"Caminamos hacia el abismo; eso no lo podrá poner en duda nadie que se
detenga un instante y se limite a sumar acontecimientos. Europa entera
avanza hacia el abismo y si no la damos ya por muerta es porque no hace
tanto que se ha decretado la defunción y después, milagrosamente, ha
vuelto a resucitar.
Hay historiadores que mantienen que la civilización
europea se extinguió en la primera mitad del siglo pasado, entre otras
cosas porque nadie puede resistir la devastación sistemática y periódica
que ocurrió aquí en ese tiempo.
Cuando Europa se recuperó de la
devastación de la Primera Guerra Mundial, llegó la Gran Depresión de la
década de los años 30, el derrumbe de la economía, del empleo, de la
capacidad industrial, y para culminarlo estalló la Segunda Guerra
Mundial quince años más tarde.
Esos tres hachazos consecutivos, si lo
comparamos con las grandezas imperiales del pasado, bien pueden
considerarse el final de una civilización. En el caso de España, como
parte del continente, todavía tendríamos que añadir la Guerra Civil del
36.
Si no sucedió, si Europa volvió a sacar cabeza, fue por el
final de la Guerra Fría y el impulso, a partir de entonces, de la Unión
Europea que conocemos. Tony Judt, autor de una obra maestra sobre la
historia de Europa desde 1945, sostiene que fue ahí, en ese punto de la
historia, cuando se acabó la posguerra y se relanzó la unidad europea.
En ese resurgir, sin embargo, lo que no estaba escrito, porque ese
capítulo de la historia se está escribiendo estos días, es el nuevo
hachazo de la crisis económica y financiera y las consecuencias
devastadoras que ha tenido para la economía europea y, peor aún, para la
política europea. (...)
La desconexión entre el debate político nacional y la realidad de la
calle, unida al fracaso estrepitoso del debate europeo, que se sigue
contemplando en la calle como los intereses lejanos de un grupo de
burócratas bien pagados de Bruselas, lo que va a propiciar en España es
un altísimo nivel de abstención, que es un mal menor comparado con lo
que va a ocurrir en nuestro entorno: el triunfo de la extrema derecha.
Ayer,
un salvaje llamado Jean Marie Le Pen, que se fue a reforzar uno de los
mítines que daba su hija, Marine Le Pen, volvió a agitar los miedos más
primarios de la gente, alertándola de la invasión inmigrante que está en
camino, que se adueñará de todos los pueblos, de todas las ciudades. Y
lo remató con la mayor barbaridad que se ha podido oír en mucho tiempo:
“El señor Ébola puede solucionar el problema de la inmigración en tres
meses”.
El tercero de los hachazos que sufrió el continente en la
primera mitad del siglo pasado, la Segunda Guerra Mundial, fue, además
de la devastación de países enteros, el periodo de mayor vergüenza de
Europa con el genocidio judío. Sólo el silencio, durante decenios, hizo
posible que los europeos pudieran convivir consigo mismos.
“En los años
de vacas gordas posteriores a la Guerra, los europeos se refugiaron en
la amnesia colectiva”, como sostuvo en su día un destacado alemán, Hans
Magnus Enzensberger.
Francia, con su miserable armisticio con la
Alemania nazi, arrastró el silencio vergonzoso hasta el propio
Mitterrand, que fue funcionario de Vichy. ¿No es terrible, después de lo
vivido, que Marine Le Pen pueda ganar las elecciones en Francia este
domingo? Maldita Europa… (...)" (Maldita Europa, de Javier Caraballo en El Confidencial, en Caffe Reggio, 22/05/2014)
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