"Un trabajo con participación del Servicio Geológico de EEUU desvela
una relación “probable” entre la inyección de agua residual en el
subsuelo y un espectacular aumento de los terremotos en el estado de
Oklahoma.
Un estudio científico en EEUU culpa a varias explotaciones de fracking de
causar más de 2.000 terremotos en Oklahoma. Este estado destaca entre
los que más operaciones tienen de fractura hidráulica o fracking en
todo el país y ha experimentado un espectacular aumento de los seísmos
en los últimos cinco años.
Los geólogos han bautizado a la serie de
terremotos como el “enjambre de Jones” por el nombre de la pequeña
localidad cercana a la capital del estado donde, desde 2008, se han
registrado 2.547 terremotos de magnitud tres o superior, casi uno por
cada uno de sus 2.692 habitantes, según recalca la revista Science, que ha publicado hoy el estudio.
Hasta ahora ha sido difícil asegurar hasta qué punto las explotaciones de gas y petróleo que usan la fracturación hidráulica, o fracking,
provocan seísmos, resalta el estudio. Este también parecía el caso del
enjambre de Jones, pues el pueblo está a más de 20 kilómetros del pozo
de fracking más cercano.
Pero los nuevos datos muestran cómo la
inyección de agua sobrante en el subsuelo que realizan las explotaciones
de fracking generan una creciente presión subterránea que, en el
caso de Jones, “probablemente” está causando el pronunciado aumento de
terremotos.
Desde 2008, la zona ha pasado de experimentar una media de dos terremotos de magnitud tres o mayor al año a sufrir 145 en lo que va de 2014,
todo un récord desde que hay registros. Dicho de otra manera, desde
2008 la zona ha multiplicado por 40 su número de seísmos, según el
trabajo en Science.
Oklahoma registró en 2011 el que, hasta ahora, es el mayor
seísmo relacionado con la inyección de fluidos en el terreno: un temblor
de intensidad 5,7 que destruyó 14 casas y una autopista dejando dos
heridos.
España también es uno de los focos de atención ante este
problema. Un tipo de inyección en el subsuelo similar, pero con gas en
lugar de agua, el almacén Castor, ha provocado una serie de terremotos
en el área de Vinaroz, en Castellón.
La explotación está paralizada, su
concesionaria quiere desistir y es posible que el estado tenga que pagar
una compensación millonaria a las empresas promotoras, lo que ha
intensificado la polémica en torno a este tipo de explotaciones, en
parte porque ni Gobierno ni empresas supieron comunicar a tiempo lo que
cualquier experto sabe desde hace décadas, que este tipo de explotaciones puede provocar pequeños seísmos, la inmensa mayoría sin peligro.
El trabajo actual se centra en los llamados pozos de inyección que van asociados al fracking.
Esta técnica consiste en la inyección de agua, arena y productos
químicos a presión para romper la roca en el subsuelo y liberar el gas o
el crudo que está impregnado en ella y que no sale si no se le empuja.
En las explotaciones de petróleo, una vez la mezcla sale a la superficie
es necesario separar los hidrocarburos del agua. Después, parte de los
desechos se dejan en balsas para que se evaporen y otra parte va a esos
pozos mencionados que inyectan el agua en capas profundas del subsuelo,
una técnica común en las explotaciones de EEUU.
El trabajo en Science, en el que ha participado el Servicio Geológico de EEUU (USGS),
una agencia del Gobierno, es el primero que combina datos sísmicos con
un modelo que calcula la presión ocasionada por la inyección de agua
sobrante.
Los resultados muestran que los terremotos de Jones coinciden
con una creciente oleada de presión en el subsuelo achacable a cuatro de
los mayores pozos de inyección del estado, a pesar de estar a unos 20
kilómetros. Estos pozos de inyección a gran escala llegan a necesitar
1.000 barriles de agua por cada uno de petróleo que se obtiene, según el
estudio.
Los cuatro pozos en cuestión han sido bautizados con
nombres como “Flower Power” y “Deep Throat” (Garganta Profunda). La
empresa propietaria, New Dominion, ha dicho que el estudio se basa en
“asunciones falsas”, según Science, pero se ha negado a responder preguntas.
Los autores abogan por aumentar los controles sobre este
tipo de explotaciones. “En los pozos que inyectan agua a mayor escala
sería deseable que hubiese un mayor control para determinar la presión
del fluido y cómo se expande por el subsuelo”, explica a Materia Barbara Bekins, hidróloga del USGS. Es
importante tener en cuenta que este problema no parece ser la norma,
sino la excepción.
En el estado de Oklahoma hay unos 10.000 pozos de
inyección, resalta Bekins, y, por ahora, solo esos cuatro que funcionan
con un mayor volumen de agua han resultado ser problemáticos, según el
análisis.
“Este estudio es importante porque cuantifica algo que ya se sabía”, opina José Martínez Díaz,
geólogo de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) y experto en
peligrosidad sísmica. “La relación entre las inyecciones y los
microterremotos era conocida, pero hasta ahora no se sabía hasta qué
magnitud llegaban esos terremotos”, comenta. “El problema”, añade,
“llega cuando hay una falla activa, que es lo que ha pasado en Oklahoma y
en Valencia con Castor”.
El trabajo alerta de que se trata de un fenómeno gradual y
que si se ven afectadas fallas mayores son posibles terremotos de
magnitudes más elevadas que podrían afectar incluso a la ciudad de
Oklahoma, con una población de unos 600.000 habitantes.
“Este es un tema equiparable al cáncer, sabemos mucho, pero
es mucho más lo que desconocemos, por eso es muy difícil predecir qué
sucederá hasta que las explotaciones ya estén en marcha”, reconoce Luis González de Vallejo, catedrático de ingeniería geológica de la UCM.
En su opinión, las evaluaciones necesarias antes de abrir una explotación de fracking deberían
ser más estrictas a la luz de estudios como este y, sobre todo, dice,
“ser encargadas a un organismo independiente, y no a la empresa que
quiere la concesión como hasta ahora”. (...)" (Science , Materia.es , en Attac Madrid, 10/07/2014)
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