"Tras la caída de Cataluña, en enero de 1939, miles de combatientes
españoles fueron internados en los campos de concentración del sur de
Francia. Durante los meses de la primavera y el verano, y ante los
problemas derivados de la saturación de las instalaciones, las
autoridades francesas ofrecieron a los internos la posibilidad de salir
de ellas para emplearse como jornaleros en las explotaciones agrícolas
vecinas [1] .
Cuando
se produjo la ruptura de hostilidades entre Francia y la Alemania nazi,
en septiembre de 1939, la administración gala instó a los extranjeros
útiles para las armas a integrarse en los Batallones de Marcha de
Voluntarios o en la Legión Extranjera. Los hombres de edades
comprendidas entre los 20 y los 48 años que no contrajeron
voluntariamente un compromiso militar se convirtieron en “prestatarios
extranjeros”, obligados a contribuir a la defensa de Francia en los
recién creados Cuerpos de Trabajadores Extranjeros (CTE), en actividades
agrícolas o industriales a criterio del Ministerio de Trabajo, o en
tareas de fortificación de la “línea Maginot”.
Según Sixto Agudo, de los
380.000 españoles que se encontraban en tierra francesa cuando estalló
la guerra, unos 55.000 fueron enviados a las CTE, agregados a las
unidades de Ingenieros Militares, grandes obras públicas e industrias de
guerra, y unos 6.000 se enrolaron en los Batallones de Marcha y la
Legión, unos de forma voluntaria, y otros, forzados [2] .
Los
trabajadores asignados a las CTE tenían estipulado un salario de 0,50
francos diarios y unas condiciones laborales reguladas por el Ministerio
de Trabajo, pero no siempre se cumplía la reglamentación al respecto.
Una veces, porque los contingentes eran considerados “comandos de
trabajo” bajo vigilancia, en aplicación de la legislación vigente sobre
“extranjeros indeseables”, como ocurría, según relata Victorio Vicuña,
con los trabajadores recluidos en el campo de Vernet [3] ; otras, porque los empresarios imponían sus propias condiciones [4] .
Entre los destinos a los que fueron adscritos los refugiados españoles destacaron los chantiers,
lugares donde se llevaban a cabo obras de construcción, demolición o
minería, y que abarcaban actividades que iban desde la tala de bosques
para la venta de madera y la fabricación de carbón vegetal hasta la
construcción de pequeñas centrales hidroeléctricas, pasando por la
explotación de canteras.
Hubo chantiers que fueron creados
por militantes o simpatizantes del Partido Comunista Francés (PCF) para
prestar acogida a sus camaradas españoles y, en algunos casos, para
contribuir solidariamente a la financiación de las actividades del
Partido Comunista de España (PCE): En Manjou, en el departamento de
Aude, funcionó una explotación cuyo titular, el doctor Delteil, pagaba
de su bolsillo los salarios de los españoles empleados, a los que cedió
el producto de la venta de todo el carbón que pudieran fabricar a fin de
que lo destinaran al sostenimiento del aparato del PCE y,
posteriormente, del XIV Cuerpo de guerrilleros.
En Varilhes (Ariége), un
propietario de bosques llamado Benazet cedió a los españoles el uso de
una pequeña explotación y de un garaje. En otros casos, ciudadanos
franceses, como un tal Valisou, aceptaron figurar nominalmente como
titulares de explotaciones que, en realidad, pertenecían a comunistas
españoles [5] .
Estos fueron haciéndose progresivamente con el control de un mayor
número de enclaves, cuyos réditos se destinaban, en su mayoría, al
sostenimiento de los gastos del partido. Los chantiers fueron
adquiridos en unos casos con la reinversión de los beneficios obtenidos
en los ya existentes, y en otros mediante el producto de operaciones
–eufemísticamente denominadas “recuperaciones”- como la que relata en
sus memorias Vicente López Tovar:
“Un día nos informan que los
contrabandistas van a hacer un pasaje con bastante tabaco desde Andorra,
en ese momento el tabaco costaba caro, como conocíamos el itinerario
preparamos una recuperación. Nos emboscamos y cuando los vimos cargados
con mulos, en un sitio que no les quedaba más remedio que recular,
tiramos algunos disparos con los fusiles, echaron la carga por tierra y
pies para qué te quiero.
La venta de este tabaco nos produjo mucho
dinero, y creo que Vallador [sic] pagó el chantier de Prayols con este dinero, este lugar nos era de gran utilidad, pues era uno de nuestros pasajes para ir a España” [6] .
Otros chantiers,
como los gestionados por el ingeniero George Thomas, servían de refugio
estacional –una vez iniciada la ocupación- para los refugiados sobre
los que recaían sospechas o para los amenazados de deportación. Estos chantiers,
abiertos en septiembre de 1940, se repartían entre Saint Nicoulau,
cerca de Foix ; la Peyregade, en Montferrier –ambos en el departamento
de Ariège- ; y Mont Fourcat y Saint-Hilaire –en el departamento de
Aude-.
