"Un cuarto de siglo después de la muerte de Ernest Mandel (1923-1995),
este artículo no está concebido como un homenaje. Manteniéndome fiel al
marxismo vivo, que fue el suyo, me limitaré más bien a mostrar como sus
escritos económicos siguen estando de actualidad, a la vez que esbozar
cuestiones, antiguas o nuevas, que los mismos sugieren[1].
La difusión del marxismo
Mandel
desempeñó un papel clave en la difusión de un marxismo desembarazado de
sus oropeles estalinistas, siempre preocupado por establecer un vínculo
entre el análisis económico y la acción militante. Su primera
contribución importante fue el Tratado de economía marxista[2]
publicado en 1962. Esta síntesis se benefició de una amplia difusión
internacional y contribuyó a la renovación de un marxismo vivo, libre de
dogmatismo y preocupado por integrar los desarrollos más recientes.
El
capítulo XI, dedicado a las crisis periódicas, es un buen ejemplo de
ello: Mandel ya esbozó en él una síntesis entre las teorías basadas en
el subconsumo y en la desproporcionalidad, refiriéndose a las
contribuciones de economistas tales como Harrod, Kuznets, Samuelson,
Goodwin, Kalecki o Joan Robinson. Consideraba que las mismas están
“excesivamente simplificadas” pero que “aportan sin embargo un material
importante”.
En 1963, Mandel impartió una serie de conferencias
durante un fin de semana de formación organizado por la Federación de
París del Parti socialiste unifié (PSU). Estas conferencias dieron lugar a un folleto Iniciación a la economía marxista[3],
de la que se publicaron varias reediciones. Aunque evidentemente
merecería ser actualizado, se trata de un texto notable, muy pedagógico y
muy revelador de la constante preocupación de Mandel por construir
puentes entre la teoría más exigente y la formación de las y los
militantes.
En 1967, Mandel publicó La formación del pensamiento económico de Karl Marx[4]. Este libro tenía el interés especial de dar a conocer una obra fundamental de Marx –los Gründrisse –
incluso antes de que estuviera disponible la primera traducción
francesa de Roger Dangeville. Conviene leer, especialmente, el capítulo
dedicado a la “dialéctica del tiempo de trabajo y del tiempo libre”, que
es una introducción perfecta al tema de la reducción del tiempo de
trabajo.
Está claro que Mandel se dedicaba a difundir el
pensamiento económico de Marx, siempre con la preocupación de ofrecer
una versión no dogmática del mismo. No es pues una casualidad que se le
pidiese de escribir el prefacio de la edición inglesa de El Capital (Penguin), lo que de paso muestra la notoriedad de Mandel en el mundo anglo-sajón[5]. Desgraciadamente estas introducciones a los tres libros del Capital no se encuentran disponibles en francés, mientras que si han sido traducidas al español, reunidas en el libro El Capital. Cien Años de controversias en torno a la Obra de Karl Marx[6]. Constituyen una introducción importante a la principal obra de Marx.
El problema de la transformación
De
él podemos extraer un pasaje dedicado al llamado problema de las
transformación de los valores en precios. Esta cuestión teórica tiene su
importancia, ya que ha dado lugar a la crítica de la teoría del valor
de Marx: existiría una contradicción irresoluble entre el Libro I (los
valores son proporcionales a los gastos de trabajo) y el Libro III (los
precios son proporcionales a los capitales avanzados) de El Capital.
La
respuesta de Mandel consiste en rechazar la hipótesis fundamental de
los críticos de Marx según la cual los precios de producción de los inputs (lo que entra en la producción) sont idénticos a los precios de los outputs
(lo que se produce): en los ciclos de producción presentes los insumas
son datos, que se dan al comienzo de ese ciclo, y no tienen efecto de
retroalimentación sobre la nivelación de las tasas de ganancia en
distintos ramos de producción durante ese ciclo.
Basta con suponer que
son calculados, del mismo modo, en precios de producción y no en
valores, pero que esos precios de producción resultan de la nivelación
de las tasas de ganancia durante el previo ciclo de producción, para que
desaparezca toda incongruencia (…)los precios de producción de materias
primas, como todos los demás insumos comprados por capitalistas
dedicados actualmente a la producción (…) son resultados
de la nivelación de la tasa de ganancia ocurrida durante el período anterior»[7].Unas
pocas palabras son suficientes para resolver el problema.. Pero,
curiosamente, este punto de vista de Mandel no se desarrollará: en la
obra colectiva titulada Ricardo, Marx, Sraffa[8], solo tratará el problema de la transformación desde el punto de vista del papel del oro y de la moneda.
