por sus
características podrían haber emulado el papel de Barcelona– pudieron
hacer lo propio en el territorio andaluz.
Esto se debió a que ninguna de
las tres ciudades mencionadas disponía de un potente motor algodonero
ni de núcleos artesanales cercanos que demandaran de forma suficiente
ese polo industrial.
El último factor a destacar fue la existencia y profundidad de las conexiones entre las diferentes actividades económicas.
Mientras
que en Cataluña las interrelaciones entre sectores económicos del
territorio eran numerosas e importantes, en Andalucía primaba una
burguesía mercantil que orientaba la mayor parte de sus inversiones
hacia la intermediación de productos en el comercio marítimo colonial y
europeo (y sólo en un segundo plano a actividades industriales
conectadas al territorio), de forma que las ganancias de esas
actividades ajenas al sector textil andaluz tenían poca repercusión
sobre el tejido industrial de la región.
En definitiva, si la estructura industrial andaluza
no pudo soportar el embate de la crisis de principios del siglo XIX
perdiendo así la oportunidad de materializar los mecanismos acumulativos
propios de una industrialización exitosa y la catalana sí pudo hacerlo,
se debe fundamentalmente a que la primera no contaba con una potente
rama algodonera, ni con un tejido industrial articulado, ni con una
distribución de la renta moderadamente equilibrada, ni con importantes
núcleos industriales, ni con una burguesía dispuesta a dejar de lado las
rentables actividades comerciales marítimas para cometer importantes
inversiones en el tejido industrial." (Eduardo Garzón, Artículo publicado en Andalucesdiario.es el 7 de enero de 2014, en Saque de Esquina, 07/01/2014)
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