"El 30 de mayo de 2007, hace ya doce años, el español Eduardo Manchón se hizo famoso. Él y Joaquín Cuenca, amigos desde el instituto, vendieron su 'startup' Panoramio a Google,
convirtiéndose en los primeros españoles que realizaban una venta a un
gigante tecnológico de ese tamaño.
Con el tiempo, Manchón ha fundado
varias 'startups' y actualmente es el CEO de Mailtrack, una de las más interesantes del panorama español.
Para
Manchón, nacido en el municipio alicantino de Callosa de Segura (19.000
habitantes) e hijo de un albañil y una empleada de fábrica textil,
conquistar a Google podría haberle habilitado para presumir de historia
superación personal, de ascensor social, de meritocracia y de la
importancia de la cultura del esfuerzo. Pero no lo hace. De hecho, está
en contra de todos estos lugares comunes y los rechaza sin miramientos.
Para él, la suerte ha jugado un factor primordial en su éxito.
Y esa suerte, en el caso de muchos otros triunfadores, puede proceder
de su clase social, el colegio al que hayan ido, los contactos o el dinero que tenga su familia. Hemos hablado con él de la manida meritocracia y el mito de la cultura del esfuerzo, tan presente en el sector emprendedor.
PREGUNTA. La llamada 'cultura del esfuerzo' parece haber
enraizado en discursos muy liberales y, sobre todo, en la apología del
emprendimiento, donde muchas veces se aboga por ese discurso de que
puedes conseguir lo que te propongas si te esfuerzas lo suficiente. ¿Tú
crees en eso?
RESPUESTA. No, en absoluto. Por mucho que
te esfuerces, no todo se alinea para conseguir tus objetivos. Tener
éxito no depende casi nada de ti, y en la parte que sí depende de ti no
todo se resuelve con más trabajo, sino con más eficiencia o haciendo la
cosa correcta. He visto a gente que se ha esforzado muchísimo sin
conseguir su objetivo y a otra a la que, trabajando muy poco, le ha ido
muy bien, ya sea porque tiene talento, porque ha tenido mucha suerte o
porque se le han alineado los planetas.
En todo esto hay mucha
confusión. Claro que hay que saber esforzarse en determinadas
circunstancias, pero ese esfuerzo continuo, ese pensar que todo se
resuelve con más trabajo... Para resolver un problema puedes estar un
día o una semana trabajando mucho, pero el esfuerzo continuo no es garantía de nada.
Ni es sano. Hay gente que disfruta 'picando piedra' porque se siente
muy realizado, por aquello de "No se dirá que no he picado suficiente
piedra".
Ya, oye, pero es que a lo mejor era más fácil hacerlo de otra
manera. Muchos se ponen a trabajar sin parar y sin pensar si están
teniendo buen foco, y luego llega otro con más visión, o al que se han
alineado los planetas, y le supera.
P. ¿Hay mucho mito con esto del esfuerzo? Siempre se dice que es el único ingrediente del éxito, pero imagino que habrá más
R.
Claro que hay más: el dinero, la familia, los contactos... pero todos
se resumen en la suerte. Porque el dinero que tengas dependerá de la
familia en la que hayas nacido; los contactos, del colegio al que hayas
ido, etc. Muchas de esas cosas son derechos de nacimiento. Yo soy hijo de un albañil y una trabajadora de fábrica,
y he tenido amigos muy brillantes, con premios de fin de carrera o
becas de doctorado que, al ser de clase obrera y no tener acceso a estas
cosas ni tener suerte, no han podido llegar más lejos.
Cuando tienes una familia con dinero, con negocios exitosos, que te
lleva a un colegio cuyos compañeros serán gente bien relacionada... será
más fácil, mucha gente que tiene éxito viene de esos círculos.
Y algunos son totalmente humildes y entienden el rol que han jugado sus
derechos de nacimiento, pero la mayoría tienden a mantener la narrativa
de la cultura del esfuerzo porque es lo que les han dicho siempre. Y
pueden pensar 'Somos más inteligentes porque hemos sabido lo que hay que
hacer', pero la realidad es que, si vienes de un familia así, esa
familia te va a ayudar a ser más capaz que la de un albañil. Al final es
una profecía autocumplida.
P. La suerte atrae más suerte, imagino
R.
Claro. Si tu padre ha ido a la universidad, sabrá darte consejos sobre
la universidad. La suerte se retroalimenta y, si te rodeas de gente que
la ha tenido, es más probable que tú también la tengas. De alguna manera
vas con los dados trucados. Los colegios reparten suerte: las escuelas privadas retroalimentan su propia suerte, pero un colegio sin buenos recursos lo que reparte mala suerte.