En invierno, el equipo de la Peyregade bajaba a Saint-Hilaire, y
en primavera, los carboneros de Saint-Hilaire retornaban a Ariège,
movimientos estacionales que resultaban útiles para obstaculizar las
pesquisas policiales.
Sin embargo, no faltaban los chantiers
explotados por oportunistas que veían en el aprovechamiento de una mano
de obra que no podía revelar su estancia ilegal la oportunidad para la
obtención de elevados beneficios.
A cambio de esconder a los refugiados
españoles, los satisfechos propietarios obtenían una sustancial
plusvalía de la producción aportada por los trabajadores realmente
existentes, cuyo número superaba sustancialmente al de operarios
legalmente registrados:
“Existían otros también que, sin ser
comunistas, nos dejaban hacer carbón, estaban encantados, pues
declaraban tres obreros, y tenían el producto de diez o doce que
teníamos allí escondidos, todos estábamos convertidos en leñadores” [7] .
Por último, existieron chantiers
de reclutamiento obligatorio, surgidos tras la instauración por el
gobierno colaboracionista de Vichy de los Grupos de Trabajadores
Extranjeros (GTE) en octubre de 1940. Obligado a entregar a Alemania
buena parte de su producción industrial y agrícola para alimentar la
máquina de guerra germana, el gobierno de la “zona libre” intentó paliar
la falta de mano de obra -los prisioneros franceses continuaban aún
cautivos- con la movilización de todos los extranjeros entre 18 y 55
años, y su adscripción a los GTE.
Los trabajadores encuadrados mediante
este sistema de conscripción eran entregados a las empresas que los
precisaban o enviados a las fábricas alemanas y, a diferencia de los
pertenecientes a las Compañías del periodo anterior a la rendición, no
percibían retribución alguna. Muchos fueron destinados a la construcción
del “Muro del Atlántico”, en las costas de Normandía; otros hubieron de
trabajar en las bases de submarinos próximas a Burdeos o en el campo de
aviación de La Rochelle, bajos los continuos bombardeos de la Royal Air Force
(RAF) británica.
Decenas de miles, por último, fueron remitidos a
Alemania y, posteriormente, a Austria, donde un gran número dejaría sus
vidas en los tristemente célebres campos de exterminio de Mauthausen,
Gusen, Dachau, Buchenwald y Orianemburg [8]
Los
aún balbucientes grupos de la resistencia procuraron infiltrar a sus
simpatizantes en las dependencias administrativas territoriales del los
GTE, a fin de obtener información acerca de las necesidades de mano de
obra de los alemanes y de sus movimientos para reclutarla –especialmente
tras la instauración del Servicio de Trabajo Obligatorio (STO) en
febrero de 1943-, dando aviso a los refugiados para que se pusieran a
salvo:
“En San Juan de Verges, de donde dependíamos
administrativamente, se encontraban las oficinas de un Grupo de
Trabajadores Extranjeros, estaba empleado un camarada que se llamaba
Aniceto Pérez, y nos facilitaba documentaciones, informándonos de todo
aquello que nos interesaba, cuando los alemanes pedían obreros para ir a
trabajar a Alemania podíamos evitar que los camaradas que se ocupaban
de la organización fueran deportados” [9] .
De todos los tipos de chantiers,
los dedicados a la fabricación de carbón vegetal, que proliferaron en
las regiones pirenaicas (en particular en Aude –Languedoc-Rosellón-,
Ariége y Alto Garona –Midi Pyrénées), adquirieron una importancia
significativa a medida que la escasez de hidrocarburos hizo aumentar la
demanda de este combustible para los vehículos a gasógeno.
El Estado
Francés decidió enviar a ellos a una parte importante de los
trabajadores extranjeros que aún esperaban destino en los campos de
internamiento. Pero lo que las autoridades contemplaron como una
oportunidad para rentabilizar y controlar al “número excesivo de
extranjeros para la economía nacional” se convirtió, en virtud de la
estructura dispersa y recóndita de los chantiers, en un factor
crucial para el surgimiento y desarrollo de la actividad de los maquis.
Los numerosos grupos de leñadores y carboneros, que en un principio
resultaron excelentes refugios para los perseguidos por la Gestapo
alemana y sus colaboradores de Vichy, acabaron por erigirse en la base
de la organización armada contra los ocupantes nazis.
2. Los chantiers y la Resistencia (1941-1944).
Durante los primeros tiempos de la guerra mundial, los chantiers funcionaron fundamentalmente como refugio [10] .
