"(...) Cuánto cambió en tres décadas. Allá por 1989, el
colapso del bloque soviético parecía augurar el triunfo de los
principios y valores de la democracia liberal. La creación ese mismo año
de la World Wide Web prometía una nueva era de
florecimiento para la humanidad y de cooperación internacional. Todavía
en los primeros años de este siglo se repetían consignas osadas como
que “la distancia ha muerto” y “la Tierra es plana”.
Pero en vez de aplanar la Tierra, la globalización la
ha vuelto más montañosa y despareja. Hoy más que nunca, el código postal
determina las perspectivas, la expectativa de vida y el destino de las
personas. En vez de reemplazar los ideales nacionales con valores
compartidos, la globalización llevó a una competencia feroz, a la
decadencia de los estados de bienestar y a la corrosión de las
instituciones internacionales. Y aunque técnicamente hay más democracias hoy que en 1989, muchas se están volviendo más iliberales.
No extraña que el apoyo público a la globalización
haya menguado. Y en esto no ayudaron los ataques del 11 de septiembre de
2001 y los 5,6 billones de dólares
gastados en la “guerra al terrorismo”. Tampoco lo hizo la crisis
financiera de 2008, que expuso la incapacidad de expertos e
instituciones para manejar la interdependencia y el cambio tecnológico.
Una creciente divisoria entre las élites y todos aquellos que han sido
“olvidados” envenena la política hace una generación.
Sin embargo, la desilusión con la globalización está
en su mayor parte confinada a los países de América del Norte y Europa
occidental. Al fin y al cabo, la suerte de las potencias emergentes en
el este y el sudeste de Asia mejoró, y la mayoría de las personas en
todo el mundo hoy están objetivamente mejor en términos agregados que hace 30 años.(...)
Los espectaculares efectos colaterales de la invasión a Irak liderada
por los Estados Unidos y de la crisis financiera de 2008 dañaron
profundamente la confianza de la población en las autoridades y en los
expertos. Una misma idea reúne al populismo de derecha con el de
izquierda: la idea de que la vieja guardia abandonó al pueblo y se
encerró en una isla de privilegios. (...)
Y algo de razón tienen. Es un hecho que
políticas defectuosas de promoción de la globalización nos abandonaron y
contribuyeron a una creciente desigualdad. Y ahora la inteligencia
artificial y la automatización amenazan con reemplazar los puestos de
trabajo rutinarios y acentuar las divisiones sociales. ¿Podrán la
dirigencia política y la ciudadanía reunir la voluntad para encarar las
amenazas compartidas, o vamos camino de una mayor fragmentación? Mucho
dependerá de las medidas que se tomen en 2019. (...)
Hasta ahora, la revolución política que se desarrolla estuvo signada por
la rabia y la frustración. Pero es posible (y necesario) encauzar esos
sentimientos y ponerlos al servicio del cambio constructivo. Para lograr
una globalización inclusiva, tenemos que hacer frente a la desigualdad
creciente, abrazar la diversidad y rescatar la cooperación internacional
del espectro del unilateralismo. (...)
Tres décadas después de la caída del Muro de Berlín, estamos otra vez en
una encrucijada, y se libra una encarnizada batalla de ideas. Los
nuevos muros que hoy se erigen dentro de las sociedades y entre ellas
plantean una grave amenaza a nuestro futuro colectivo. (...)" (
,
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