10/12/18

Los neo-fascistas se han vestido con la bandera del populismo y el nacionalismo . Y han convencido a sus partidarios que son los campeones de una lucha contra el globalismo , el elitismo y la corrupción del sistema político neoliberal...

"Está en todas partes y en pocos años, ha hecho metástasis como un cáncer en todos los continentes. Sus fervientes defensores y sus partidarios mal informados lo llaman populismo o nacionalismo.

Sin embargo, de la década de 1930, en la Italia, Alemania o España, esta ideología de la exclusión, el miedo, el odio al otro y la adoración por un poder ejecutivo tiránico, fue llamada por su nombre propio: fascismo. 

El neofascismo y el capitalismo.

Los neo-fascistas se han vestido con la bandera del populismo y el nacionalismo . Y han convencido a sus partidarios que son los campeones de una lucha contra el globalismo , el elitismo y la corrupción del sistema político neoliberal. Sin embargo, son fieros defensores del capitalismo y su abyecta explotación sistemática del trabajo.

Para los neofascistas, al igual que para los capitalistas, la riqueza debe concentrarse en pocas manos, y el dinero debe circular a través de las fronteras sin restricciones, mientras que la gente común no puede no hacerlo.  Apoyados por el capital financiero  y el complejo industrial-militar, los neofascistas niegan el cambio climático y promueven la super-explotación de los recursos naturales y la deforestación  (...)

Muros mentales de odio.

Trump, Salvini, Kurz, Orban y Bolsonaro fueron elegidos en gran parte con una premisa falsa. Escondidos tras una amenaza inexistente y una noción racista del choque de civilizaciones, han fomentado el mito que los inmigrantes, los extranjeros de piel oscura o de otras religiones, representan un peligro “existencial” para los países de acogida.

Los neofascistas han crecido construyendo muros mentales de odio en la “fortaleza Europa” y en la “fortaleza América”. La proliferación mundial del neofascismo constituye una nueva forma de globalización ideológica, y hoy el capitalismo global se apoya en ella. Por ejemplo, una vez que se hizo evidente que Bolsonaro sería elegido presidente de Brasil, el mercado de valores del país aumentó un 13 por ciento en dos semanas.

Durante la Segunda Guerra Mundial, los poderes del eje fascista fueron Alemania, Italia y Japón. Ahora son los Estados Unidos, Italia, Austria, Hungría y Brasil.  (...)

Jesús y América

“Dios está con nosotros” Estas palabras junto a un águila y una esvástica, fue la inscripción que adornaba las hebillas del cinturón del ejército alemán durante la Segunda Guerra Mundial. ¡Si hay un Dios, su poder ciertamente no ayudó mucho a los soldados del Tercer Reich! Dicho esto, definitivamente hay un camino religioso en el auge del fascismo global.

En los Estados Unidos y en Brasil, el voto de los cristianos evangélicos fue un factor primordial en las elecciones de Trump y Bolsonaro. Los fundamentalistas cristianos “renacidos” de los Estados Unidos se concentran principalmente en los Estados del Sur que anteriormente fueron los Confederados de la Guerra Civil.

Estas comunidades evangélicas fundamentalistas rechazan la evolución, el secularismo y el cambio climático. Muchos en estas comunidades creen que los Estados Unidos deben ser un estado cristiano. Estos fundamentalistas cristianos son el bloque de votación más confiable de Trump, tal como lo fueron para George W. Bush. Los think tanks de esta derecha extrema, bien financiados como La Fundación Heritage, han estado manejando las hilos de poder desde principios de los años setenta.

Patriotas

Bolsonaro , fue criado como católico, pero se convirtió – en lo que podría considerarse un cínico cálculo político- en un evangélico “renacido”. Posiblemente fue el bloque evangélico quien le dio una ventaja decisiva en las recientes elecciones presidenciales.

Mientras tanto, en la “fortaleza Europa”, los neofascistas esgrimen su herencia cristiana, y alimentan sentimientos anti-islamistas, creando una ideología mezcla de racismo y de intolerancia religiosa.
En Israel, bajo lo que se puede llamar el Judeo-fascismo del Primer Ministro Netanyahu, los palestinos son deshumanizados y perseguidos, como se perseguía a los judíos en los pogroms de Europa durante siglos. En Arabia Saudita, el islamo-fascista Mohamed bin-Salman hace lo mismo pintando a los chiítas de Irán como herejes y terroristas.

En India, el Primer Ministro Modi, también ha estado utilizando la religión para crear conflictos y justificar los gastos militares. En resumen, los fundamentalistas religiosos de todas las tendencias son hoy en día los mejores activos para que los neofascistas manipulen las personas, poniéndolas  a menudo, violentamente unas contra otras.

La huella ecológica del fascismo.

Los neofascistas son – como Trump en Estados Unidos y Bolsonaro en Brasil- negadores del cambio climático. Después de todo, Dios o Alá tiene las llaves del destino de la humanidad .
Para el resto de nosotros, que no esperamos que Dios tenga un planeta Tierra adicional en su bolsillo, el ascenso del neofascismo global ofrece una perspectiva sombría para  la supervivencia.

Bajo las botas las tropas de asalto del neofascismo global lo poco que queda de nuestro ecosistema puede llegar a ser arrasado totalmente. De hecho Jair Bolsonaro amenaza con aplicar “tabula rasa” en el Amazonas, la foresta más grande del planeta y el gran pulmón de la tierra.

Mientras tanto los súper ricos que controlan el capitalismo global darán carta blanca a sus capataces neo-fascistas para que utilicen su enorme aparato policial y militar para reprimir a los miles de millones de refugiados del cambio climático y víctimas del colapso ecológico .

Las consecuencias de cambio climático, que los neofascistas  quieren convertir en un problema de seguridad nacional, probablemente desencadenará la etapa final del capitalismo. Todo el oro y los diamantes en el mundo no detendrán las tormentas ni protegerán la atmósfera de los rayos mortíferos de un sol ardiente e inclemente."                   (Gilbert Mercier. Editor Jefe  del diario News Junkie Post, en Krítica, 29/11/18)

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