Los activistas internados en los depósitos creados por las autoridades
del nuevo Estado Francés para albergar a los miembros dispersos de las
compañías de trabajo difundían la consigna de solicitar “trabajos de
bosque” para evitar la entrega a la policía franquista o eludir el envío
a las obras de fortificación o a las factorías y campos de Alemania [11] .
Los comunistas, tanto franceses como españoles, se encontraban en la
clandestinidad, pero aún se abstenían de participar activamente en la
resistencia en virtud del seguimiento del pacto germano-soviético. Sin
embargo, el hostigamiento al que fueron sometidos tanto por los alemanes
como por la administración colaboracionista francesa llevó a los
leñadores y carboneros a albergar a perseguidos por la Gestapo o por la
policía de Petain, a los que ayudaban a pasar a España para que, desde
allí, alcanzaran Londres [12] .
Los refugiados comunistas españoles, acostumbrados a la militancia en
condiciones de ilegalidad y fogueados por la experiencia de la guerra de
España, fueron pioneros en activar las redes de solidaridad que ya
habían entretejido desde la época de su internamiento en los campos del
sudoeste francés. Es en este periodo cuando se dieron los primeros pasos
desde la improvisación y las acciones aisladas a formas de resistencia
que implicaban el surgimiento de un cierto nivel de organización [13] .
En concreto, se crearon tanto el aparato de pasos, denominado “de cara a España”, como el de falsificación de documentos [14] .
Los carboneros también se dedicaron a ocultar armas y explosivos de los
que los aliados lanzaban en paracaídas sobre el territorio ocupado. Las
armas iban destinadas, en principio, a la Armée Sécrete (AS) que
obedecía órdenes de De Gaulle.
Los militantes de la AS se ocupaban de
ocultarlas hasta que pudiesen ser empleadas en apoyo de los aliados.
Cuando los comunistas, tras la invasión alemana de la URSS en junio de
1941, se implicaron en los combates contra la ocupación, se originaron
enfrentamientos entre la AS y los maquis españoles, que “recuperaron”
algunas partidas con la intención de emplearlas de inmediato:
“[En febrero de 1944] me traen información de que se va a efectuar un
aterrizaje de armas y que es la AS la que va a recibirlo, y esconderlo
como de costumbre. Esperando el día X. Nos informamos del día, hora y
lugar, y preparamos la recuperación de esas armas que nos hacían mucha
falta. Llegó el día esperado y bien escondidos, dejamos que cargaran el
camión y empezamos a tirar tiros al aire, cogimos el camión y lo
escondimos en el bosque” [15] .
Entre las primitivas acciones de resistencia se encontraba la práctica del sabotaje. Muchos chantiers
de los GTE se dedicaban casi en exclusiva a la producción de carbón
vegetal para los vehículos alemanes, lo que motivó que grandes
cantidades del combustible destinado a los gasógenos se entregasen
húmedas y mezcladas con piedras. A Valledor, en concreto, los alemanes
acabaron pagándole el carbón a mitad de precio, e incluso le amenazaron
con la deportación, debido a la mala calidad del material que
suministraba [16] .
A medida que aumentaba la presión sobre los trabajadores extranjeros, los chantiers
fueron llenándose de huidos y hubo problemas para mantenerlos. No
resultaba fácil conseguir recursos para alimentar a una población
laboral muy por encima de la legalmente declarada sin delatar su
presencia, lo que dio lugar, en ocasiones, a episodios insólitos:
“La llegada de nuevos camaradas aumentaba y estábamos un poco justos,
cuestión comida, teníamos hambre y decidimos comprar un cerdo. Estábamos
en una casita y solo circulábamos de noche, para que los campesinos no
nos vieran, por esta causa decidimos matar el cerdo por la noche. Vaya
problema para matar al pobre cerdo, aquello fue peor que la inquisición,
golpe de martillo por aquí, golpe de hacha por allí, cuchillazos por
todos lados, a tal extremo que el animal lleno de sangre y enloquecido
se nos escapa.
Quince o veinte de nosotros detrás del cerdo, en plena
noche, los campesinos que encienden las luces; en fin, una verdadera
catástrofe. Al día siguiente se dio la orden de evacuar, por si a los
campesinos se les ocurría comentar esta famosa noche y llegaba a malas
orejas, vale más prevenir lo que pueda ocurrir” [17] .
A
finales de 1941 los refugiados comunistas españoles decidieron pasar a
la resistencia armada. En agosto de ese año el Comité Central del PCE
había lanzado el manifiesto de “Unión Nacional”. El objetivo, de cara al
interior de España, era unir a toda la nación -desde la clase obrera a
la “burguesía nacional”- para evitar que Franco entrara en la guerra al
lado de Hitler; y, en el exilio, contribuir a la lucha activa para la
derrota del nazismo en el marco de la alianza con las potencias
occidentales.
