"(...) El régimen dictatorial instalado desde 1973 garantizaba que no
se iba a producir un vuelco hacia políticas de cambios
estructurales progresistas. Y por eso el régimen tenía el apoyo
activo de las potencias occidentales: Bélgica, Francia y Suiza.
Además, podía constituir una muralla respecto a algunos Estados
de la región que mantenían todavía veleidades de independencia y
de cambios progresistas (Por ejemplo: Tanzania con el presidente
progresista Julios Nyerere, quien era uno de los líderes
africanos del movimiento de los no-alineados).
Durante la década de 1980 y hasta 1994, Ruanda recibió muchos
préstamos, pero la dictadura de Habyarimana se apropiaba de una
parte considerable de la misma. Los préstamos concedidos debían
servir para mejorar la inserción de la economía ruandesa en la
economía mundial, desarrollando sus capacidades de exportación
de café, de té y de estaño (sus tres principales productos de
exportación), en detrimento de los cultivos destinados a la
satisfacción de las necesidades locales.
El modelo funcionó
hasta mediados de los años ochenta, momento en el que los
precios, del estaño primero, luego del café, y por último del
té, se desplomaron. Ruanda, cuyo café constituía su principal
fuente de divisas se vio total y gravemente afectada por la
ruptura del cártel del café provocado por Estados Unidos, a
comienzos de los años noventa.
Utilización de los préstamos internacionales para
preparar el genocidio
Algunas semanas antes del desencadenamiento de la ofensiva del
Frente Patriótico Ruandés (FPR) en octubre de 1990, las
autoridades ruandesas firmaron con el FMI y el BM en Washington
un acuerdo para poner en marcha un programa de ajuste
estructural (PAE).
Este PAE se comenzó a aplicar en noviembre de 1990: el franco
ruandés se devaluó un 67 %. En contrapartida, el FMI concedía
créditos en divisas de desembolso rápido para permitir que el
país mantuviera el flujo de las importaciones. Las sumas así
prestadas permitían equilibrar la balanza de pagos. El precio de
los bienes importados aumentó de manera vertiginosa: por
ejemplo, el precio de la gasolina aumentó en un 79 %.
El
producto de la venta en el mercado nacional de los bienes
importados permitía al Estado pagar los sueldos a los militares,
cuyos efectivos aumentaban velozmente. El PAE preveía una
disminución de los gastos públicos: hubo, por supuesto,
congelación de salarios y despidos en la función pública pero
también transferencia de una parte de los gastos en beneficio
del ejército.
Mientras que el precio de los bienes importados aumentaba, el
precio de compra del café a los productores estaba congelado, y
esto fue exigido por el FMI. En consecuencia la ruina para
centenares de miles de pequeños productores de café |2| que, con las capas más empobrecidas
de la población, fueron desde entonces un reservorio permanente
de reclutas para las milicias Interahamwe y para el ejército.
Entre las medidas impuestas por el BM y el FMI, mediante el
PAE, hay que señalar, además del aumento de impuestos al consumo
y la reducción de los impuestos a las sociedades, el aumento de
los impuestos directos a las familias populares por reducción de
las exoneraciones fiscales por familia numerosa, la reducción de
las facilidades de crédito a los campesinos, etc.
Para justificar la utilización de los préstamos de la pareja
BM/FMI, el BM autorizó a Ruanda a presentar facturas antiguas
que cubrían la compra de bienes importados. Este sistema
permitió a las autoridades ruandesas financiar la compra masiva
de armas para el genocidio.
Los gastos militares se triplicaron
entre 1990 y 1992 |3|. Durante este período, el
BM y el FMI enviaron varias misiones de expertos, quienes
subrayaron algunos aspectos positivos de la política de
austeridad aplicada por Habyarimana, pero, no obstante,
amenazaron con cortar los pagos si los gastos militares
continuaban creciendo.
Las autoridades ruandesas pusieron a
punto algunos montajes para disimular los gastos militares: los
camiones comprados para el ejército se imputaron al ministerio
de Transportes, una parte importante de la gasolina utilizada
para los vehículos de las milicias y del ejército era imputada
al ministerio de Sanidad.
Finalmente el BM y el FMI cerraron el
grifo de la ayuda financiera a comienzos de 1993, pero no
denunciaron la existencia de cuentas bancarias que las
autoridades ruandesas poseían en el extranjero en grandes bancos
y en las que seguían disponibles importantes sumas de dinero
para la compra de armas.
Podemos considerar que el BM y el FMI
fallaron en su deber de control sobre la utilización del dinero
prestado. Debieron cortar sus préstamos desde comienzos de 1992,
cuando supieron que el dinero era utilizado para la compra de
armas. En ese momento debieron haber alertado a la ONU.
Al
continuar otorgando préstamos hasta comienzos de 1993, ayudaron
a un régimen que preparaba un genocidio. Las organizaciones de
defensa de los derechos humanos habían denunciado desde 1991
unas masacres preparatorias del genocidio. El Banco Mundial y el
FMI sistemáticamente ayudaron al régimen dictatorial, aliado de
Estados Unidos, de Francia y de Bélgica.
El aumento de las contradicciones sociales
Para que el proyecto genocida pudiera llevarse a cabo no sólo
hacía falta un régimen para concebirlo y dotarse de los
instrumentos para su realización, sino también la presencia de
una masa empobrecida, presta a realizar lo irreparable. En ese
país, el 90 % de la población vivía en el campo, y el 20 % de la
población campesina disponía de menos de media hectárea por
familia.
Entre 1982 y 1994, se asistió a un proceso masivo de
empobrecimiento de la mayoría de la población rural, mientras,
en el extremo opuesto de la sociedad, se producía un
enriquecimiento impresionante de algunos pocos. Según el
profesor Jef Maton, en 1982, el 10 % más rico retenía el 20 %
del ingreso rural, en 1992, acaparaba el 41 %, en 1993 el 45 % y
a comienzos de 1994 el 51 % |4|.
El impacto social catastrófico de las
políticas dictadas por el BM/FMI y de la caída del precio del
café en el mercado mundial (caída que se debe relacionar con las
políticas de las instituciones de Bretón Woods y de Estados
Unidos que lograron hacer saltar el cártel de los productores de
café en la misma época) tuvo un papel clave en la crisis de
Ruanda. El enorme descontento social fue canalizado por el
régimen de Habyarimana hacia la ejecución de un genocidio." (Eric Toussaint, CADTM, en Rebelión, 15/04/2014)
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