28/5/20

Conclusiones del experimento de la renta básica en Finlandia: no activa el mercado pero sí mejora la salud mental

 "El 1 de enero de 2017, Finlandia comenzó el experimento más cuidadoso de renta básica llevado a cabo en un país desarrollado. 

Se seleccionó al azar a dos mil desempleados de larga duración, de edades entre 25 y 58 años, que eran en ese momento receptores de una prestación, sometida a evaluación de medios económicos, de renta minima de 560 euros mensuales. Durante dos años se les otorgó esa misma cantidad incondicionalmente, sin atender a con quién estaban viviendo, cuánto ganaban y si estaban buscando activamente empleo.

El experimento concluyó, tal como estaba planeado, el 31 de diciembre de 2018. Puesto que los investigadores querían observar a los sujetos con la mayor tranquilidad posible, anunciaron que publicarían su informe final tan solo después de que pudieran recogerse y analizarse todos los datos administrativos. Este informe se publicó el 6 de mayo.

Pregunta clave 

Una pregunta clave a la que se proponía responder el experimento era si el carácter incondicional de la prestación impulsaría o deprimiría la participación de los beneficiarios en el mercado de trabajo. ¿Mejoraría esta, como consecuencia de que no se redujera o perdiese al empezar un trabajo? ¿O aminoraría la participación, como consecuencia de que los beneficiarios ya no se vieran forzados a seguir buscando un trabajo o a aceptarlo cuando lo hubiera disponible?

En el primer año del experimento, tal como queda documentado en un informe preliminar publicado el año pasado, fue ligeramente positiva la diferencia en dias de trabajo —aquellos en los que al menos se ganan 23 euros gracias a un salario o al autoempleo— con respecto al grupo de control, pero no estadísticamente significativa. Algunos temían, no obstante, que la pertinencia de conjunto del experimento quedara hecha trizas como resultado de una reforma de política social de envergadura que entró en vigor precisamente al inicio del segundo año.

El 1 de enero de 2018, el gobierno finlandés de centro-derecha introdujo el llamado ‘modelo de activación’, una reforma general de los programas de prestaciones sometidas a evaluación de medios económicos que los hacía mucho más restrictivos: si los receptores de prestaciones no lograban trabajar un número suficiente de horas o seguir una formación adecuada en cada distrito, sus prestaciones iban a ser reducidas en cerca de un 5%.

Esta reforma, anulada por el actual gobierno de Finlandia, estuvo en vigor a lo largo del segundo año del experimento y se ha aplicado, a comienzos del año, a cerca de dos tercios del grupo de control. Se aplicó también a algo menos de la mitad de miembros del grupo experimental, porque podrían reclamar, además de su renta básica, prestaciones por hijo sometidas a evaluación de medios económicos, de unos 150-300 euros, de acuerdo con el número de hijos a su cargo, y prestaciones de vivienda, con evaluación de medios económicos, de hasta 600 euros o más, de acuerdo con su lugar de residencia.

El empleo subió en ambos grupos del primero al segundo año. Es imposible decir en qué medida se ha debido al ‘modelo de activación’, puesto que no se llevó ningún experiment al azar. Sin embargo, sea grande o pequeño, este efecto era necesariamente más significativo en el grupo de control que entre los receptores de la renta básica, pues pocos de estos últimos se sentían concernidos por la restricción de esta condicionalidad.

La pregunta se convierte entonces en: la puesta en práctica de este modelo de activación, con su énfasis mayor en el control que en el grupo experimental, ¿invalidó la ligera ventaja de los receptores de la renta básica en términos de participación en el mercado laboral? No la invalidó. Por el contrario, la brecha se amplió considerablemente y se volvió estadísticamente significativa: en el segundo año, los receptores de la renta básica trabajaron de media seis días más al año que los individuos del grupo de control. Y si no hubiera tenido lugar la reforma de activación, se puede conjeturar de manera segura que este diferencial habría sido incluso mayor.

Efecto estructural 

¿Basta esto para mostrar que una renta básica incondicional es una buena idea? Por supuesto que no. Apenas contribuye siquiera a mostrar si una renta básica incondicional, introducida a esa escala en el marco actual de Finlandia, sería económicamente sostenible.

Ningún experimento al azar puede ayudarnos con esa pregunta sin incluir en la muestra a gente que actualmente está trabajando y a la que se le habilitaría —según lo planeado— para reducir su tiempo de trabajo o tomarse un descanso, gracias a la renta básica. Tampoco podemos responder la pregunta sin tener en cuenta las implicaciones que debería tener una renta básica generalizada para las características fiscales, de los cuales no se hizo ninguna simulación en el experimento.

