"(...) hay que entender al empleo como una de las formas que adopta el trabajo moderno.
El empleo conlleva un trabajo remunerado, pero también es mucho más, y
concierne a un periodo histórico del siglo XX, desde después de la II
Guerra Mundial hasta los años 80.
El empleo fue, en esa época, el
verdadero eje vertebrador de las sociedades salidas de la posguerra. Tener un empleo era sinónimo de acceso a la condición de ciudadanía,
de tener unos ingresos estables y suficientes, unas garantías, unas
certidumbres. Por lo tanto, el empleo era considerado una fuente de
seguridad en una sociedad no exenta de conflictos.
Es esa modalidad del
trabajo como empleo la que entró en una profunda crisis en los años 80,
que ahora hemos visto cómo se ha recrudecido con la crisis de 2008. A
día de hoy, no se puede decir que tener un trabajo te dé garantías ni
una condición mínima de ciudadanía. Esa relación entre una cosa y otra,
que era la base de los consensos sociales y del contrato social, se ha
quebrado.
RT: ¿Nos ha llevado esa quiebra a un escenario en el que la única libertad posible es la de tener dinero?
J.M.: También se ha
desplazado el sentido de lo que nos hace ser libres, de lo que hace
falta para ser considerado un ciudadano libre. El liberalismo provoca un
desplazamiento desde la idea de un estado interventor que garantiza una
serie de derechos y una serie de servicios públicos a una situación en
la que todos esos derechos tienen que "salir a bolsa", de alguna manera,
porque para el pensamiento neoliberal son "riquezas vírgenes" que aún
no se han mercantilizado.
Eso es lo que está, por ejemplo, detrás de esa
retórica tan típica de los EE.UU., en la que cuando hablan de sanidad
privada hablan de "la libertad para elegir tu médico"… o se cuestionan
"por qué no tengo la libertad de no pagar impuestos y disponer de todo
mi dinero"... Eso acaba derivando en una sociedad que te dice: "Vas a
poder acceder a algo si te lo puedes pagar, y el que no se lo pueda
pagar, que se joda, porque es su problema, porque es su culpa, y porque
hay que recompensar a los que tienen más éxito y apartar a los que
fracasan, porque son pobres y culpables de su propia pobreza".
Ese es de
alguna manera el mensaje inconsciente que opera detrás de esta
modalidad de libertad.
De ahí se pasa a la idea de libertad como
no-interferencia. Es decir, "yo puedo hacer lo que quiera siempre que
disponga de los medios que me permitan poder hacerlo". Y ese medio se
llama dinero. Y esa libertad se sustenta siempre sobre la no-libertad de otros,
porque para que tú puedas hacer lo que quieras, tienes que comprar el
tiempo de otros que no pueden hacer lo que quieren porque trabajan para
darte ese servicio. (...)
La cadena global de cuidados muestra esta jerarquía temporal de forma
amplia: mujeres que dejan a sus hijos y los ponen en manos de familiares
mujeres, para irse a la otra parte del mundo a cuidar a los hijos de
otras personas. (...)
Esos precios baratos, bajo el concepto de 'low cost', surgen
precisamente de la precariedad que el consumidor también sufre como
trabajador, con bajos salarios, malas condiciones de trabajo…
Esa competición por bajar los precios, al que
beneficia realmente es al que gana mucho dinero. El resto es una cadena
de precariedad donde aquel que tiene pocos ingresos se ve abocado a
consumir productos 'low cost'.
Por ejemplo, el que tiene poco dinero y
quiere viajar, utiliza Ryanair, que es un pozo de precariedad, pero al
mismo tiempo ofrece la posibilidad de viajar a los trabajadores
precarios… Entonces, ¿Cómo salir de este circuito de la precariedad que
se ha instalado como modelo social imperante?
RT: Aprovecho para devolverle la pregunta: ¿Cómo se podría salir de esta situación?
