"(...) Como pionero del ecologismo, ¿diría que ya nos hemos cargado el planeta?
El ecologismo ha sido sustituido por el animalismo.
Para complacer las ansias de ternurismo de las clases medias. El
ecologismo era mucho más salvaje, pero al sistema, al capital, no le
convenía, porque no daba dinero. El animalismo es una fuente de ingresos
enorme para las multinacionales, enorme: solo la comida para gatos y la
comida para perros genera millones.
En el ecologismo hay que salir al
campo, te ensucias… En cambio con el animalismo, en tu casa de Madrid o
Barcelona tienes unos gatitos, y ya. El ecologismo está todo por hacer,
pero nos equivocamos sobre todo en una cosa: lo de las centrales
nucleares. Habría que apostar por ellas.
Hemos pasado del “Nuclear no, gracias” a…
Los molinos aerogeneradores, que son la principal
causa de mortandad de las grandes especies por las que hemos batallado.
Las aspas giran a una velocidad vertiginosa, y los corta. El buitre no
está programado para eso, y como están en los puntos donde sopla viento,
es un desastre. Las centrales nucleares indudablemente generan
residuos, pero esos residuos hay que almacenarlos y tratarlos, y algún
día incluso los vamos a aprovechar. Y sobre todo, no modifican el
paisaje.
La carretera por ejemplo de Jaca a Navarra, que es un sitio
precioso, paisajísticamente está muerto: unos molinos de unas alturas…
que nunca se van a integrar en el paisaje. Y luego está el radicalismo
en muchas cosas. La caza sin ir más lejos hay que mantenerla, no solo
como creadora de puestos de trabajo, sino como reguladora.
Para regular
la población de jabalí no podemos soltar lobos. Porque el jabalí puede
convivir quizá con tu familia y tus niños, pero el lobo no. Piensa que
en este momento hay un exceso de lobos, pero no se puede decir, es un
tabú.
También en el sur nos
manifestábamos contra los campos de tiro, y acabaron resultando una
barrera de protección contra los excesos del ladrillo. ¿Ha habido muchas
paradojas de ese tipo?
Sí, la gran paradoja de este tipo fue el mayor
campamento militar de Europa, San Gregorio en Zaragoza, que no sé
cuántas hectáreas tiene. Gracias a él, la fauna en ese sitio es
incomparable, y llega un momento en que se adaptan a las explosiones.
Durante la Segunda Guerra Mundial, que fue una cosa tremenda, en el
centro de Europa la población de águila calzada, águila culebrera y
ratonero busardo se disparó, porque la gente no los mataba, ¡se mataban
entre ellos! Todo esto es tan delicado… (...)" (Entrevista A Francisco Ferrer Lerín, Alejandro Luque, m'sur, 09/10/18)
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