Lo que es importantísimo es que la sostenibilidad a largo plazo de una generosa renta básica incondicional descansa menos sobre el impacto inmediato en la población activa que en el efecto estructural sobre la salud, habilidades y motivación que pueden esperarse de un ir y venir más regular de por vida entre el empleo, la educación y las actividades voluntarias.

Al mostrar un impacto positivo sobre el empleo, el experimento no demostró la sostenibilidad económica de una renta básica de 560 euros, condicionalmente complementada en los diversos modos antes mencionados. Tampoco se suponía que debiera hacerlo. Pero produjo interesantes resultados que estimularán más reflexiones acerca de cómo introducir gradualmente una renta básica y las medidas de acompañamiento que facilitarían la transición.

Un resultado llamativo, por ejemplo, es el relativo a la cuarta parte de aquellos sujetos con lengua maternal distinta del finés o el sueco. En esta categoría, que consta principalmente de inmigrantes recientes, los receptores de la renta básica trabajaron de media trece días más que el grupo de control correspondiente, mientras que la diferencia era sólo de 3,6 días para los demás.

También significativo es que el efecto positivo se dio menos en Helsinki (1,8 días más de empleo) que en los municipios rurales (7,8 días más), donde las prestaciones de vivienda con evaluación de medios económicos son menos frecuentes y más reducidas y, por lo tanto, la trampa del desempleo restante es menos profunda. Por contraposición, pese a la disponibilidad de prestaciones por hijo con evaluación de medios económicos, el efecto positivo del régimen de renta básica fue mayor en hogares con hijos (13,7 días más) y para los padres/madres solteras (9,5 días) que en hogares sin hijos (1,6 días más).

Percepciones subjetivas 

No menos interesantes son los resultados que se basan en un estudio realizado al final del segundo año con miembros de los grupos experimentales y de control. Estos resultados se habían registrado ya en el informe preliminar a la luz de entrevistas en profundidad. Apareció una diferencia estadísticamente significativa en favor de los receptores de la renta básica en su percepción subjetiva de la salud y el estrés, y de su confianza en otras personas e instituciones.

Hacer más fácil para los excluidos el acceso al mercado de trabajo constituye una finalidad importante de la reforma de la renta básica. Pero no significa en absoluto que sea la única. Su objetivo más amplio estriba en hacer más resiliente y justa nuestra sociedad, al incrementar la seguridad económica y la libertad de elección de quienes tienen menos de esto.

Hace cuatro años, Suiza organizó un valiente referéndum nacional sobre una propuesta de renta básica muy audaz. Unos cuantos meses más tarde, comenzó Finlandia un experimento cuidadosamente diseñado para la vida real en una version bastante más modesta. Cualesquiera que fuesen sus limitaciones, este experimento proporciona material de reflexion y actuación a todos los que creen que la renta básica es el camino a seguir.
Y cuando la pandemia resquebraja la seguridad económica de tantos en todo el mundo, hay más gente así que nunca. ¡Gracias, Finlandia!"           

(Philippe van Parijs , miembro del Consejo Editorial de Sin Permiso. Fundador de la Basic Income European (desde 2004 Earth) Network (BIEN). Profesor de la Facultad de Ciencias Económicas, Sociales y Políticas de la Universidad de Lovaina (UCL), Sin Permiso, 10/05/20)


"El primer ensayo de renta básica nacional de Europa auspiciado por un gobierno apenas ha estimulado la búsqueda de trabajo, pero sí sirvió para mejorar el bienestar mental de los receptores, así como su seguridad y satisfacción con la vida. 

Estas son algunas de las conclusiones del primer gran estudio del experimento llevado a cabo por Finlandia entre 2017 y 2018, que en el contexto de la pandemia del coronavirus  ha vuelto a generar un gran interés.

"Los receptores de una renta básica están más satisfechos con sus vidas y presentan menores niveles de estrés que el grupo de control formado por desempleados de la misma franja de edad que no percibieron esta ayuda", señala el estudio llevado a cabo por un grupo de expertos de la Universidad de Helsinki. "También tienen una percepción más positiva de su bienestar económico".

Las conclusiones de este estudio se han dado a conocer en un momento en el que las devastadoras consecuencias económicas de la pandemia del coronavirus, entre ellas, un aumento del desempleo a nivel mundial, vuelven a despertar el interés por los programas de renta básica. En su tradicional discurso de Pascua, el Papa Benedicto XVI indicó que "tal vez ha llegado el momento de sopesar la posibilidad de una renta básica universal".

