"(...) nuevo
libro de Thomas Piketty, Capital in the Twenty-First Century [El
capital en el siglo XXI].
(...) El razonamiento de Piketty es minucioso y complicado, pero hay cinco puntos que se destacan especialmente:
(...) El razonamiento de Piketty es minucioso y complicado, pero hay cinco puntos que se destacan especialmente:
- La relación entre la riqueza de una sociedad y la renta anual tiende a crecer (o decrecer) hasta un nivel igual a la tasa de ahorro neto dividida por la tasa de crecimiento.
- El tiempo y el azar llevan inevitablemente a la concentración de la riqueza en manos de un grupo relativamente pequeño, al que denominaremos “los ricos”.
- Conforme los beneficios inmediatos de la industrialización van siendo cosechados, la tasa de crecimiento de la economía tiende a disminuir; al mismo tiempo, la tasa de ahorro neto aumenta, debido a la reducción de impuestos progresivos, el fin de la destrucción caótica de la primera mitad del siglo XX y la ausencia de motivaciones sociológicas suficientes que lleven a los ricos a gastar sus ingresos o su riqueza en vez de ahorrarlos.
- Una sociedad donde los ricos poseen un alto grado de influencia económica, política y sociocultural es en muchos aspectos una sociedad indeseable.
- En una sociedad donde el cociente entre la riqueza y la renta anual es un múltiplo muy grande de la tasa de crecimiento, el control de la riqueza se transmite por vía hereditaria (en lo que Geier denominó heiristocracy [“gobierno de los herederos”]); esa sociedad es incluso más indeseable, en muchos aspectos, que una meritocracia dominada por una élite de emprendedores ricos.
Bueno, incluso en esta versión resumida, el
razonamiento de Piketty es complejo. Uno esperaría que tal complejidad
atrajera un gran número de críticas sustanciales.
De hecho, Matt Rognlie atacó el punto (4) con el argumento de que la tasa de rendimiento de la riqueza decrece rápidamente a medida que aumenta el cociente entre riqueza y renta anual, de modo que, paradójicamente, cuanta más riqueza tienen los ricos, menos participan de la renta total, y su influencia económica, política y sociocultural también disminuye.
De hecho, Matt Rognlie atacó el punto (4) con el argumento de que la tasa de rendimiento de la riqueza decrece rápidamente a medida que aumenta el cociente entre riqueza y renta anual, de modo que, paradójicamente, cuanta más riqueza tienen los ricos, menos participan de la renta total, y su influencia económica, política y sociocultural también disminuye.
Tyler Cowen, de la Universidad George Mason, haciéndose eco del
pensamiento de Friedrich von Hayek, criticó los puntos (4) y (5). Según
Cowen, los “ricos ociosos” son un recurso cultural valioso precisamente
porque constituyen una aristocracia con tiempo libre.
No estar atados a la rueda kármica de tener que producir, ganar dinero y gastarlo en artículos de primera necesidad y de uso cotidiano es precisamente lo que les permite tener una visión a largo plazo o heterodoxa de las cosas y crear, por ejemplo, gran arte.
No estar atados a la rueda kármica de tener que producir, ganar dinero y gastarlo en artículos de primera necesidad y de uso cotidiano es precisamente lo que les permite tener una visión a largo plazo o heterodoxa de las cosas y crear, por ejemplo, gran arte.
Hubo otros cuyo único “argumento” fue dar por sentado que habrá una
nueva revolución industrial que pondrá nuevos beneficios al alcance de
todos y que irá acompañada de otra ola de destrucción creativa. De
ocurrir tal cosa, permitiría una mayor movilidad ascendente, lo que
negaría los puntos (2) y (3).
Pero lo más extraordinario en relación con los críticos conservadores
del libro de Piketty es lo poco que han desarrollado cualquiera de estos
argumentos y lo mucho que se han dedicado en cambio a cuestionar las
capacidades analíticas del autor, sus motivaciones e incluso su
nacionalidad. (...)
Ahora,
en ciudades estadounidenses de centroizquierda como Berkeley,
California, donde vivo y trabajo, el libro de Piketty fue recibido con
una aprobación rayana en la reverencia.
Quedamos impresionados por la cantidad de trabajo que el autor y sus colegas dedicaron a reunir, combinar y depurar los datos; la inteligencia y la habilidad con que construyó y presentó sus argumentos; y el trabajo denodado de Arthur Goldhammer en la traducción al inglés.
Quedamos impresionados por la cantidad de trabajo que el autor y sus colegas dedicaron a reunir, combinar y depurar los datos; la inteligencia y la habilidad con que construyó y presentó sus argumentos; y el trabajo denodado de Arthur Goldhammer en la traducción al inglés.
Claro que todos tienen un 10 o un 20% del argumento de Piketty con el
que no están de acuerdo, y todos tienen dudas sobre, tal vez, otro 10 o
20%. Pero en ambos casos, el 10 o el 20% de cada uno es diferente. Es
decir, hay un consenso mayoritario en que cada una de las partes del
libro es básicamente correcta, lo que implica que casi todos están de
acuerdo en que el argumento general del libro es, en términos generales,
acertado.
A menos que los críticos de derecha de Piketty suban su nivel en el
debate y presenten argumentos realmente válidos, esa será la evaluación
que prevalecerá del libro de Piketty. Y no la van a cambiar colgándole
el sambenito de “rojo” y “francés”.
(Bradford DeLong, Project Syndicate, Jaque al neoliberalismo, 06/05/2014)
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