"(...) Si no fuera porque el Fiscal sigue atentamente mis
pasos, no dudaría en decirte que me estoy convirtiendo en un mariconazo.
La drástica novedad parte de la polémica generada por un anuncio de la
afamada casa Gillette que sostiene que la masculinidad tóxica se combate
con el afeitado que procuran sus cuchillas.
Una buena pasada y
cualquier hombre se convierte en thebestmencanbe.org,
lo mejor que los hombres pueden ser. Es interesante recordar que hace
30 años, y según informa la web de la campaña publicitaria, el rasurado
con Gillette dejaba la cara como the best a man can get,
lo mejor que el hombre puede tener.
Eran los tiempos, más o menos, en
que la editorial Anagrama traducía el excelente libro de Tom Wolfe The Right Stuff (Lo correcto) por Lo que hay que tener, nada menos y con un par.
Tiempos de pelo en pecho, justo en la zona donde
Gillette se habría cuidado muy mucho de intervenir. El vídeo del anuncio
puedes verlo en: youtube.com/watch?v=YZ0ALDq2Gp8.
Tiene alguna particularidad interesante como que todos los negros que
salen son buenos y todos los blancos malos: debe de ser que querrían
variar.
Pero no ofrecerá mayor novedad metiómana para ti. Ni siquiera
retórica, porque el anuncio es la enésima versión de La Bella y la Bestia, el célebre cuento de hadas que ennobleció Jean Cocteau y que popularizó Walt Disney,
cuyo resumen argumental te transcribo de la propia factoría Disney:
"Belle, una joven hermosa y brillante, asume el lugar de su padre como
prisionero en el castillo de una Bestia. Poco a poco, la valiente Belle
irá dándose cuenta de que la Bestia no es el malvado ser que todos creen
que es y tiene, en realidad, un gran corazón". ¡Gracias a Gillette!
Sin embargo, mi nueva naturaleza (casi) no se ha
proclamado por el anuncio de las cuchillas sino, justamente, por el que
pretende darle réplica, What is a man. A response to Gillette, que publicita la casa de relojes Égard, que en francés quiere decir sin miramientos. Aquí lo tienes.
Sobre un fondo de llamas, un bombero lleva una niña rescatada en sus
brazos, mientras una voz virilmente cargada de resignación se pregunta: ¿Qué es un hombre? La secuencia se resuelve afirmativamente: Un hombre valiente.
Sobre otras imágenes distintas se irá desgranando con la misma voz y la
misma lluvia el resto de adjetivos: héroe, protector, vulnerable,
desechable, roto, molesto, y las irrevocables estadísticas que nunca
mencionan las partidarias de superar la división sexual del trabajo: un
hombre es el 93% de los accidentes laborales, el 97% de las víctimas de
guerra, el 79% de los homicidas, el 80% de los suicidas, el 75% de los homeless
y casi la mitad de aquellos que sin derecho de visita siguen apoyando
económicamente a sus hijos.
La voz acaba diciendo que Égard ve lo mejor
del hombre. Apuesto a que incluso a ti te caerán las lágrimas. Sin
llegar a tales degeneraciones lo cierto es que a mí se me humedecieron
los ojos, y tuve que darme una buena hostia en la cara recién afeitada
con Wilkinson Sword para detener la claudicación.
Fue entonces,
recuperada la actividad del lóbulo frontal izquierdo, cuando entendí la
magnitud de lo que se avecina. El Hombre ya casi está a la altura de las
mujeres, los gays y los catalunyenses. A punto de instituirse en grupo y
de acceder a una identidad laboriosa, emocional y socialmente
construida. El hombre, ¡horror!, está a punto de himno, él que estuvo
siempre a punto de nieve.
Por suerte aquella misma tarde había leído La maravilla del papá humano, un excelente artículo de Anna Machin en Aeon, síntesis de su libro La vida de papá. La forja del padre moderno,
que acaba de publicar Simon & Schuster.
Machin es una antropóloga
oxoniense que frecuenta los medios y cuyo artículo arranca sin
contemplaciones: el rasgo inequívoco de lo que nos hace humanos es la
paternidad. Entenderás esta aparente perogrullada cuando te diga que los
machomonos copulan y se largan; pero el machohumano se quedó. No porque
fuera un buen hombre. Solo por hombre.
Hace medio millón de años,
explica Machin, el cerebro humano dio un salto de tamaño prodigioso.
"Este nuevo cerebro tenía más hambre energética que nunca. Los bebés
nacían aún más indefensos, y la comida, la carne, que entonces se
requería para alimentar nuestros cerebros, era aún más complicada de
obtener, atrapar y procesar que antes.
Mamá necesitaba mirar más allá de
su parentesco femenino para contar con alguien más. Alguien que estaba
tan genéticamente comprometido en su hijo como ella. Ese fue, por
supuesto, papá". Y más adelante, continúa: "Lo más importante es que
papá no evolucionó para ser el espejo de mamá, una madre masculina, por
así decirlo.
La evolución odia la redundancia y no seleccionará roles
para que se dupliquen entre sí cuando un tipo de individuo puede cumplir
ese rol solo. Así que el rol de papá evolucionó para complementar al de
mamá".
El niño pequeño y el adolescente son refinamientos
específicamente humanos que no comparten otros primates. Papá traía la
caza y papá enseñaba a cazar. Hoy, descontado el ámbito de los cazadores
recolectores andaluces, papá no enseña a cazar, pero juega a lo bruto
con sus hijos. Papá es quien los voltea en el aire.
El que los entrena
para el fútbol. El que con grandes voces y eficaces aspavientos expulsa a
los monstruos de la habitación nocturna. Los padres y los hijos, nos
dice Machin, obtienen sus picos más altos de oxitocina cuando juegan sin
contemplaciones; mamá y los hijos cuando se abrazan. Así es la vida:
oxitocina. Y el jamón Joselito, dios me perdone. Pero lee el párrafo
clave: "Al igual que las madres, los padres han sido moldeados por la
evolución para que estén preparados biológicamente, psicológicamente y
conductualmente como padres.
Ya no podemos decir que la maternidad es
instintiva, pero que la paternidad se aprende. (...) Los hombres han
evolucionado para ser padres y para ser una parte igual pero
crucialmente diferente del equipo parental. Al no reconocer quiénes son o
apoyar lo que hacen, realmente nos equivocamos. Alrededor del 80 por
ciento de los hombres aspiran a ser padres. Creo que es hora de que
hagamos el esfuerzo de saber quiénes son realmente".
Abriéndose camino a través de la laguna de almíbar
fatuo que se extiende de Gillette a Égard, la verdad asoma: el instinto
paternal existe.
El origen biológico de este rasgo, donde tantos rasgos
concentrados hay, incluido el de la violencia, no servirá para que las gillettes
abdiquen de sus consejos de guerra sumarísimos contra la cultura
heteropatriarcal. Pero, en cambio, sí debe servir para desterrar
cualquier tentación de orgullo égard. Del orgullo que disfruten los socialmente construidos, que diría el Fiscal. Ellos sí que tienen mérito. (...)" (Arcadi Espada, 20/01/19)
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