La trayectoria del capitalismo
Los
rendimientos del capitalismo de la post-guerra (débil desempleo,
crecimiento del poder adquisitivo) iban contra las tesis de su
hundimiento ineluctable o de la pauperización del proletariado
defendidas por los economistas estalinistas. Para analizar esa nueva
configuración, Mandel habla de neo-capitalismo (un término que rechazó
después) y comienza desarrollar la idea de la onda larga.
Desde 1963, Mandelc–en la ya citada Iniciación a la economía marxista–
se refiere a Kondratieff y despúes señala que “la onda a largo plazo
que empezó con la segunda guerra mundial y en la que todavía estamos
–digamos la onda 1940-1965 o 1940-1970– ha estado, al contrario, se
caracterizó por la expansión”. Ella permite “una elevación tendencial
del nivel de vida de los trabajadores”.
Hay pues una clarividente
anticipación el giro que vendrá después, que será precisado en un
notable artículo publicado en 1964 en Les Temps Modernes, titulado “L’apogée du néo-capitalisme et ses lendemains”[9] en el que Mandel predecía el próximo fin de la expansión de post-guerra, que todavía no se llamaba los Treinta Gloriosos.
Con
la teoría de las ondas largas, Mandel retoma las elaboraciones de
inicios del siglo XX, especialmente las de Parvus y Trotsky.
Reproducimos la curva original que figura en el artículo de Trotsky de
1923[10]
y su transcripción francesa. Ella esboza ya la idea clave de la teoría
de las ondas largas, es decir que el capitalismo recorre períodos
históricos: “20 años de desarrollo capitalista muy gradual (A-B) ; 40
años de auge impetuoso (B-C); 30 años de crisis prolongada y de declive
(C-D)” y Trotsky precisa que no se trata de ciclos, como piensa
equivocadamente Kondratieff, ya que “su carácter y su duración están
determinados no por el juego interno de las fuerzas capitalistas, sino
por las condiciones externas que forman el lecho de su desarrollo”.
La tasa de beneficio
Mandel
se ha referido siempre a la formulación clásica de la ley de la baja
tendencial de la tasa de beneficio. Lo atestigua por ejemplo la
exposición que hizo de la misma en su text:o “Variables parcialmente
independientes y lógica interna en el análisis marxista clásico”: “el
aumento de la composición orgánica del capital conduce al aumento
tendencial de la tasa media de beneficio (…)
A largo plazo, la tasa de
plusvalía no puede aumentar proporcionalmente a la tasa de crecimiento
de la composición orgánica del capital, y la mayor parte de las
contra-tendencias tienden, al menos periódicamente (y también a muy
largo plazo), a ser suplantadas a su vez”[11].
Esta
formulación tradicional es controvertida, ya que el aumento
incuestionable de la composición física del capital (el número de máquinas
por persona asalariada) no entraña forzosamente el de la composición
orgánica (en valor) ya que, entre los dos se encuentra la productividad
del trabajo. No es menos cierto que el desarrollo de las ondas largas
tiene algo que ver con la tasa de beneficio. Pero ello no quiere decir
que la fase expansiva se desencadene automáticamente una vez que la tasa
de beneficio supera cierto umbral. Esta es una condición necesaria pero
no suficiente.
Es necesario que la forma en que se restablece la tasa
de beneficio aporte al mismo tiempo una respuesta adecuada a otras
cuestiones relativas, en especial, a la realización del producto. Sin
embargo, como insistía Mandel, la tasa de beneficio es un buen indicador
sintético de la doble temporalidad del capitalismo. La implementación
de un orden productivo coherente exige que se mantenga a un nivel
elevado y más o menos garantizado. Al cabo de un cierto tiempo,
el juego de las contradicciones fundamentales del sistema degrada esa
situación y la crisis se encuentra siempre marcada por una caída
significativa de la tasa de beneficio.
Caída que refleja refleja la
doble incapacidad del capitalismo, tanto para reproducir el grado de
explotación de los trabajadores y trabajadoras como para asegurar la
realización de las mercancías, más que una tendencia al aumento de la
composición orgánica del capital. Por ello nos parece útil reformular la
ley de la caída tendencial de la tasa de beneficio: , 1980,ecta
unaate,beneficio «n·tes para presentaciésta no baja de forma continua,
pero los mecanismos que la empujan a la baja acaban siempre por vencer a
lo que Marx llamaba las contra tendencias. La inflexión es endógena y,
por consiguiente, la exigencia de una refundición del orden productivo
reaparece periódicamente.