J.M.: Uno de los
asuntos fundamentales está en decidir en base a qué se construye la
aspiración, el deseo. Cómo nos queremos ver a nosotros mismos, cómo nos
queremos proyectar. Eso determina cómo configurar las bases y valores de
un modo de convivencia. (...)
En definitiva, la ficción es el modo en el que damos sentido a lo vivido.
En mi opinión hay que defender un modelo de libertad incorporado en una
ficción, en la que todas las personas tengan el mismo derecho a
ejercerla, en lugar de la salida reaccionaria que excluye. Aristóteles
ya entendía los regímenes políticos en términos de acceso al tiempo y la
renta. Por eso decía que "la democracia es el tiempo libre de los
pobres".
RT: Tu ultimo libro se llama,
precisamente, 'No tengo tiempo. Geografías de la precariedad'… ¿Es la
falta de tiempo el criterio para señalar la precariedad?
J.M.: Marx decía que
el tiempo es el espacio donde se desarrolla el hombre, y que aquellos
que solo tienen tiempo para comer, dormir y trabajar sin tiempo libre
tenían una vida peor que la de las bestias de carga. Por eso solo
democratizando el tiempo somos capaces de pensar la democracia, porque
tener tiempo es la condición fundamental y necesaria para poder elegir
realmente, y poder decidir. En el entorno laboral se habla mucho de
flexibilidad. Y la flexibilidad no es mala: la cuestión es quién decide la flexibilidad.
Si una persona tiene una fuerte dependencia a trabajar de lo que sea, de lo que salga, en un mundo en el que si no tienes un empleo eres una mercancía obsoleta,
excluida del circuito del dinero, no tienes ninguna libertad de
elección. El mercado del trabajo es una dictadura.
De hecho, en el 80%
de las ofertas de empleo en España no informan del salario, y si lo
preguntas en una entrevista de trabajo te pueden mirar mal, y quizá te
descartan. Cuando solo se puede acceder a los medios de vida si antes se
accede al empleo, pero el empleo es una realidad cada vez más frágil e
insuficiente, se provoca un desgarro que genera cada vez una mayor cantidad de gente superflua, excluida o en el precipicio. (...)
RT: ¿Y el emprendimiento, la iniciativa privada, el autoempleo… se perfilan como buenas opciones en este contexto sociolaboral?
(...) en España son los autónomos quienes más problemas
encuentran para adaptar su horario laboral a sus compromisos sociales y
familiares.
Según el organismo europeo Eurofound, la media de
trabajo a la semana de los autoempleados es mayor que la de los
empleados; más de la mitad supera los 5 días de trabajo a la semana.
También es más alta la probabilidad entre los autoempleados, de trabajar
los fines de semana y en turno de noche así como de ejercer trabajos
"atípicos".
En España, el conjunto de los autoempleados tienen un 25% de
riesgo de pobreza. Se constata así la relación entre aumento del
autoempleo y aumento de la pobreza laboral, cuando además, la mitad de
los autoempleados en la Unión Europea de los 28, indican que no cuentan
con seguridad financiera en caso de enfermedad. (...)
Lo podemos ver de la siguiente manera: en realidad lo que tenemos es un
tope, un lastre, un modelo productivo que está por debajo de las
cualificaciones de la sociedad, y que impide a las personas desarrollar
su talento y su creatividad, precisamente porque consumen su tiempo en
trabajos de los que dependen para vivir. ¿Cuánto talento nos estamos
perdiendo en esa gente que se ve obligada a aceptar condiciones
miserables, en lugar de poder desarrollar proyectos inteligentes y
beneficiar así a la sociedad? (...)
La sociedad avanza más, y es más segura, cuanto más
tiempo libera de la dependencia al trabajo. Vivimos en una sociedad que
cada vez libera más tiempo, gracias a la productividad que permiten los
avances tecnológicos, pero paradójicamente cada vez obliga a más gente,
con más intensidad y con mayores niveles de dependencia, a tener que
trabajar por un salario para pagar por cosas por las que antes no tenía
que pagar. Porque esa misma falta de tiempo hace que más aspectos de
nuestra vida "salgan a la venta" y se externalicen actividades para las
que ya no hay tiempo.
