"Está en todas partes y en pocos años, ha hecho metástasis como un
cáncer en todos los continentes. Sus fervientes defensores y sus
partidarios mal informados lo llaman populismo o nacionalismo.
Sin embargo, de la década de 1930, en la Italia, Alemania o España,
esta ideología de la exclusión, el miedo, el odio al otro y la adoración
por un poder ejecutivo tiránico, fue llamada por su nombre propio:
fascismo.
El neofascismo y el capitalismo.
Los neo-fascistas se han vestido con la bandera del populismo y el
nacionalismo . Y han convencido a sus partidarios que son los campeones
de una lucha contra el globalismo , el elitismo y la corrupción del
sistema político neoliberal. Sin embargo, son fieros defensores del
capitalismo y su abyecta explotación sistemática del trabajo.
Para los neofascistas, al igual que para los capitalistas, la riqueza
debe concentrarse en pocas manos, y el dinero debe circular a través de
las fronteras sin restricciones, mientras que la gente común no puede
no hacerlo. Apoyados por el capital financiero y el complejo
industrial-militar, los neofascistas niegan el cambio climático y
promueven la super-explotación de los recursos naturales y la
deforestación (...)
Muros mentales de odio.
Trump, Salvini, Kurz, Orban y Bolsonaro fueron elegidos en gran parte
con una premisa falsa. Escondidos tras una amenaza inexistente y una
noción racista del choque de civilizaciones, han fomentado el mito que
los inmigrantes, los extranjeros de piel oscura o de otras religiones,
representan un peligro “existencial” para los países de acogida.
Los neofascistas han crecido construyendo muros mentales de odio en
la “fortaleza Europa” y en la “fortaleza América”. La proliferación
mundial del neofascismo constituye una nueva forma de globalización
ideológica, y hoy el capitalismo global se apoya en ella. Por ejemplo,
una vez que se hizo evidente que Bolsonaro sería elegido presidente de
Brasil, el mercado de valores del país aumentó un 13 por ciento en dos
semanas.
Durante la Segunda Guerra Mundial, los poderes del eje fascista
fueron Alemania, Italia y Japón. Ahora son los Estados Unidos, Italia,
Austria, Hungría y Brasil. (...)
Jesús y América
“Dios está con nosotros” Estas palabras junto a un águila y una
esvástica, fue la inscripción que adornaba las hebillas del cinturón del
ejército alemán durante la Segunda Guerra Mundial. ¡Si hay un Dios, su
poder ciertamente no ayudó mucho a los soldados del Tercer Reich! Dicho
esto, definitivamente hay un camino religioso en el auge del fascismo
global.
En los Estados Unidos y en Brasil, el voto de los cristianos
evangélicos fue un factor primordial en las elecciones de Trump y
Bolsonaro. Los fundamentalistas cristianos “renacidos” de los Estados
Unidos se concentran principalmente en los Estados del Sur que
anteriormente fueron los Confederados de la Guerra Civil.
Estas comunidades evangélicas fundamentalistas rechazan la evolución,
el secularismo y el cambio climático. Muchos en estas comunidades creen
que los Estados Unidos deben ser un estado cristiano. Estos
fundamentalistas cristianos son el bloque de votación más confiable de
Trump, tal como lo fueron para George W. Bush. Los think tanks de esta
derecha extrema, bien financiados como La Fundación Heritage, han estado
manejando las hilos de poder desde principios de los años setenta.
Patriotas
Bolsonaro , fue criado como católico, pero se convirtió – en lo que
podría considerarse un cínico cálculo político- en un evangélico
“renacido”. Posiblemente fue el bloque evangélico quien le dio una
ventaja decisiva en las recientes elecciones presidenciales.
Mientras tanto, en la “fortaleza Europa”, los neofascistas esgrimen
su herencia cristiana, y alimentan sentimientos anti-islamistas, creando
una ideología mezcla de racismo y de intolerancia religiosa.
En Israel, bajo lo que se puede llamar el Judeo-fascismo del Primer
Ministro Netanyahu, los palestinos son deshumanizados y perseguidos,
como se perseguía a los judíos en los pogroms de Europa durante siglos.
En Arabia Saudita, el islamo-fascista Mohamed bin-Salman hace lo mismo
pintando a los chiítas de Irán como herejes y terroristas.
En India, el Primer Ministro Modi, también ha estado utilizando la
religión para crear conflictos y justificar los gastos militares. En
resumen, los fundamentalistas religiosos de todas las tendencias son hoy
en día los mejores activos para que los neofascistas manipulen las
personas, poniéndolas a menudo, violentamente unas contra otras.
La huella ecológica del fascismo.
Los neofascistas son – como Trump en Estados Unidos y Bolsonaro en
Brasil- negadores del cambio climático. Después de todo, Dios o Alá
tiene las llaves del destino de la humanidad .
Para el resto de nosotros, que no esperamos que Dios tenga un planeta
Tierra adicional en su bolsillo, el ascenso del neofascismo global
ofrece una perspectiva sombría para la supervivencia.
Bajo las botas las tropas de asalto del neofascismo global lo poco
que queda de nuestro ecosistema puede llegar a ser arrasado totalmente.
De hecho Jair Bolsonaro amenaza con aplicar “tabula rasa” en el
Amazonas, la foresta más grande del planeta y el gran pulmón de la
tierra.
Mientras tanto los súper ricos que controlan el capitalismo global
darán carta blanca a sus capataces neo-fascistas para que utilicen su
enorme aparato policial y militar para reprimir a los miles de millones
de refugiados del cambio climático y víctimas del colapso ecológico .
Las consecuencias de cambio climático, que los neofascistas quieren
convertir en un problema de seguridad nacional, probablemente
desencadenará la etapa final del capitalismo. Todo el oro y los
diamantes en el mundo no detendrán las tormentas ni protegerán la
atmósfera de los rayos mortíferos de un sol ardiente e inclemente." (Gilbert Mercier. Editor Jefe del diario News Junkie Post, en Krítica, 29/11/18)
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