"(...) Desde el punto de vista político el final del consenso keynesiano de la posguerra ha traducido en la aparición del totalitarismo invertido, término acuñado por el profesor emérito de filosofía política de la Universidad de Princeton Sheldon Wolin.
Recordémoslo brevemente.
El totalitarismo invertido es el momento
político en el que el poder corporativo se despoja finalmente de su
identificación como fenómeno puramente económico y se transforma en una
coparticipación globalizadora con el Estado.
Mientras que las
corporaciones se vuelven más políticas, el Estado se orienta cada vez
más hacia el mercado. España, en su actual deriva, es un excelente ejemplo de ello. La antidemocracia y el dominio de la élite son elementos básicos del totalitarismo invertido.
La antidemocracia no adopta la forma de ataques
explícitos a la idea del gobierno por el pueblo. Políticamente,
significa alentar la "desmovilización cívica", condicionando al
electorado a entusiasmarse por períodos breves, controlando su lapso de
atención y promoviendo luego la distracción o la apatía.
El ritmo
intenso de trabajo y los horarios de trabajo prolongados combinados con
la inseguridad laboral son la fórmula para la desmovilización política,
para privatizar la ciudadanía.
Nos encontramos, en definitiva, ante un desorden internacional sin
precedentes desde el período de entreguerras. Y miren que había
soluciones más justas y cooperativas. Les recomiendo, en este sentido el
libro de Frank Biancheri 'Crisis Mundial. Encaminados hacia el Mundo de Mañana'.
En él se ofrecían dos salidas, la cooperativa y, alternativamente, el caos. Biancheri se atrevía a hacer distintas predicciones bajo cada escenario. Sorprendentemente muchas se están cumpliendo." (Juan Laborda, vox populi, 16/04/2014)
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