"Lejos de futuros dibujados con tintes apocalípticos, el cambio climático no va a suponer la desaparición de la especie humana ni del planeta en sí. A lo que sí nos enfrentamos, si no se reducen los gases de efecto invernadero que causan el calentamiento global, es a un modo de vida cada vez peor en un mundo más inhóspito. Y, sobre todo, veremos mucho sufrimiento evitable que se cebará con los más vulnerables.
España es uno de los países más vulnerables de Europa al cambio climático. Las consecuencias de décadas de inacción ya son más que visibles, y sirven de trailer para lo que está por venir. Este sábado 24 de octubre, con motivo del Día Internacional contra el Cambio Climático, hacemos un repaso al clima que podrían tener la Península ibérica y las islas españolas a lo largo de este siglo si no se actúa para frenar las emisiones y limitar la temperatura lo máximo posible.
No queda tanto como pensamos
La temperatura media del país ha subido cerca de 1,7 ºC desde la época preindustrial. El verano se ha alargado cinco semanas con respecto a comienzos de la década de los ochenta, y la extensión de zonas con clima semiárido ha aumentado más de 30.000 kilómetros cuadrados en un plazo de 20 años. Y esto solo es el comienzo. Las olas de calor, las sequías y las tormentas marcarán la tendencia de los meses veraniegos -y del resto de estaciones- en las próximas décadas si se cumplen las peores proyecciones sobre cambio climático.
¿Se imaginan que en 2050 Madrid tenga el mismo clima de Marrakech, en Marruecos? Son muchas las papeletas para que esto sea posible, como apunta un estudio de 2019 sobre 520 ciudades realizado por el Laboratorio Crowther de la Escuela Politécnica Federal (ETH) de Suiza y publicado en la revista PlosOne. Para entonces, el aumento de la temperatura en julio aumentará 6.4ºC de media en la capital, como destaca eltiempo.es en un análisis reciente. Este mismo trabajo recuerda que las olas de calor, que en la actualidad duran en torno a una semana en ciudades como Madrid, Barcelona o Baleares, para mitad de siglo durarían hasta 13 días.
Analizando el nivel de precipitaciones, el equipo de meteorología de eltiempo.es apunta que durante los veranos de dentro de 30 años podría haber regiones en las que no se registre una sola gota en más de 60 días. Unas sequías que contrarrestarán con las inundaciones en las zonas más áridas del país. Asimismo, avisa que la superficie árida seguirá creciendo en España. Mientras que a principio de siglo era de aproximadamente el 4,4% del territorio, en 2050 ese porcentaje aumentará hasta el 6%.
El año 2080 parece tan lejano que puede provocar cierta sensación de despreocupación. Pero no, no queda tanto. Dentro de 60 años, Madrid podría tener como nueva normalidad veranos con temperaturas máximas superiores a los 35ºC, cuando actualmente rondan los 30ºC. Estos episodios, además, podrían darse durante 79 días. Y no solo haría más calor, sino que también se prevé que haya menos días de lluvia, menos cantidad de precipitación y una mayor duración de los periodos secos. Así lo avisa la web de meteorología, que ha elaborado una ruta con los efectos del cambio climático.
Tampoco se librará Barcelona, que según el mismo estudio mencionado antes podría tener temperaturas similares a las que ahora se dan en Adelaida, la capital del estado de Australia Meridional. Para la década de 2080, los veranos en la capital catalana podrían tener unos 16 días en los que la máxima llegue a alcanzar los 35 ºC, cifra poco habitual hoy día.
En cuanto al País Vasco, para finales del siglo XXI las proyecciones menos optimistas estiman que el nivel medio del mar podría aumentar entre 0,45- 0,82 metros con respecto al siglo anterior. En esta línea, más de 200 hectáreas de terreno en la costa de Vizcaya se podrían encontrar en riesgo de inundación. Además, cerca de la mitad de esa extensión sería terreno urbanizado. En la costa de Bilbao, el riesgo de inundación para mitad y finales de siglo podría triplicar los extremos registrados actualmente.
