"(...) La apertura al capitalismo de la China llamada comunista fue, sin duda,
el mayor salvavidas que ha recibido el sistema en toda su historia, más
si se tiene en cuenta que los dueños del negocio ya tenían asumido –muy a
su pesar- que la democracia social y laboral eran conquistas
irreversibles con las que había que convivir.
El problema que plantea para el mundo la economía esclavista china ha
sido planteado en multitud de artículos, foros y conferencias, pero
nunca como una cuestión verdaderamente importante.
Por un lado estaban
los intereses de los capitalistas interesados en deslocalizar sus
empresas hacia lugares en los que los costes laborales y sociales fuesen
mínimos; por otro, el falso pudor de la izquierda que no se ha atrevido
a enfatizarlo como se merece por el temor a ser acusada de no querer
extender la “riqueza” a otros lugares del planeta.
Los capitalistas al
defender la deslocalización cumplían a la perfección –como siempre- con
su ideario, por el contrario, las izquierdas –una vez más- hacían
dejación del mismo al no ser capaces de denunciar y de impedir la
globalización de la pobreza y la ausencia de derechos: En un mundo
global, se podrían haber marcado unas nuevas reglas del juego comunes
que obligasen en todo el orbe a respetar los derechos políticos,
sociales, económicos y culturales de todos los trabajadores, de todas
las personas.
No se hizo y hoy, por mucho que nos empeñemos en seguir
ciegos, la producción industrial mundial se ha trasladado a aquellos
lugares donde la palabra derecho es delictiva, y si se ha trasladado no
ha sido por iniciativa de los países de Oriente, sino por voluntad clara
de los capitalistas de Occidente.
Claro, decían quienes manejaban los
pucheros, no pasa nada, ellos que produzcan que nosotros nos quedaremos
con los servicios y las finanzas. La falacia, como todas, tenía los pies
de barro, porque como hace ya varios siglos demostraron los fisiócratas
franceses, no hay desarrollo ni bienestar económico sin una producción
industrial fuerte, salvo que seas Suiza, o cualquier otro país al que el
capitalismo haya otorgado el papel de parásito guardián y blanqueador
del dinero. (...)
Diezmados los partidos y sindicatos de izquierda por su incapacidad para
enfrentarse a un sistema perverso y nocivo, desaparecida la prensa
libre, mermada hasta lo ínfimo la empatía personal y social, arruinada
la Educación crítica, diluida la conciencia de pertenencia a una misma
clase –la de los explotados y excluidos-, aceptado el fatalismo como
motor de la historia y la salida individual como única forma de
emancipación y triunfo, el mundo camina, por dejación de funciones,
hacia épocas que por vividas no dejan de ser oscuras, tenebrosas y en
extremo peligrosas.
El capitalismo, sólo tiene un interés, maximizar
beneficios sin importarle hombres ni territorios, han de ser los hombres
quienes, de nuevo, tomen conciencia de que el objetivo son ellos y sus
derechos. En otro caso, el último que salga que cierre la puerta:
Veremos cosas que jamás habríamos soñado, ni en nuestras peores
pesadillas.
Europa se diluye dirigida por un buque fantasma llamado
Alemania pero pilotado por Estados Unidos y su delegado en el paraíso
fiscal de la City londinense. El pasaje espera el momento para saltar
por la borda. Todavía estamos a tiempo de no volver a repetir la
historia si somos capaces de aprender, mínimamente, de ella (...)" (Pedro Luis Angosto, , nuevatribuna.es, Attac Madrid, 09/102014)
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