22/10/19

El hombre que intentó suicidarse cuatro veces: "Sólo quería dejar de sufrir"

"«Llamé yo mismo al 112 para decir lo que había hecho... No es que te quieras morir: lo que quieres es dejar de sufrir y no ves otra salida que la de quitarte la vida». José Luis Herrera (48 años) sobrevivió en aquella ocasión y tres veces más. Hoy -asegura- agradece estar aquí. «He tenido muchísima suerte», sentencia. 

Una fortuna que también reconocen otros supervivientes como él. De hecho, un estudio realizado en San Francisco (EEUU) demostró recientemente que la mayoría de las personas que han intentado suicidarse desde el célebre Golden Gate sin lograrlo se arrepintieron en el mismo momento en el que saltaban de la barandilla.

Durante su infancia, José Luis fue víctima de abusos sexuales. «A los 11 años empecé a escuchar voces muy tóxicas que me decían: quítate la vida, no sirves para nada, eres basura...». Así, 24 horas los 365 días del año. «Llegué a un aislamiento total y absoluto, con depresión, con síndrome de Diógenes, sin ducharme, sin comer...». Años inmerso en un bucle en el que «el velocímetro de los pensamientos alcanza el rojo, te pasas de revoluciones y da vueltas y más vueltas. Es insoportable y lo que quieres es que acabe».

Un día, le llamaron de la oficina de empleo para hacer un curso de incorporación laboral a través de Afes Salud Mental (Tenerife). «Ahí es cuando empecé a escuchar las palabras empoderamiento y recuperación», dice. En las consultas de psiquiatría siempre me decían que era una enfermedad crónica».

Este primer acercamiento al movimiento asociativo le permitió tener otra visión y concepto de la salud mental. Se formó como voluntario y decidió poner nombre, apellidos y una cara visible a este tabú social. «Me siento en el compromiso de dar voz a quienes se encuentran en esta situación y defender sus derechos», dice hoy, en el Día Mundial de la Enfermedad Mental que este año se centra en el suicidio.

Judith Sala lucha contra esta lacra de la misma forma. Desde que perdió a su padre es socia y voluntaria de Después del suicidio-Asociación de supervivientes (DSAS). «Lo que tengo claro es que no desean morir, sino que no son capaces de seguir viviendo con ese dolor», asegura. 

La falta de sentido y la desesperanza se suman a un sufrimiento extremo y constante. A pesar de que cada 40 segundos una persona se quita la vida y que hay 20 tentativas por cada uno de estas muertes, el suicidio continúa siendo un tema desatendido y tabú. Según señala un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS), sólo 38 países de los 183 estudiados tiene un programa estatal específico para reducir el número de afectados. Y España no se encuentra entre ellos. «Urge la necesidad de invertir en medidas eficaces y adecuadas», afirma Nel González Zapico, presidente de la Confederación Salud Mental España. 

La gran apuesta: un Plan Nacional de Prevención del Suicidio que prevea programas con pautas para familiares, educadores, sanitarios y agentes sociales y que difunda información para disminuir el estigma del suicidio. Hace dos años se aprobó en el Congreso por unanimidad y, sin embargo, hoy sigue siendo una asignatura pendiente.

En agosto, la revista Science publicó un estudio que revelaba la importancia de establecer cuanto antes este tipo de estrategias nacionales. «Dinamarca era uno de los países con ratios más altos de suicidio», dice Celso Arango, jefe de Servicio de Psiquiatría del Niño y Adolescente en el Hospital Universitario Gregorio Marañón de Madrid. «Veinte años después de incluir medidas de educación en los colegios, mejorar el acceso a los servicios de salud mental, trabajar con los medios de comunicación, poner en marcha medidas disuasorias, preventivas... su tasa de suicidios es de las más bajas. Es un claro ejemplo de la efectividad de este tipo de planes», remarca.

Sólo hay dos opciones: llorar el suicidio o prevenirlo. a tiempo. Desgraciadamente, las lágrimas ganan por goleada y las cicatrices que deja el fallecimiento intencionado de un ser querido son imborrables. La hija de Carlos Soto tenía 18 años cuando se quitó la vida. «El sentimiento de culpabilidad nos invadió desde el primer segundo. Si hubiéramos hecho o si no hubiéramos hecho...». La ayuda del psiquiatra y la asociación de Investigación, Prevención e Intervención del Suicidio (AIPIS) les ha ido aportando un poco de luz todos estos años sin su hija. Pero, sin duda, «siempre tendremos tristeza, aunque no con la desesperación del principio», cuenta.

Los expertos comparan este tipo de duelo con el nivel de estrés de los prisioneros en los campos de concentración. Al menos, así lo describía la Asociación de Fisiología y Psiquiatría para Adultos y Niños (APPAC, por sus sigles en inglés). «A muchos familiares de supervivientes también les induce al suicidio y por eso es importante que estemos contemplados en el futuro Plan Nacional de Prevención», pide Carlos, antes de sentenciar: «Somos enfermos de por vida».

La pequeña de Carlos «era muy especial», estaba en plena adolescencia, era muy buena estudiante con una sensibilidad artística destacable: «Le gustaba la música, dibujaba maravillosamente bien e incluso aprendió a tocar la guitarra ella sola». Pero en un momento dado, empezó a tener dificultades para dormir y le costaba estudiar. Ella misma propuso ir al médico de atención primaria. «Siempre se quitaba mérito, siempre tenía el pero marcado, no veía lo que la gente la quería».

Sólo pasaron tres meses hasta que sus padres encontraron una carta de despedida en la habitación. «Es la mentira de la depresión. Creer que la única vía para eliminar el sufrimiento es quitarse la vida», cuenta su padre.