Si no tienes dinero, no vestirás 'bien', el vecino no se fiará de ti,
otro no te dará trabajo... es una concatenación. La gente con muchos
recursos incluso sabe cómo hablar. Yo cuando he ido a eventos en esos
círculos me he sentido como un marciano, como un aldeano con una gallina.
Yo me alegro de que la gente tenga éxito y ayude a sus hijos, esto no es
un resentimiento, pero tenemos que ser conscientes de esto y ayudar a
que la gente tenga, de verdad, igualdad de oportunidades. La suerte está muy mal repartida.
Tenemos muchos cerebros desaprovechados porque no han tenido igualdad
de oportunidades, y eso empieza con la educación pública, con servicios
sociales... Si a la gente le das dados malos, va a ser difícil.
P. En las historias de éxito siempre sacamos a triunfadores
que se esforzaron mucho, que creyeron en su idea, que no se dieron por
vencidos… pero también hay historias (que no contamos) de otros que
hicieron exactamente lo mismo y fracasaron
R. Yo sé de mucha gente que no tuvo suerte y se la pegó. Una empresa española, por ejemplo, estuvo a punto de ser vendida a Google
y la venta no se hizo porque en la reunión apareció un tipo al que no
le gustaba la 'startup' y no la compraron. Fue el mismo, por cierto, que
tampoco quería comprar Panoramio, aunque en esa ocasión no se impuso.
Solo conocemos las historias de éxito, el sesgo del superviviente y el cisne negro,
que nos hace ver como predecible lo que en realidad era muy improbable.
De hecho, después de Panoramio, yo me metí dos hostias con dos
proyectos de los que nadie habla, casi tampoco yo.
P. De toda esta filosofía quizá viene una de las frases más
crueles de la historia: 'Si quieres, puedes'. Parece que el que no pudo
es porque en realidad no quiso...
R. Piensa en una cosa:
lo que lleva a la gente a vivir en la calle o a suicidarse es una cadena
similar, pero en el otro extremo. Nadie considera que un sintecho se
merezca vivir en la calle, nadie (o bueno, casi nadie) piensa que ha
acabado en la calle porque no se ha esforzado lo suficiente. Entonces,
¿por qué tenemos que pensar que el que ha triunfado es porque sí se ha
esforzado?
P. Te hiciste muy conocido en el sector de las
'startups' por vender Panoramio a Google. ¿Qué papel jugaron el esfuerzo
y la suerte en aquella venta?
R. El esfuerzo nada o muy poco. En Panoramio no nos matamos a trabajar, ni mucho menos. Suerte y coincidencias hubo muchas. Yo conocí a Ubaldo Huerta,
el fundador de Loquo, me hizo socio y la empresa se vendió a eBay, así
que ahí pude aprender mucho de cómo funcionaba esto. Luego me asocié con
Joaquín Cuenca,
al que conocía desde los 14 años, y montamos Panoramio. Panoramio como
idea era muy normal, pero tuvimos la suerte de que de repente Google
Earth abrió su API y empezamos a usarla.
Por esa época había un blog de
un tipo que escribía sobre Google Earth y le pedimos que nos sacara. Nos
dijo que a cambio le hiciéramos un KML, se lo hicimos a las pocas horas y nos sacó. Y de nuevo la suerte: en ese blog nos leyó John Hanke, actual CEO de Pokemon Go,
que por aquel entonces acababa de vender Keyhole (que acabaría siendo
Google Earth) a Google. Le gustamos mucho y nos estuvo ayudando hasta
que Google nos compró en 2007. [El gigante de Silicon Valley pudo haber
comprado la 'startup' un año antes, pero Panoramio rechazó la oferta]
Y como esta tengo muchas más. Todo esto son casualidades que en mi caso pueden llamar la atención porque vengo de clase obrera,
pero son eso, casualidades. Yo no soy un ejemplo de superación, sino
que tuve suerte y esa suerte me lo puso muy fácil. Muchos dicen que la
suerte no tiene nada que ver con el éxito, pero no es cierto, claro que
tiene que ver.
P. Esta filosofía parece estar muy presente en el sector de las 'startups'. ¿Es peligrosa?
R.
Es donde está más presente y es muy peligrosa. Una narrativa basada en
la suerte es muy aburrida, pero una narrativa basada en el esfuerzo hace
que todas las piezas encajen y le gusta más a la gente. La cultura del
esfuerzo tiene su parte positiva, pero no deja de ser una excusa para
sentirte bien por estar trabajando demasiado y no poder conciliar con tu
familia o hacer otras cosas. Creo que basta con trabajar 4 horas al día." (Entrevista a Eduardo Manchón, El Confidencial, 23/11/19)
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