"Una de las razones expuestas con mayor
frecuencia para explicar el gran compromiso que el gobierno alemán tiene
con las políticas de austeridad y con la rectitud fiscal (exigiendo la
eliminación del déficit público en las cuentas del Estado) es el gran
temor que el Estado alemán ha tenido históricamente a la inflación, pues
se asume que el hecho de que el Partido Nazi ganara las elecciones se
debió precisamente al enorme crecimiento de esta, que provocó como
respuesta un movimiento de protesta popular, con el crecimiento del
nazismo, poniendo a Adolph Hitler en el poder.
En esta explicación se
asumen varios hechos. Uno, que la supuesta expansión del gasto público y
el déficit público había sido la causa del enorme crecimiento de la
inflación o hiperinflación. Y dos, que esta última había sido la causa
del enfado popular responsable de la victoria electoral del nazismo en
Alemania.
Tal explicación está ampliamente
generalizada y se utiliza constantemente, no solo por el establishment
político-mediático alemán, sino por un gran número de economistas
neoliberales que intentan justificar el énfasis del gobierno alemán en
la aplicación de tales políticas de austeridad en todos los países de la
Eurozona utilizando dicho argumento.
Esta explicación, sin embargo, no se
ajusta a la realidad histórica, pues ninguno de los supuestos enunciados
al principio son ciertos. Ni el déficit público ni la presunta
expansión del gasto público, incluyendo el gasto público social, fueron
las causas de la hiperinflación, ni tal hiperinflación fue la razón de
que el nazismo creciera, llegando a gobernar Alemania.
La hiperinflación
fue debida primordialmente a la masiva impresión de moneda por el
Estado alemán para poder pagar las reparaciones a los aliados que habían
ganado la I Guerra Mundial. Y esta hiperinflación (1921-1923) no fue lo
que determinó el crecimiento del Partido Nazi, como ya se ha
mencionado, sino que lo fueron las políticas de austeridad (1930-1932),
cuando la hiperinflación ya había sido eliminada, y las políticas
encaminadas a reducir los salarios (que deterioraron el mercado de
trabajo) que llevó a cabo el gobierno de la República alemana, las
cuales, tal como ha ocurrido ahora, generaron la protesta popular que
llevó al nazismo al poder en el año 1933.
Por tanto, no fue la
hiperinflación –que ya no existía cuando Hitler fue elegido-, sino las
políticas de austeridad (que hoy se definirían como “neoliberales”) las
que causaron el surgimiento del nazismo.
En realidad, es más que
preocupante ver los paralelismos que existen entre la aplicación de
tales políticas en los años treinta en la República de Weimar y sus
consecuencias, incluyendo la pérdida de apoyo popular de las
instituciones democráticas y el surgimiento del nazismo, y lo que está
ocurriendo ahora, cuando hay un crecimiento de partidos de ideología
fascista y nazi en Europa, consecuencia de la aplicación de políticas
semejantes.
La historia se reproduce casi un siglo más tarde. ¿Cuáles fueron las causas de la hiperinflación?
Veamos los datos. En primer lugar hay
que reconocer que la hiperinflación es un problema grave para las clases
populares, pues la capacidad adquisitiva de la población disminuye
rápidamente al crecer los precios de lo que la gente compra más
rápidamente que el nivel de los salarios. De ahí que tal hiperinflación
puede generar movimientos de protesta.
Pero, como se ha apuntado, esta
no fue la causa del crecimiento del Partido Nazi, pues su crecimiento
fue en años posteriores al periodo de hiperinflación. El estudio de la
evolución económica de Alemania muestra que la hiperinflación en los
años 1921-1923 no fue la razón principal del rechazo popular a las
instituciones en la República de Weimar.
Tal hiperinflación había sido
causada por las excesivas demandas que las fuerzas victoriosas al final
de la I Guerra Mundial habían impuesto sobre la Alemania perdedora en el
conflicto, y que quedaban reflejadas en el Tratado de Versalles.
En
realidad, la hiperinflación terminó cuando las fuerzas aliadas (bajo la
presión del gobierno de la administración federal de EEUU) dejaron de
apoyar las medidas sancionadoras y punitivas promovidas por el gobierno
francés en contra de Alemania.
El economista J.M. Keynes fue la voz más
clarividente cuando, en su libro The Economic Consequences of the Peace,
alertó de las consecuencias negativas de tales medidas, que él atribuyó
no solo al deseo de revancha de Francia y el Reino Unido, sino a su
voluntad de apoderarse de la base industrial alemana, así como al deseo
de conseguir recursos que estos dos países habían perdido durante la I
Guerra Mundial.
