26/2/08

El actor omnicompetente, zen

“R. El teatro es comunicación viva. Y la gente lo siente así. Pero claro, por eso, hay que contarle al público desde el escenario cosas esenciales, no copiar sin más las pequeñas miserias de nuestras vidas. No merece la pena. Ahora bien: para poder contar cosas esenciales, hay que recurrir a lo que yo llamo el actor omnicompetente.

P. ¿Perdón?

R. Omnicompetente, aquel que puede crear todas las circunstancias posibles. Aquel que, más allá de una buena dicción, posee movilidad, plasticidad, expresividad, gestualidad, sensibilidad... el actor ideal, en fin.

P. Entre el ideal stanislavskiano y el ideal brechtiano, Gao Xingjian se queda, claro, con el segundo. Distancia y perspectiva, mejor que exceso de identificación y de involucración.

R. Me quedo con el actor neutro. Con el que sabe comunicar y seducir en cuanto sale.

P. Eso no es un actor, eso es un héroe.

R. No, es alguien capaz de desembarazarse de su vida cotidiana, alguien capaz de purificarse cada vez que sale a escena.

P. Me habla de una dimensión casi mística... equipara usted ese actor ideal a los ermitaños que se alejan del mundo.

R. No, hablo de alguien que, tras un trabajo físico y psíquico, se convierte durante un rato en otro y osa afrontar la mirada del espectador para convencerle a través del arte. Es eso, el arte de la interpretación. Y lo mismo podemos decir del bailarín.” (Gao Xingjian: "Frente a la locura del mundo, la soledad nos alivia y nos salva". El País, ed. Galicia, Cultura, 24/02/2008, p. 50/1)

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