"(...) Una de las interpretaciones de la historia europea que es más errónea y
ha tenido peores consecuencias en la vida política y económica de este
continente es la explicación que se ha dado de las causas de la subida
al poder de Hitler y del nazismo en Alemania.
Un argumento que se ha escrito para
justificar las enormes políticas de austeridad (con recortes del gasto
público, incluyendo el gasto público social, y la bajada de salarios),
promovidas e impuestas por el gobierno alemán a los países de la Unión
Europea, y muy en especial a los países periféricos de la Eurozona,
tales como España, ha sido el supuesto temor (en realidad, pánico) que
el pueblo alemán ha tenido históricamente a la hiperinflación, pues en
su memoria colectiva se considera que dicha hiperinflación fue la causa
del surgimiento y victoria electoral del nazismo en Alemania.
De ahí –se
nos dice- que las políticas de austeridad de ahora sean necesarias para
evitar una inflación que podría llevarnos a la aparición de un nuevo
fascismo. Si usted sigue la literatura científica económica leerá este
argumento miles de veces.
Esta interpretación de lo que ocurrió en
Alemania está, sin embargo, profundamente equivocada, no solo en su
totalidad, sino en cada uno de sus supuestos. Comencemos por la
explicación que atribuye la victoria de Hitler a la hiperinflación. De
esta explicación uno tendría que ver que, cuando Hitler fue elegido, la
inflación era muy alta, tan alta que la gente, en protesta, votó por
Hitler.
Pues bien, veamos los datos. Hitler fue elegido en el año 1933. Y
ahora vayamos a los datos de la inflación en aquel año. Y el lector se
asombrará, pues encontrará que no había ni pizca de inflación. En
realidad, la elevada inflación había desaparecido hacía ya tiempo. Y ahí
están los datos. Repito, no había inflación. No se puede, por lo tanto,
decir que la elevada inflación había llevado a Hitler al poder.
¿Qué estaba pasando? Es fácil de ver y
entender. Si usted mira la evolución de la inflación verá que la elevada
inflación fue antes del 1933, en realidad, diez años antes, en los años
veinte. En el año 1923, diez años antes de la elección de Hitler,
Alemania estaba en medio de una insostenible inflación; en julio de
aquel año, 1 dólar era equivalente a 1,1 millones de marcos.
Dos meses
más tarde, era de 109 millones. Repito, una situación que no podía
continuar. Ello forzó a que el gobierno tomara toda una serie de medidas
–que hoy se llamarían de austeridad- que tuvieron enormes consecuencias
(como también tienen enormes consecuencias las políticas de austeridad
de ahora). Y una de ellas fue el enorme crecimiento del desempleo, que
pasó de un millón a seis millones de alemanes en solo tres años, lo que
representaba una tasa de desempleo de un 30%.
Fue esta creación de
desempleo y el gran descenso del bienestar de la población lo que
condujo a los movimientos de protesta, incluyendo el nazismo. Esto es lo
que no se dice y debería decirse, porque hoy estamos viendo en Europa
una situación muy similar, donde las políticas de austeridad están
generando el crecimiento de movimientos fascistas (llamados chovinistas o
lo que fuere) a lo largo del territorio europeo.
No fue la inflación,
sino el tipo de respuesta que el gobierno escogió -las políticas de
austeridad, con un gran descenso del gasto público y de los salarios-
para resolver esa elevada inflación lo que creó el enorme enfado popular
y desafección hacia el régimen democrático, tal como está ocurriendo
ahora.
El segundo punto que es erróneo en esta
interpretación histórica de atribuir a la elevada inflación la subida de
Hitler al poder, es la interpretación de las causas de la inflación. No
hay duda de que el nivel de inflación en 1923 era insostenible. Pero,
¿qué es lo que causó la inflación? Y la respuesta, de nuevo, es fácil de
ver. Fueron las enormes políticas de austeridad que los aliados habían
impuesto a la Alemania derrotada en la I Guerra Mundial.
El que mejor
predijo las consecuencias de estas políticas fue John Maynard Keynes,
que era el representante del gobierno británico en Versalles, en la
reunión que definió las políticas que tendrían que seguirse por parte
del vencido Estado alemán al terminar la I Guerra Mundial, políticas que
eran tan punitivas que no permitían la recuperación de la economía
alemana mediante políticas expansivas, con el aumento del gasto público,
entre otras medidas.
Keynes abandonó la reunión, como señal de su
profundo desacuerdo. Tales medidas no dejaban ninguna otra alternativa
al gobierno alemán que intentar crecer a base de imprimir dinero, lo
cual hizo en abundancia, que es lo que creó la inflación. Y ahí está el
problema, y también la semejanza con la situación actual.
La manera como se construyó la Eurozona y su gobernanza dificulta
enormemente el estímulo económico mediante la expansión del gasto
público y el aumento de los salarios. En realidad, el crecimiento
económico ha descendido en la Unión Europea desde que se estableció el
euro.
El Tratado de Maastricht y, todavía peor, el Pacto Fiscal impuesto
por Alemania, imposibilita que los Estados tengan déficit público. Ello
forzó a que la estructura de poder de la Eurozona, y muy en particular
el Banco Central Europeo, recurrieran a políticas de expansión monetaria
(es decir, imprimir dinero, como hizo el gobierno alemán tras la I
Guerra Mundial), con el peligro de que se generara inflación. Y a fin de
evitar que ello ocurriera, se están llevando a cabo políticas de
austeridad que están destruyendo el bienestar de la población y que
están causando el surgimiento del fascismo. La historia se repite.
Hoy, una de las opciones políticas que está canalizando más el enfado de
las clases populares, y muy en particular de la clase trabajadora, es
la ultraderecha, tal como estamos viendo en varios países. El caso de
Francia es claro.
El Frente Nacional, dirigido por Le Pen, fue el que
utilizó durante la campaña de las elecciones al Parlamento Europeo un
discurso movilizador de la clase trabajadora, presentándose a sí mismo,
sin ninguna inhibición, como el mejor instrumento para defender los
intereses de la clase trabajadora, en la lucha de clases frente a la
oligarquía nacional, que había traicionado a la patria vendiéndose a la
Troika.
Es el nacionalsocialismo, que históricamente tuvo una base
obrera y ahora la recupera tras la complicidad de las izquierdas
tradicionales (y muy en especial de la socialdemocracia) con la
imposición de políticas que dañan los intereses de las clases
trabajadoras a costa de incrementar los beneficios del capital.
En este
discurso, la lucha de clases y la identidad nacional son idénticas,
utilizando la bandera y la defensa de la identidad y de la patria como
el punto movilizador. Ha sido una mezcla ideológica imbatible. Era
lógico y predecible que el fascismo ocupara el vacío creado por el
socialismo y el comunismo. El pasado domingo, Le Pen consiguió el apoyo
del 30% de los jóvenes y del 43% de los trabajadores franceses. (...)" (Article publicat per Vicenç Navarro a la columna “Pensamiento Crítico” al diari PÚBLICO, 27 de maig de 2014, en www.vnavarro.org, 27/05/2014)
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