El Estado alemán, pues, tomó las medidas
para poder pagar lo que se le imponía, que incluyeron primordialmente
la impresión y distribución de la moneda alemana, el marco, por parte
del Estado alemán.
Estas fueron las causas más importantes del
crecimiento de la inflación. Pero ésta terminó cuando los aliados
acordaron el retraso de los pagos de la deuda pública poseída por los
aliados, el Plan Dawes (que iba acompañado de un rescate financiero).
EEUU y el Reino Unido, cuyo gobierno cambió (con la retirada de David
Lloyd George en el año 1922), prevalecieron sobre el gobierno francés,
pues se dieron cuenta de que aquellas sanciones llevarían a Alemania al
colapso. Contribuyó también en gran medida al control de la inflación –a
partir de 1924- la creación de una nueva moneda, que corrigió la
subvaloración del marco (ver los siguientes documentos: “Banking and
Monetary Statistics 1914-1941”, del Board of Governors of the Federal
Reserve System of the US, 1943, y “The Nightmare German Inflation.
Special Report”, USAGOLD, 1970).
En realidad, el Partido Nazi consiguió
solo 32 escaños en el Parlamento alemán, el Reichstag, en el año 1924,
bajando incluso más, alcanzando solo 12 escaños, en el año 1928. Lo que
generó el crecimiento del nazismo fueron las medidas tomadas en los años
30, que pusieron a Hitler en el poder el año 1933.
Las causas reales del crecimiento del nazismo en Alemania
Las derechas alemanas, sin embargo,
atribuyeron la hiperinflación a las políticas del gobierno
socialdemócrata de la República de Weimar, que había expandido el gasto
público social (por ejemplo, en el seguro público de desempleo) para
paliar la enorme crisis económica del sistema, forzando a que el
Presidente de la República, Paul von Hindenburg, sustituyera al partido
socialdemócrata gobernante por el partido católico de derechas, que
comenzó a aplicar las políticas de austeridad parecidas a las que la
derecha conservadora y liberal ha estado aplicando en España.
Fueron
estas políticas de austeridad, realizadas en los años 1930-1932 (con
recortes del seguro de desempleo, entre otros) las que movilizaron a la
clase trabajadora, oponiéndose a ellas y generando un rechazo hacia todo
el sistema. Contribuyó a este enfado que el partido socialdemócrata
nunca se opusiera a tales políticas, adaptándose, en cambio, a ellas.
Casi una copia calcada de lo que está pasando ahora. No fue, pues, la
hiperinflación, sino las políticas de austeridad, las que causaron el
nazismo. Y esta es la lección histórica que se está ignorando,
facilitando la reproducción de los hechos. Hoy el nazismo está creciendo
en Europa de nuevo e irá creciendo, sin lugar a dudas, debido a la
aplicación de las políticas neoliberales.
El nazismo hoy
Una de las características de este
nazismo actual es su profundo nacionalismo, como reacción a una
globalización a la cual se atribuyen los daños causados a la clase
trabajadora, y que incluye desde el traslado de puestos de trabajo en
busca de salarios más bajos a la inmigración procedente de otros países y
entornos.
Aparece así un profundo sentimiento de hostilidad hacia los
inmigrantes, percibidos como causantes de la bajada de salarios y
acaparadores de los servicios sociales destinados a las poblaciones
vulnerables. Esta situación es explosiva, como podemos ver diariamente
en los medios de información.
Esta ideología nazi de protesta surge
como resultado de dos hechos. Uno es el rechazo a las políticas
impuestas que están dañando el bienestar de las clases populares,
aumentando su precariedad y malestar, lo cual explica su rechazo a
aquellas instituciones políticas, incluyendo los partidos políticos que
habían apoyado anteriormente, lo que constituye el otro hecho.
Tales
sectores de la clase trabajadora no se sienten representados por los
partidos tradicionales arraigados en la clase obrera, al ser percibidos
como integrados dentro establishment. Es, pues, el enorme deterioro del
bienestar de las clases populares y la falta de respuesta de los
partidos de izquierda a sus inquietudes, lo que originó el crecimiento
de tales movimientos ayer, y lo que generará su expansión mañana.
En
realidad, las soluciones son fáciles de ver. Requieren un cambio muy
notable de aquellos partidos o la aparición de nuevos que sean
antiestablishment, desde una visión progresista, que ofrezcan soluciones
(que se definirán como utópicas e irrealizables por tales
establishments) que respondan a las inquietudes y deseos de las clases
populares. Es fácil de ver que los partidos de siempre tienen ya escasa
credibilidad. Así de claro."
(Artículo publicado por Vicenç Navarro en la columna “Dominio Público” en el diario PÚBLICO, 4 de febrero de 2016, en www.vnavarro.org, 04802816)
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