"Todas las últimas encuestas del Global Risk Report publicado
por el Foro de Davos han coincidido en que el mayor riesgo para la
seguridad mundial es la escasez de agua, por encima de la proliferación
de armas de destrucción masiva, las crisis financieras o las pandemias
globales.
El cambio climático ha agudizado el problema desde el cuerno de
África a Europa, donde los últimos veranos han sido tan calurosos que
algunos tramos del Rin, el Danubio y el Elba se hicieron inviables para
el tráfico fluvial. Un 80% de los 223 millones de toneladas de carga que
se transportan cada año por barco en Alemania viaja por el Rin, que une
su corazón industrial con el Benelux y el mar del Norte.
Según investigaciones recientes, en el siglo XX el cuerno de África
se desertizó con más rapidez que en los 2.000 años anteriores. En Irak,
el 30% de los 37 millones de habitantes vive del campo, pero desde 2000,
la sequía y la construcción por Irán y Turquía de presas en los
nacimientos de los ríos Tigris y Éufrates han recortado a la mitad el
flujo de sus aguas por territorio iraquí y reducido a la tercera parte
las zonas pantanosas del estuario del río Shatt al Arab.
En Oriente Próximo, las temperaturas están subiendo a un ritmo que
duplica la media mundial, lo que podría hacer inhabitable buena parte de
la región hacia finales de siglo. Desde 1950, la población mundial se
ha triplicado, pero el consumo de agua se ha multiplicado por seis, lo
que explica que la industria mundial de recursos hídricos mueva cada año
unos 600.000 millones de dólares, más que la biotecnología y las
telecomunicaciones y solo un poco menos que la industria farmacéutica.
Según Naciones Unidas, asegurar un acceso universal a agua limpia y
sistemas sanitarios adecuados requerirá inversiones anuales de 114.000
millones de dólares. Diversas soluciones plantean la eliminación de
ayudas que contribuyen al desperdicio y al uso ineficiente del agua.
El problema es la impopularidad de ese tipo de medidas. El 28 de
julio de 2010, la ONU definió el acceso al agua potable como un derecho
humano fundamental. Todo ello presenta la tecnología como la solución
más viable a la creciente escasez de lluvias y a la sobreexplotación de
ríos y acuíferos. La más recurrida actualmente es la desalinización del
agua del mar, un procedimiento que hoy solo supone el 1% del agua dulce
que se consume en el mundo, debido a su alto consumo de energía y a las
masivas inversiones en infraestructuras que exige.
Desde que en 2015 en San Diego (California) se puso en funcionamiento
la planta desalinizadora de Carlsbad, el gobierno local ha subido un 7%
anual el precio del agua para sus residentes. En Israel y Singapur,
donde la mayor parte del agua para consumo humano es desalinizada, el
precio es el más alto del mundo.
El reto es abaratar el proceso implicando energía solar y eólica para
producir más agua potable por unidad de energía empleada. Arabia Saudí
–donde casi el 50% del agua dulce que consumen sus 33 millones de
habitantes es desalinizada– emplea el 25% del petróleo y gas que produce
para generar electricidad y producir agua potable.
Con una combinación de políticas públicas de fomento, una cultura de
ahorro extendida, tecnologías, técnicas de irrigación avanzadas y el uso
masivo de plantas desalinizadoras, Israel ha logrado un envidiable uso
del agua.
La planta desalinizadora de Sorek, inaugurada en 2013 con una
inversión de 40 millones de dólares, es hoy la mayor del mundo. Su
tecnología de ósmosis inversa, que procesa el agua marina mediante
membranas que le extraen y filtran la sal, le permite producir 26
millones de litros de agua por hora, suficientes para cubrir las
necesidades del área metropolitana de Tel Aviv.
Gracias a sus plantas de Ashkelon, Palmachim, Hadera, Sorek y Ashdod,
Israel produce casi 600 millones de metros cúbicos diarios de agua
fresca, el equivalente al 94% del consumo doméstico de los hogares y a
un 30% del total del país. El problema es su coste: absorbe el 10% de la
producción eléctrica israelí pese a que la planta de Sorek produce un
metro cúbico de agua potable por 50 centavos de dólar." (Estudios de Política Exterior, Informa Semanal)
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