26/6/20

La peligrosa negación del sexo. La ideología transgénero daña a mujeres, gais y, en especial, a los niños femeninos o las niñas masculinas. Las terapias de “afirmación”, que insisten en que la identidad cruzada de un niño nunca debe ser cuestionada, y las drogas que bloquean la pubertad para que los niños “ganen tiempo” para clasificar sus identidades, solo pueden solidificar los sentimientos de disforia, encarrilándolos hacia intervenciones médicas invasivas y una infertilidad permanente

"La ideología transgénero puede adquirir a veces un carácter cómico, como en un comentario reciente de la American Civil Liberties Union, que ponía objeciones al impuesto a las ventas de tampones y productos similares a la vez que reflexionaba: “¿Cómo podemos reconocer que las barreras para los productos menstruales son una forma de discriminación sexual sin invisibilizar a la vez las experiencias de los hombres trans y las personas no binarias que menstrúan, así como de las mujeres que no lo hacen?”.


Sin embargo, una cosa es afirmar que un hombre puede “identificarse” como mujer o viceversa, y otra es esa tendencia, peligrosa y anticientífica, que cada vez más vemos más frecuente: la negación directa del sexo biológico.


“La idea de dos sexos es simplista”, declaraba un artículo de la revista científica Nature en 2015, “los biólogos ahora consideran que hay un espectro mayor que ese”. Una pieza de Scientific American en 2018 afirmaba que “los biólogos ahora piensan que existe un espectro más amplio que el binario femenino-masculino". Y un titular del New York Times de octubre de 2018 prometía explicar "Por qué el sexo no es binario".


El argumento es el siguiente: debido a que algunas personas son intersexuales (las condiciones de su desarrollo dan como resultado características sexuales ambiguas), las categorías masculino y femenino existen en un “espectro” y, por lo tanto, no son más que “construcciones sociales”. Si “hombre” y “mujer” son meras agrupaciones arbitrarias, se deduce que todos, independientemente de la genética o la anatomía, deberían ser libres de elegir identificarse como hombres o mujeres, o rechazar el sexo por completo a favor de una nueva “identidad de género” a medida.


Caracterizar esta línea de razonamiento como carente de base en la realidad sería un atroz eufemismo. En realidad, es falso en todas las escalas de resolución imaginables.


En los humanos, como en la mayoría de los animales o plantas, el sexo biológico de un organismo corresponde a uno de los dos tipos distintos de anatomía reproductiva que se desarrollan para la producción de células sexuales pequeñas o grandes (esperma y óvulos, respectivamente) y las funciones biológicas asociadas en la reproducción sexual. En los humanos, la anatomía reproductiva es inequívocamente masculina o femenina al nacer más del 99,98% de las veces.

 La función evolutiva de estas dos anatomías es ayudar en la reproducción mediante la fusión de espermatozoides y óvulos. No existe un tercer tipo de célula sexual en humanos y, por lo tanto, no hay un “espectro” sexual o sexos adicionales más allá del hombre y la mujer. El sexo, sí, es binario.


Sin embargo, hay una diferencia entre afirmar que solo hay dos sexos (verdadero) y que todos los humanos se pueden clasificar claramente como hombres o como mujeres (falso). La existencia de dos sexos solo no significa que el sexo nunca sea ambiguo. Pero los individuos intersexuales son extremadamente raros, y no son ni un tercer sexo ni una prueba de que el sexo es un “espectro” o una “construcción social”. No hace falta poder asignar a todas y cada una de las personas a uno u otro sexo para que el sexo biológico sea funcionalmente binario. Asumir lo contrario, confundir los rasgos sexuales secundarios con el sexo biológico mismo, es un error categorial.


Negar la realidad del sexo biológico y suplantarlo por una “identidad de género” subjetiva no es simplemente una teoría académica excéntrica. Suscita una seria preocupación por los derechos humanos de grupos vulnerables como las mujeres, los homosexuales y los niños.


Las mujeres han luchado mucho por las protecciones legales basadas en el sexo. Los espacios solo para mujeres son necesarios debido a la amenaza generalizada de violencia masculina y agresión sexual. Las categorías deportivas separadas también son necesarias para garantizar que las mujeres y las niñas no tengan que enfrentarse a competidores que hayan adquirido los efectos irreversibles de mejora del rendimiento conferidos por la pubertad masculina. 

Los diferentes roles reproductivos de hombres y mujeres requieren leyes para proteger a las mujeres de la discriminación en el lugar de trabajo y en otros lugares. La falsedad de que el sexo tiene sus raíces en una identidad subjetiva en lugar de una biología objetiva hace que todos estos derechos basados en el sexo sean imposibles de hacer cumplir.


La negación del sexo biológico también borra la homosexualidad, ya que la atracción hacia el mismo sexo no tiene sentido sin la distinción entre los sexos. Muchos activistas ahora definen la homosexualidad como una atracción hacia la “misma identidad de género” en lugar del mismo sexo. Esta visión está en desacuerdo con la comprensión científica de la sexualidad humana. Hay lesbianas a las que se ha denunciado como “fanáticas” por expresar su renuencia a salir con hombres que se identifican como mujeres. La normalización exitosa de la homosexualidad podría verse socavada por una ideología insostenible.


Los más vulnerables al negacionismo sexual son los niños. Cuando se les enseña que el sexo se basa en la identidad en lugar de la biología, las categorías de sexo pueden confundirse fácilmente con estereotipos regresivos de masculinidad y feminidad. Las niñas masculinas y los niños femeninos pueden quedar confusos acerca de su propio sexo. El aumento dramático de adolescentes “disfóricos de género”, especialmente chicas, en las clínicas probablemente refleja esta nueva confusión cultural.


La gran mayoría de jóvenes con disforia de género finalmente superan sus sentimientos disfóricos durante la pubertad, y muchos terminan identificándose como adultos homosexuales. Las terapias de “afirmación”, que insisten en que la identidad cruzada de un niño nunca debe ser cuestionada, y las drogas que bloquean la pubertad, anunciadas como una forma de que los niños “ganen tiempo” para clasificar sus identidades, solo pueden solidificar los sentimientos de disforia, encarrilándolos hacia intervenciones médicas más invasivas y una infertilidad permanente.

 Esta patologización del comportamiento atípico sexual es extremadamente preocupante y regresiva. Es similar a la terapia de “conversión” homosexual, solo que ahora son los cuerpos en lugar de las mentes los que se están convirtiendo para que los niños se alineen “adecuadamente” con ellos mismos.


El margen de cortesía en este tema se ha acabado. Los biólogos y los profesionales médicos deben defender la realidad empírica del sexo biológico. Cuando las instituciones científicas autorizadas ignoran o niegan los hechos empíricos con tal de acomodarse a la sociedad, traicionan de manera atroz a la comunidad científica que representan. Esto socava la confianza pública en la ciencia y es peligrosamente perjudicial para las personas más vulnerables."

(Colin M. Wright es biólogo evolutivo en la Universidad Penn State. Emma N. Hilton es bióloga del desarrollo en la Universidad de Manchester.  ELLO)

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