En todo caso, Mandel nunca hizo de esta ley el alfa y omega de la explicación de las crisis. En el capítulo de su libro La Crisis: 1974-1980[12],
en la que aborda esta cuestión, Mandel enumera las causas invocadas por
diversas escuelas marxistas : “¿La sobreacumulación de los capitales?
Sin ninguna duda (…) ¿El sub-consumo de las masas ? Sin ninguna duda (…)
¿La anarquía de la producción y la desproporcionalidad entre las
diferentes ramas? Sin ninguna duda (…) ¿La caída de la tasa de
beneficio? Sin ninguna duda”.
En lo que respecta a esta última
aproximación, precisa: “pero tampoco en el sentido mecanicista del
término que sugiere una cadena causal rectilínea”. De esa forma, Mandel
rechaza de forma clara las explicaciones monocausales de la crisis y
especialmente la caída tendencial de la tasa de beneficio, que para
algunos marxistas es una prueba de ortodoxia.
¿En qué onda estamos?
Lógicamente,
la cuestión que se plantea es la de saber donde nos encontramos.
Nuestra respuesta es que seguimos estando en la onda larga recesiva
iniciada con la recesión generalizada de 1974-75, encadenada con la de
1981-82. Esto exige varias precisiones.
La primera es que la
teoría de Mandel nunca definió que cada onda larga debiera durar entre
25 y 30 años. Es cierto que fue eso lo que aproximadamente ocurrió en el
pasado, pero esa constatación no supone que se trate de una regla;
simplemente, porque las ondas largas no son ciclos. Es absolutamente
necesario rechazar esa incorrecta asimilación, que se encuentra por
ejemplo en la pluma de Robert Boyer, uno de los fundadores de la llamada
escuela de la regulación: “no podemos contentarnos con la
interpretación, bastante mecánica propuesta por N.D.
Kondratief,
recientemente retomada por E. Mandel, que representa la historia del
capitalismo como la sucesión de ondas de fuerte y después débil
acumulación, de duración aproximada de un cuarto de siglo (…) Ningún
principio teleológico garantiza ni la sucesión mecánica de fases
ascendentes, después descendentes, ni el paso automático de un régimen
de acumulación principalmente extensivo a un régimen de predominio
intensivo”[13].
Se
trata de un burdo error de lectura, si se compara con lo que explicaba
Mandel en la primera versión de su libro, 1980, sobre las ondas largas :
“La aparición de una nueva onda larga expansiva no puede considerarse
como un resultado endógeno –más o menos espontáneo, mecánico, autónomo-
de la precedente onda larga depresiva, cualesquiera que sea la duración y
la gravedad de ésta. Lo que determina este punto de inflexión no son
las leyes de movimiento del capitalismo, sino los resultados de la lucha
de clases d todo un período histórico.
Por tanto, lo que estamos
planteando aquí es una dialéctica de los factores objetivos y los subjetivos del desarrollo histórico, en el cual los factores subjetivos se caracterizan por su relativa autonomía;
es decir, no están directa e idefectiblmente predeterminados por lo
ocurrido previamente a las tendencias básicas de la acumulación de
capital, a las tendencias de la transformación tecnológica o al impacto
de esas tendencias en el mismo proceso de organización del trabajo”[14].
O
para resumir: “las ondas largas son más que simples altibajos rítmicos
de la tasa de crecimiento de las economías capitalistas. Vienen a ser,
períodos históricos específicos precisos en un sentido real” (op.cit,
92).
Es desde este punto de vista como hay que analizar la
trayectoria del capitalismo desde el giro de los años 1980. Ciertamente
se ha restablecido la tasa de beneficio, al menos hasta la crisis de
2008, pero ello no basta. En efecto, nada es más extraño a la teoría que
postular que basta con alcanzar un cierto umbral de rentabilidad para
encadenar una nueva fase expansiva.
Lo que es nuevo, es que el
restablecimiento de la tasa de beneficio (que cuestionan algunos autores
marxistas) no ha vemido acompañado de una recuperación de la
acumulación, del crecimiento o de incremento de la productividad. A
nuestro entender este último punto es primordial: la desaceleración,
incluso el agotamiento, de los incrementos de productividad es el
indicador más significativo de una pérdida de dinamismo del capital.
Sin
embargo, estas aumentos de productividad podrían darse por las
importantes innovaciones tecnológicas. En la teoría de las ondas largas
existe un vínculo orgánico entre la sucesión de ondas largas y la de las
revoluciones científicas y técnicas, sin que la misma pueda atribuirse a
una visión inspirada por Schumpeter, para quien la innovación sería en
si misma la llave de la apertura de una nueva onda larga.