Por ejemplo, como no se tiene tiempo, se puede
contratar a través de una 'app' personas que nos saquen a pasear al
perro, se puede alquilar la amistad de un amigo, o contratar los
servicios de una madre para que cuide de tu hijo. En el capitalismo se buscan soluciones a una realidad infame sin cuestionar nunca lo infame que es esa realidad.
Por una simple razón: si bien la necesidad humana no tiene que ser
satisfecha a través de una mercancía, sí es cierto que toda mercancía
existe si es capaz de satisfacer una necesidad. Lo importante no es
satisfacer, sino hacerlo a través de la mercancía.
La jerarquía capitalista del tiempo demuestra que no es una cosa
natural, sino una relación social: aquellos aspectos fundamentales para
el desarrollo de la vida resultan ser los que menos se valoran en el
capitalismo: los cuidados, la limpieza y la alimentación.
Son tres sectores muy precarios, en los que trabajan muchos inmigrantes
sin papeles, jóvenes o mujeres, y es el tiempo menos valorado del
mercado, a la par que un asesor financiero puede estar ganando millones.
El capitalismo es una relación social que no busca el bien común, sino acrecentar el capital y multiplicar el dinero, y reproducirse a sí mismo y a sus relaciones infinitamente. (...)
RT: ¿Qué cambios consideras que se deberían introducir a partir de este momento?
J.M.: Hay que tener claro que no vale
"recalentar en el microondas" los imaginarios del pasado: hay que forjar
un mundo de nuevo, un sentido de pertenencia nuevo y un horizonte nuevo
de emancipación, sin por ello hacer tabla rasa con lo aprendido en el
pasado.
Es necesario recuperar el peso de las grandes palabras y
llenarlas de valores y contenidos: seguridad, libertad, igualdad.
Hay que establecer nuevos criterios de ciudadanía y nuevos criterios
emancipatorios, que desvinculen los derechos del hecho de tener o no un
trabajo.
Estoy hablando de disociar los ingresos del trabajo, de garantizar un
bien básico como la vivienda… Robespierre decía que "el derecho a la
existencia es la primera ley social, que debe prevalecer sobre el resto
de leyes".
Es necesario dotar de un suelo básico de dignidad a toda la
población por el mero hecho de haber nacido. Hace falta garantizar ese
derecho a la existencia que permita a la población poder ampliar su
margen de libertad para poder decidir en igualdad, y tener la seguridad
suficiente como para no tener que aceptar condiciones miserables.
Hay que elevar el nivel de vida para forzar las transformaciones,
pero las medidas, e incluso un gobierno, poco pueden hacer en ausencia
de un cambio en los criterios que rigen los tipos de aspiración. En esa
transformación, el ecologismo y el feminismo son fundamentales para entender un nuevo concepto de libertad que siente las bases de un 'New Green Deal'. (...)
RT: ¿Cuál es en tu opinión la carencia más grave y peligrosa de nuestra cultura, de nuestra forma de vivir hoy en día?
J.M.: Pues la
disparidad que hay entre las posibilidades de garantizar la dignidad al
conjunto de la sociedad y la manera en la cual esto no se produce, y los
peligros reaccionarios que esto acarrea. Tenemos riqueza y recursos
suficientes para vivir todos mejor trabajando menos, pero vivimos en una
sociedad donde sin trabajo no eres nada, y al mismo tiempo te obligan a
trabajar cada vez más, cuanto más se complica vivir del trabajo.
Tenemos que avanzar hacia una sociedad que formule
otros criterios de riqueza. Ya no nos valen los medidores actuales.
¿Cómo puede ser que haya tanta riqueza y, al mismo tiempo, tanta
exclusión y tanta precariedad? Si no se atiende a esta situación de una
forma de vida ofreciendo otra mejor, podemos caer en la reunión del odio
que excluye, atravesado por el resentimiento." (Entrevista a Jorge Moruno, RT, 15/12/18)
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