El mes pasado, el Gobierno español avanzó que quiere impulsar una renta mínima para los hogares con menos ingresos "tan pronto como sea posible". Un millón de familias se beneficiarían de esta medida. La ministra de Economía, Nadia Calviño, afirmó que el gobierno socialista espera que la renta mínima se convierta en "un instrumento permanente".

También la primera ministra de Escocia, Nicola Sturgeon, dijo esta semana que el virus y sus consecuencias económicas "me han acercado mucho más a la convicción de que este es un momento propicio para la renta básica universal".

El experimento de Finlandia, llevado a cabo entre 2017 y 2018 y que despertó un gran interés en todo el mundo, consistió en asignar una renta básica mensual de 560 euros libres de impuestos a 2.000 desempleados de entre 25 y 58 años seleccionados al azar, sin la obligación de tener que buscar activamente trabajo y sin reducciones en la cantidad percibida si encontraban uno.

El objetivo principal de este experimento era averiguar si una renta básica servía de estímulo para que los receptores aceptaran trabajos temporales o mal remunerados. Este ensayo no pretendía estudiar cómo podía funcionar una renta básica universal porque los receptores procedían en su totalidad de grupos muy específicos y la cantidad que percibían no era suficiente para vivir.

No obstante, el experimento finlandés fue seguido de cerca por otros gobiernos que conciben una renta básica no sólo como una forma de conseguir que más personas se incorporen a alguna forma de trabajo, sino también como una vía para reducir la dependencia del Estado y recortar los gastos de los servicios sociales. La idea ha ganado fuerza después de que se haya pronosticado que la automatización podría amenazar hasta un tercio de los puestos de trabajo actuales.

Mayor satisfacción vital, menos estrés y depresión

Los investigadores, que entrevistaron de forma exhaustiva a 81 receptores, han concluido que si bien la experiencia difiere mucho de un beneficiario a otro, en general estaban más satisfechos con sus vidas y experimentaban menos estrés mental, depresión, tristeza y soledad que el grupo de control. También han constatado un leve efecto positivo en el empleo, particularmente en ciertas categorías, como las familias con hijos, y han indicado que los participantes han obtenido mejores resultados en otros indicadores de bienestar, como una mayor sensación de autonomía, seguridad financiera y confianza en el futuro.

"Algunos receptores afirmaron que esta renta básica ha tenido un efecto nulo en su productividad, ya que en su área no había ofertas de trabajo que coincidieran con su formación", indica la profesora Helena Blomberg-Kroll, que ha liderado el estudio. "Sin embargo, otros explicaron que con esta renta básica sí pudieron aceptar trabajos mal remunerados que hubieran rechazado si fueran beneficiarios de otro tipo de prestación incompatible con un empleo", señala.
"Algunos han indicado que esta renta básica les ha permitido recuperar la vida que tenían antes de perder el trabajo, y otros en cambio han explicado que este dinero les ha dado la posibilidad de rechazar trabajos mal remunerados y precarios, y esto ha aumentado su sensación de independencia", explica la investigadora.

El ensayo también ha dado a los participantes "la posibilidad de intentar hacer realidad sus sueños", dice Blomberg-Kroll, pues "los trabajadores autónomos y los emprendedores tienen una opinión más positiva de la renta básica, y algunos consideran que genera oportunidades para empezar un negocio".

Este experimento también ha alentado a algunos de los receptores a involucrarse más en la sociedad, por ejemplo, mediante el voluntariado. "Algunos descubrieron que el hecho de tener una renta mínima garantizada aumentaba sus posibilidades de llevar a cabo tareas como cuidar de familiares o ayudar a sus vecinos", señala uno de los investigadores, Christian Kroll.

"La seguridad de tener unos ingresos básicos garantizados les ha permitido llevar a cabo tareas con un significado especial, ya que los receptores han tenido la sensación de que la ayuda los legitimaba para este tipo de labores de servicio a los demás. 

Muchas de las personas que llevaron a cabo labores de voluntariado durante los dos años que duró el experimento se refirieron a estas labores como 'trabajo", añade.

Kroll afirma que las conclusiones del estudio apoyan los argumentos a favor y en contra de una renta básica. "Sin embargo, como todos hemos aprendido recientemente, la inseguridad no es una buena manera de vivir", afirma. "Aunque una renta básica no resuelve todos nuestros problemas de salud ni los problemas de la sociedad, sí se debe debatir si este tipo de programas son parte de la solución en momentos de dificultades económicas", concluye."                (Jon Henley, eldiario.es, 10/05/20)

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