19/9/17

Por malos que fueran los regímenes de socialismo real, el capitalismo se las arregla para ser considerablemente peor


"Sobre estas líneas se muestra la evolución porcentual del PIB para los grandes territorios del planeta entre los años 1 y 2000 según los datos recopilados por el economista inglés Angus Maddison (1926-2010). 

El gráfico se presenta aquí con escala temporal lineal, y no logarítmica como suele ser habitual, con el fin de poner de manifiesto de forma más clara el carácter excepcional de lo ocurrido a partir del siglo XVIII. Probablemente no exista una imagen que refleje mejor la catástrofe global que supuso la onda expansiva del capitalismo industrial y la opresión colonial a él ligada. 

En la figura puede verse que durante muchos siglos las áreas más pujantes fueron China y la India. Europa incrementa su importancia a partir del siglo XII, pero con una posición subordinada respecto a los gigantes asiáticos hasta hace muy poco. La India fue la primera víctima de la debacle y comenzó a desplomarse ya en el siglo XVIII, cuando el imperio Mogol, que había traído una relativa prosperidad al país, inició su declive para dar paso progresivamente a un dominio inglés que destruyó su tejido industrial y lo relegó a la producción de materias primas para la metrópoli. 

La incorporación de la India al capitalismo se saldó con hambrunas que dejaron decenas de millones de víctimas en la era victoriana, y el descenso siguió en el siglo XX hasta tocar fondo. Sólo tras la independencia se evidencia una débil recuperación, que no se ha de olvidar que llega de la mano de la inserción en la economía global de grandes masas de población en condiciones de cuasi-esclavitud.

El caso de China es ligeramente diferente. Allí, la producción logra mantenerse hasta bien entrado el siglo XIX. En esa época, la dinastía Qing en el poder veía con preocupación el sistema que los británicos habían encontrado para comerciar en el rico y enormemente atractivo mercado chino, que no era otro que la introducción en el país del opio que estaban produciendo en la India, barato y en grandes cantidades. 

Cuando las autoridades chinas prohibieron este tráfico, que atentaba gravemente contra la salud y las condiciones de vida de la población, la respuesta británica fueron las guerras del opio (1839-42 y 1856-60), que ganadas por ellos supusieron la sumisión colonial de China y el derrumbe de su economía con un ritmo aún mayor que el de la India. Como no podía ser de otra manera, la caída de estos dos gigantes propició la consolidación de Europa como potencia productiva y un ascenso imparable de los Estados Unidos.

Es interesante observar cómo tras su mínimo a mediados del siglo XX, India y China emprenden una subida que es mucho más clara en el caso de China. Como Noam Chomsky recordaba en una ocasión, India y China aportan, de alguna forma, un experimento de evolución de dos economías a partir de una base igualmente desastrosa durante varios decenios y con un modelo de producción capitalista en un caso y centralizada en el otro. 

El hecho de que con todos sus errores y crímenes, el experimento chino se haya saldado con menos muertes por hambre y con mayores tasas de crecimiento viene a mostrar lo mismo que aprendieron en los años 90 los ciudadanos de la Unión Soviética con su triste experiencia, que por malos que fueran los regímenes de socialismo real, el capitalismo se las arregla casi siempre para ser considerablemente peor.

Angus Maddison dedicó su vida a escudriñar en los documentos del pasado las huellas de la actividad económica, y fue capaz de sintetizar sus estudios en gráficas que muestran la historia del mundo en unas pocas líneas coloreadas. Estos datos, amplia y reverentemente citados en las publicaciones del pensamiento único, se quiere que demuestren sólo la superioridad productiva del capitalismo. 

 Sin embargo, es importante señalar también que esta supremacía se basa únicamente en la rapiña y la imposición bélica, santificadas por una monstruosa cobertura ideológica. Cuando somos conscientes de esto, las curvas de Angus Maddison se convierten en una prueba de cargo decisiva contra la más perniciosa de las doctrinas criminales que ha conocido la historia."                (Jesús Aller

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