Se sabe que alrededor del 90% de los suicidios están relacionados con un trastorno mental, sobre todo el estado depresivo. Pero existen otros muchos factores precipitantes: abuso sexual, acoso escolar, familias desestructuradas, pérdida de trabajo, separación del cónyuge, adicciones... «También la exclusión social o de índole económica, la inmigración cuando supone desarraigo y aislamiento... En la medida en que alguien está rodeado de un contexto hostil incrementa el riesgo de ideación suicida», explica Mercedes Navío, psiquiatra y coordinadora de la Oficina de Salud Mental de la Comunidad de Madrid.

Tal y como relata la especialista, «estas personas piensan que su dolor va a ser indefinido y que no va a tener alivio nunca. En esa visión en túnel, sólo encuentran salida con una falsa e irreversible solución eterna a un problema temporal». 

Por ahí ha pasado José Luis varias veces. Por suerte, hoy puede aconsejar a quienes están en su situación que «verbalicen lo que les ocurre y lo que sienten, que no se sientan avergonzados, que busquen apoyo y que piensen que siempre hay un rayo de luz, una esperanza». Para ello, «a quienes están alrededor, les pediría que no juzguen, que acompañen y respeten el desorden y la confusión, que no traten de imponer el orden y la lógica». 

Los expertos insisten en la importancia de entender que esa persona no encuentra otras vías para manejar su dolor. «Debemos facilitarle confianza, mostrarnos disponibles, con interés real por lo que les ocurre, preguntarles por sus necesidades, escucharlos activamente», explica Laura Bezos, psicóloga clínica del Summa. «Que la conversación sea honesta y auténtica, sin engaños» . 

«El suicidio se puede prevenir», subraya Navío. «Siempre hay otra salida y estas personas deben saber que se pueden recuperar y que retomar su proyecto vital es posible». 

Pero esto requiere un sistema integral de atención, el Plan Nacional de Prevención de Suicidios, que lleva en estado de parálisis dos años. «Este tema da mucho miedo», dice Navío. «El tabú social afecta también a la visión de planificación de política sanitaria. El suicidio, como la muerte, se evita de forma inconsciente. Esto sumado a que nuestro país tiene una tasa por debajo de muchos países [7,9 casos por cada 100.000 habitantes, cuando la tasa europea en 2017 fue de 13,9], hace que no se considere una prioridad».

Sin embargo, la realidad está delante el espejo. Sólo hay que atreverse a mirarla sin vendas, porque no se puede abordar aquello de lo que no se habla. En España, el suicidio supone la primera causa no natural de muerte, muy por delante de los accidentes de tráfico. En 2017, los últimos datos disponibles. el Instituto Nacional de Estadística (INE) los cifraba en 3.679 (10 al día), un 3,1% más que en 2016, la cifra más elevada en los últimos 12 años. Casi 300 niños y jóvenes se quitaron la vida en 2017. Estas cifras son conservadoras y «no tienen en cuenta suicidios ocultos bajos otras formas de defunción, como precipitaciones accidentales, accidentes de tráfico o intoxicaciones por medicamentos», aclara Andoni Ansean, presidente de la Fundación Española para la Prevención del Suicidio.

Llo reconoce la propia ministra de Sanidad, María Luisa Carcedo: «El suicidio y las tentativas constituyen uno de los mayores problemas de salud pública». Hay que visibilizarlo y «romper el tabú que todavía existe». 

Para ello, aparte de planes de formación e información, según los expertos, hay que apostar por la consolidación del Código de Riesgo de Suicidio en todas las comunidades autónomas, similar al Código Infarto. En la madrileña existe y «se ha evaluado demostrándose que reduce el riesgo de repetición de tentativa en más del 25%», afirma Navío.

En palabras de la propia ministra de Sanidad, es necesario «mejorar el acceso y la atención en los servicios sanitarios públicos», incluyendo «una red de atención telefónica», con un sencillo número de tres cifras. La Estrategia, asegura, «se encuentra en fase muy avanzada y se llevará al Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud para someterla a su aprobación cuanto antes». 

Hay que sacar al suicidio de la oscuridad social y esto es responsabilidad de todos. Dar la espalda no soluciona el problema, deja a las víctimas abandonadas. José Luis lo tiene claro: «Mañana te puede tocar a ti, no hay que tener miedo, sino humanidad. Debemos tener menos prisa y más amor por los demás».

MITOS Y CIFRAS DEL SUICIDIO

La falta de un abordaje nacional y basado en evidencias científicas del suicidio ha dado pie a la proliferación de falsos mitos. Algunos de los más comunes que se dejan oír cuando surge como tema de conversación son: «Hablar sobre el suicidio puede incitar a cometerlo» / «Quien lo dice no lo hace y quien lo hace no lo dice» / «Quien se suicida tiene una enfermedad mental» / «La persona con conducta suicida está decidida a morir» / «En la infancia y adolescencia las personas no se suicidan» / «Quien haya sido suicida alguna vez nunca dejará de serlo».

Según la OMS,el número de muertes anuales por suicidio se sitúa en 800.000 en todo el mundo y se estima que el número de tentativas puede ser unas 20 veces superior al de fallecimeintos. Es la segunda causa de muerte en la población mundial entre jóvenes de 15 a 29 años. En España, el número de suicidios casi triplica las muertes por accidentes de tráfico y tres de cada cuatro casos de suicidios se producen en hombres. Además, se trata de la primera causa no natural de fallecimiento en nuestro país. «¿No es hora de que deje de ser tabú?», se preguntan los expertos."               (Laura Tardón, El Mundo, 10/10/19)

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