Desde este
punto de vista, los cambios asociados a las nuevas tecnologías
constituyen sin duda un nuevo “paradigma técnico-económico” pero ello no
basta para originar una nueva fase expansiva. Este es todo el debate
sobre el estancamiento secular, que parte de la constatación de que las
considerables innovaciones en todos los terrenos no engendran aumentos
de productividad.
La automatización
Algunos
imaginan que las nuevas tecnologías conllevan un potencial incremento
de la productividad, que por otra parte implicarían fuertes reducciones
de empleos. Si se admite que este pronóstico puede cumplirse, habría que
preguntarse sobre el modelo social asociado a estas transformaciones.
Sobre este tema es útil referirse a un texto fundamental de Mandel, que
data de 1986: “Marx, la crisis actual y el porvenir del trabajo humano”[15].
Esboza un cuadro muy pesimista –pero bastante premonitorio- de los
efectos de la automatización capitalista, evocando la perspectiva de una
“ sociedad dual que dividiría al proletariado actual en dos grupos
antagónicos : los que continúan participando en el proceso de producción
de la plusvalía, es decir en el proceso de producción capitalista (con
una tendencia a la reducción de salarios) y los que quedan excluidos de
ese proceso y que sobreviven por cualquier medio diferente al de la
venta de su fuerza de trabajo a los capitalistas o al Estado burgués:
asistencia social; aumento de las actividades independientes, campesinos
parcelarios o artesanos, vuelta al trabajo doméstico, comunidades
lúdicas, etc., y que compran las mercancías capitalistas sin
producirlas. En el trabajo precario, a tiempo parcial o el no declarado,
que afecta especialmente a las mujeres, los jóvenes trabajadores, los
inmigrantes, etc., se encuentra una forma transitoria de marginalización
en relación al proceso de producción normal.
Mandel y el coronavirus
Este
anacronismo es deliberado: quiere subrayar que el interés de los
trabajos económicos de Mandel no reside únicamente en los análisis que
incorporan sino también en los útiles metodológicos que nos ofrecen. Es
por ello que su lectura, o relectura, sigue siendo útil un cuarto de
siglo después de su desaparición.
La teoría de las ondas largas se basa en gran parte en la distinción entre factores endógenos (que reenvían al funcionamiento normal
del sistema y a sus contradicciones internas) y factores exógenos (que
son de alguna forma exteriores al sistema). Mandel dedicó una gran parte
de sus reflexiones a esa distinción y, en relación a ella, nos
remitimos al texto de Francisco Louça, “El pulso de la historia”[16]. Pero esta distinción sigue de actualidad: ¿hay que considerar o no la crisis del coronavirus como una crisis exógena?
En un reciente artículo[17], Philippe Légé responde positivamente a esta cuestión.
Todos
los choques exógenos infligidos al capitalismo no le confieren sin
embargo la posibilidad de rebotar hacia una nueva fase expansiva. Sin
dua, el capitalismo deberá reaccionar para volver a una forma de business as usual.
Evidentemente, su objetivo va a ser el de restablecer la tasa de
beneficio, puesto que ese es su único barómetro. Congelación o recorte
de salarios y de los gastos sociales, automatización acelerada,
reducción de los efectivos: se ve bien en qué sentido se orienta ya la
recuperación.
Pero estas reacciones, que de alguna forma son los
reflejos típicos del capitalismo, no van a reducir las contradicciones
que ya estaban en marcha antes incluso del estallido de la crisis.
Una
vez mas, tenemos que echar mano de la aportación de E. Mandel: para que
emerja una onda expansiva no basta con que se restablezca la tasa de
beneficio o que aparezcan nuevas innovaciones tecnológicas. Es preciso
que se ponga en marcha un orden productivo que asegure las condiciones
de reproducción del sistema. Pero estas condiciones no se encuentran
reunidas.
A nuestro entender, por una razón esencial: el agotamiento del
aumento de la productividad. A falta de reencontrar lo que es su fuerza
propulsora y la fuente de una relativa legitimidad, el capitalismo está
condenado a una reproducción inestable y fundamentalmente antisocial.
Esto era cierto antes del virus y lo es más aún después."
Michel Husson, economista, ha publicado recientemente: Créer des emplois en baissant les salaires ? (Éditions du Croquant, 2015), El capitalismo en 10 lecciones, La Oveja Roja-viento sur, Madrid, 2013, Les casseurs de l’État social (La Découverte, 2003). Sus numerosos artículos están disponibles en su web : http://hussonet.free.fr. Los publicado en viento sur, aquí , Viento Sur, 17/07/20 ; fuente Alencontre
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