En Andalucía, una comunidad ya de por sí castigada por las altas temperaturas, las olas de calor serán más frecuentes, largas e intensas. De cara a 2050, la duración máxima de las olas de calor en verano podría ser de siete días más que a finales del pasado siglo en Sevilla y diez días más en Córdoba. En la capital andaluza, además, podrían alcanzarse, en el peor de los escenarios de cambio climático, valores extremos en las olas de calor veraniegas de hasta 50 ºC.
Otra de las regiones que más sufrirá será Murcia, que presenta un alto o muy alto riesgo de desertificación. Como apuntan desde eltiempo.es, en el peor escenario de cambio climático, con un aumento de temperatura de 0,5 ºC y la reducción del 5% de las lluvias, el 85% de la región estaría por debajo de los 10 mm de escorrentía total anual en el 2050. Esto supondría hasta un 40% menos de los recursos hídricos propios actuales.
En cuanto a las islas, el archipiélago balear vivirá episodios de DANAs con más frecuencia debido a una mayor ondulación de la corriente en chorro. En cambio, Canarias se enfrenta a episodios de calima cada vez más frecuentes y severos, que irán acompañados de altas temperaturas.
La importancia de adaptarse
Hablar de cambio climático es hacerlo de salud. Es imposible entender la una sin la otra. Por eso, es imprescindible adaptarse a los efectos del calentamiento global. Un ejemplo de la importancia que hay entre hacerlo o no lo demuestra un estudio del Instituto de Salud Carlos III de Madrid publicado el año pasado. Según dicha investigación, el calor podría matar a casi 13.000 personas al año en España para finales de siglo si el país no se adapta a la subida de temperaturas. En cambio, si lo hace, el número de muertes como consecuencia del calor quedaría en torno a las cifras actuales, que rondan las 1.400 personas al año.
Una importante herramienta para combatir estos episodios es el II Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático (PNACC) 2021-2030 aprobado recientemente por el Gobierno. Esta hoja de ruta es una herramienta clave para reducir los impactos, por ejemplo, de las olas de calor, cada vez más intensas y frecuentes. Y más allá de la salud, no adaptarse al cambio climático también repercute tanto en sectores clave de la economía, como la agricultura, la silvicultura, el turismo o el transporte, el bienestar de las personas y la biodiversidad.
Aun así, hay que tener en cuenta que la adaptación al calor es un proceso presente desde hace tiempo en España. Con la ola de calor de 2003, donde murieron 6.600 personas, por cada grado que se sobrepasaba la temperatura umbral, aumentaba la mortalidad media un 12%, como explicaba a Climática Julio Díaz, jefe de área del Departamento de Epidemiología y Bioestadística de la Escuela Nacional de Sanidad (Instituto de Salud Carlos III). Sin embargo, ahora solo es de un 2%.
Lamentablemente, no se ha avanzado igual de bien en todos los ámbitos. Las precipitaciones torrenciales y tormentas sufridas en el último año evidencian la falta de adaptación a los fenómenos meteorológicos extremos. Las consecuencias más comunes de no actuar van desde la pérdidas de vidas hasta la destrucción de infraestructuras y hogares. Daños materiales y personales que se pueden minimizar con buena planificación.
Actualmente, unas 200.000 personas en España viven en zonas que estarán expuestas a inundaciones anuales en 2050, según un estudio publicado hace un año en la revista científica Nature Communications. El análisis pone énfasis en la zona del Delta del Ebro, el norte de Algeciras y Palmones, la playa de Pedro Valiente en Cádiz, gran parte de Barbate y otras zonas costeras de Cádiz como Conil, el Faro de Trafalgar o el Puerto de Santa María.
En otro estudio similar, liderado por el Observatorio de Sostenibilidad y con la colaboración del Centro de Estudios del Consejo General de los Colegios de Mediadores de Seguro (CECAS), se apunta a que casi un millón de personas podrían verse afectadas en los próximos años por inundaciones en las costas de la Península ibérica y Baleares.
El cambio climático ya está aquí. Ahora es turno de los gobiernos y
la sociedad hacer todo lo posible por reducir al máximo sus impactos.
Todo pasa por dejar de emitir gases de efecto invernadero y limitar la
temperatura al máximo. Porque cada décima de grado que se consiga frenar es una victoria para el clima." (Climática, Eduardo Robaina, 24/10/20)
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