"(...) La Segunda República ha dado origen a una literatura inabarcable. La
cruenta dictadura que le sucedió estableció un canon para justificar la
sublevación y la guerra civil. Sus puntos esenciales han vuelto a
aflorar. Son perennes.
Anarquía y desbarajuste continúan siendo los
motivos dominantes. Ni rastro de las obras críticas (Rafael Cruz,
Francisco Espinosa, José Luis Ledesma, Paul Preston, Francisco Sánchez
Pérez, entre muchos otros) que han ahondado en lo que había detrás. La
autoridad inmarcesible es Stanley G. Pa yne.
Ahora bien, los
comentaristas y políticos (no citaré nombres excepto el de Doña
Esperanza Aguirre) han pasado sobre ascuas sobre algunos descubrimientos
más o menos recientes.
El primero, señalado por José Ángel
Sánchez Asiaín (de la Real Academia de la Historia), es que la
conspiración monárquica contra la República empezó el a l atardecer del
mismo 14 de abril de 1931, a las pocas horas de su proclamacion. Es lo
que se dice vulgarmente, correr.
El segundo, siempre
menospreciado, es la inmediata animadversión que la República produjo en
el líder de la potencia revisionista por excelencia, Italia,
documentada Morten Heiberg. Con consecuencias operativas inmediatas que
pocos autores de corte “aguirriano” se han molestado en escudriñar.
Estas
consecuencias se tradujeron, tras múltiples contactos, en el famoso
acuerdo entre militares, monárquicos y carlistas con Mussolini de 31 de
marzo de 1934, es decir, mucho antes de la “revolución de octubre”.
Las
implicaciones tampoco suelen destacarse: en España gobernaba el centro
lerrouxista, con el apoyo parlamentario de la CEDA, y el ministro de la
Gobernación, Rafael Salazar Alonso, se distinguía por la combinación de
la mano dura y sus constantes provocaciones a las izquierdas en el marco
de una reversión implacable de las previas reformas económicas,
sociales y laborales (estudiadas entre otros recientemente por Julio
Aróstegui y Ricardo Robledo).
Que Ismael Saz, Eduardo González Calleja,
amén de Sánchez-Asiain, hayan iluminado este vector no importa. Tampoco
que ello conllevara un rápido proceso de fascistización de las derechas,
en particular las monárquicas. El pensamiento subyacente lo han
explicado Raúl Morodo, González Calleja y, muy recientemente, Ferran
Gallego. Pero, ¿quién lee estas cosas?
Francisco Franco en campaña
Con
todo, hay que juzgar la acción, y en función de ella la retórica y las
“ideas”. Desde esta perspectiva tiene mayor importancia el que,
fracasados los intentos de anular el resultado de las elecciones de
febrero de 1936, monárquicos y militares se dedicaran inmediatamente a
negociar la adquisición de modernísimo material de aviación con la
Italia fascista, gracias a un préstamo de Juan March equivalente a unos
316 millones de euros de hoy. Una fruslería.
El importe total de los
aviones, municionamiento y utillajes, de los cuales una primera remesa
debía enviarse urgentemente en el curso del mes de julio, ascendió a 339
millones. Los contratos correspondientes se firmaron en Roma el día 1.
Para entonces Calvo Sotelo y Gil Robles habían pronunciado discursos
espeluznantes denunciando el estado en que se encontraba España.
La
benemérita (porque no deja de fabricar historiadores anti-franquistas)
Fundación Nacional Francisco Franco se ha hecho eco de ello en estos
días. ¡Que no se olvide!
Está por ver si las negociaciones fueron
conocidas de Alfonso XIII o de su hijo, Don Juan de Borbón. En cualquier
caso hay indicios de que no las ignoraban personajes monárquicos tan
relevantes como el general Alfredo Kindelán (uno de los destructores de
Gernika y “engrasado” por March en los primeros años de la segunda
guerra mundial), el “Técnico” de la conspiración, teniente coronel
Valentín Galarza (igualmente agraciado) o el diplomático monárquico José
Antonio Sangróniz).
De todo esto no se ha dicho una palabra en la
“épica” pero es indudable que sobre los monárquicos recae, en gran
medida, la responsabilidad por la guerra civil. Es un tema que hay que
ocultar a cualquier precio. (...)
Pero si uno se retrotrae al período comprendido entre diciembre de 1935 y junio de 1936, se detecta un análisis de la situación española dirigido a la población y a crear (con la ayuda de pistoleros falangistas pagados también por los monárquicos hasta el punto de solicita ayuda financiera a Italia, que no la dio) la sensación de un “estado de necesidad” agudo que justificase la insurrección.
La insistencia en un golpe revolucionario inminente, la denuncia de los aviesos designios de Moscú sobre España y el seguidismo de la propaganda que esparcía el maestro Goebbels fueron siempre en tal dirección. Claro que el propietario de ABC, el marqués de Luca de Tena, se guardó de revelar su papel en la trama civil de la conspiración y, por supuesto, dio gato por liebre a cualquier explicación que no encajara con el canon franquista. (...)" (Exaltación monárquica e historia, de Ángel Viñas en El Confidencial, en Caffe Reggio, 19/06/2014)
Pero si uno se retrotrae al período comprendido entre diciembre de 1935 y junio de 1936, se detecta un análisis de la situación española dirigido a la población y a crear (con la ayuda de pistoleros falangistas pagados también por los monárquicos hasta el punto de solicita ayuda financiera a Italia, que no la dio) la sensación de un “estado de necesidad” agudo que justificase la insurrección.
La insistencia en un golpe revolucionario inminente, la denuncia de los aviesos designios de Moscú sobre España y el seguidismo de la propaganda que esparcía el maestro Goebbels fueron siempre en tal dirección. Claro que el propietario de ABC, el marqués de Luca de Tena, se guardó de revelar su papel en la trama civil de la conspiración y, por supuesto, dio gato por liebre a cualquier explicación que no encajara con el canon franquista. (...)" (Exaltación monárquica e historia, de Ángel Viñas en El Confidencial, en Caffe Reggio, 19/06/2014)
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