En una reunión convocada en Carcassonne por Jaime
Nieto, miembro de la delegación del PCE en Francia, se decidió la
organización de los guerrilleros en la zona sur, que tomó el nombre de “XIV Cuerpo de Guerrilleros Españoles”
en homenaje a la unidad homónima creada por el Ejército Popular de la
República Española en 1937. La lucha de los republicanos aparecía así
enlazada, sin solución de continuidad, con la guerra de España, conforme
a la línea mantenida por los comunistas bajo los “gobiernos de la
resistencia” del doctor Negrín.
Nieto celebró otra reunión en la presa
en construcción de Larroquebrou (Cantal), en la que se acordó organizar
los primeros núcleos de guerrilleros de la zona central. Entre noviembre
de 1942 y mayo de 1943 el PCE impulsó las guerrillas de Pirineos
Orientales, Altos y Bajos Pirineos, y la consolidación de sus
organizaciones urbanas en Toulouse, Foix, Pamiers, Tarascón y Lavelanet [18] .
El
principal teatro de operaciones de los guerrilleros españoles estuvo
comprendido en el territorio de los departamentos de Ariège y Aude, y
entre sus responsables se encontraban Jesús Ríos, Cristino García, Luis
Walter (a) “Manolo el mecánico”, Luis Fernández, Vicente López Tovar y
José Antonio Valledor [19]
.Las primeras acciones se llevaron a cabo en mayo de 1942, y
consistieron en “recuperaciones” de dinero y armas lanzadas por los
aliados, y en el sabotaje de vías férreas.
Al mismo tiempo se produjo el
lanzamiento de un órgano de expresión propio, “Reconquista de España”,
editado con una pequeña imprenta “Minerva” por un grupo de carboneros en
el departamento de Vaucluse [20] .
Valledor y López Tovar fueron encargados de visitar los chantiers
existentes para unificar la acción de los maquis residentes en ellos.
Se trataba de combinar el mantenimiento de la vida legal de los
leñadores, carboneros, mineros y constructores de presas, cuya
integración con la población francesa no planteaba problema alguno, con
las actividad clandestina, que exigía una ejecución rápida de las
misiones asignadas y el retorno al lugar de trabajo antes de que la
ausencia fuera percibida.
Al contrario que sus camaradas franceses, que
incurrieron en ocasiones en el error de formar grandes unidades
partisanas para buscar la confrontación frontal con el enemigo, los
españoles, según Sixto Agudo, cultivaron “el arte de reunirse y de
dispersarse. Reunirse, condensarse, para caer como la lluvia sobre un
objetivo dado. Dispersarse, desparramarse, para escapar a la
persecución” [21] .
La preocupación por preservar al máximo tanto la integridad de los
grupos de combatientes como su independencia orgánica no era ajena a la
concepción de la resistencia que tenían los comunistas españoles, para
quienes la lucha contra el ocupante nazi era no solo una continuación de
su combate anterior en España, sino un episodio que presagiaba la lucha
por la liberación de su propio país que habría de producirse en el
porvenir [22] .
La estructura de los maquis españoles en del Midi francés antes de 1944, era sumamente flexible y articulada en tres niveles:
- Los maquis “de primer nivel”, “maquis blancos” o “maquis del llano”, que, dispersos por los chantiers,
aún no habían participado abiertamente en acciones de la resistencia.
Entre ellos se encontraban los capataces de las explotaciones, que
aparecían como la cara legal del entramado, encargados de la
contratación de las obras y de la administración de los recursos.
-
Los maquis “de segundo nivel” o “de nivel intermedio”, que eran los
amenazados o puestos bajo sospecha que debían cambiar frecuentemente de
localización.
- Los maquis “de tercer nivel” o “maquis verdadero”, guerrilleros móviles que se mantenían habitualmente alejados de los chantiers para llevar a cabo sus acciones [23] .
El
paso de un nivel a otro era dinámico, pero procurando no romper nunca
el cordón umbilical que unía a los guerrilleros con el centro de trabajo
de procedencia. Como afirma Victorio Vicuña, “en cualquier momento un
destacamento guerrillero podía verse obligado a dispersarse. Entonces
escondíamos las armas y la ropa, y cada guerrillero se fundía con
leñadores, los mineros o los constructores de embalses” [24] .
Con la creación del Comité Militar de la Mano de Obra Inmigrada (MOI) a finales de 1943 [25] ,
y sobre todo a partir de la formación de la Agrupación de Guerrilleros
Españoles (AGE) en mayo de 1944, la mayor parte de los maquis pasó a
integrase en el tercer nivel, el del “maquis verdadero”, jugando un
papel fundamental en la liberación del sur de Francia, desde Oloron, en
los Pirineos Atlánticos, a Dordogne, el Ariége y Aude [26] . (...)" (Fernando Hernández Sánchez, La estación finlandia, Rebelión, 17/01/2014)
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