"Es curioso, ciertos vicios no desaparecen ni con la llegada del año
nuevo. Siempre hay quienes, ante la evidencia, niegan la mayor, bien sea
por ignorancia o, peor aún, por pura maldad. Eso le pasa a esa parte de
la derecha española que, aún a fecha de hoy, sigue negando la realidad del cambio climático y sus perversas consecuencias.
Les recomiendo dos lecturas poco sospechosas de heterodoxia izquierdosa. Por un lado, los datos de la NASA, especialmente aquellos relativos a temperaturas e irradiación solar. Por otro, el informe del ejercito de los Estados Unidos 'Implications of Climate Change for the USA Army'. Simplemente inquietante.
Frente a tanto irresponsable, al final se impondrá el mero análisis de
riesgos. Es cuestión de pasta, y el dinero marcará a estos arribistas lo
que deberán hacer y decir. Y donde dije digo, digo Diego. Pelillos a la
mar. Ya lo verán, es cuestión de tiempo.
Ello viene a colación de las
señales de alerta que desde el sector financiero y de los Bancos
Centrales se está lanzando en los últimos años, sobre todo desde el Banco de Inglaterra, de la mano de su gobernador Mark Carney,
cuyos análisis y discursos deberían ser de lectura obligatoria para
esos irresponsables políticos patrios que, con sus palabras, demuestran,
o ignorancia, o prevaricación.
Mark Carney fue el primero en plantear la cuestión del
cambio climático en círculos financieros, en un discurso pronunciado en
septiembre de 2015. Dos años después, en París, los principales bancos
centrales y reguladores fundaron la Network for Greening the Financial System
(NGFS, por sus siglas en inglés), cuyo objetivo era lograr el respaldo
de instituciones financieras claves al acuerdo climático de París.
Actualmente, en el NGFS se encuentra la mayoría de bancos centrales del
G20.
Los actores privados también se subieron al carro de las finanzas verdes. En el One Planet Summit de Nueva York en 2018,
casi todos los bancos internacionales de referencia, la mayoría de las
compañías gestoras de activos más relevantes, y los principales fondos
de pensiones y aseguradoras del mundo –en conjunto responsables de
gestionar activos valorados en casi 120 billones de dólares– se
comprometieron con los principios del Grupo de Trabajo de Transparencia
Financiera sobre el Cambio Climático. El grupo lo lanzó Carney como
director del Consejo de Estabilidad Financiera.
Es solo cuestión de tiempo que los 'negacionistas'
cambien de criterio. Y lo harán sin ningún tipo de rubor. Algunos
ejemplos cercanos sirven de botón de muestra. La razón es muy sencilla.
Ciertas élites, que ya saben las consecuencias de los que se nos vine
encima, les harán callar y cambiar de opinión.
La razón, la de siempre, la pasta. El cambio climático ya está
provocando quiebras de empresas, mientras el número de procesos de
resolución de accionistas vinculados al clima se está disparando. Las
medidas tomadas por los accionistas para divulgar información sobre el
carbono va in crescendo. El Grupo de Trabajo sobre
Revelaciones Financieras Relacionadas con el Clima (TCFD, por sus siglas
en inglés), organismo promovido por el G-20, tiene el respaldo de
empresas que representan más del 90% del total de servicios de
asesoramiento a accionistas.
Pero ello no basta. Se debe lograr que sea obligatorio informar, tal como ya lo han demandado la Unión Europea y Reino Unido.
Las autoridades monetarias, si bien no están impulsando la transición
hacia una economía de baja emisión de carbono, de facto sí lo están
haciendo, porque les interesa garantizar que el sistema financiero pueda
adaptarse a los cambios desencadenados por esas decisiones, y evitar un
“momento Minsky” en el ámbito del clima.
Los Bancos Centrales, desde la ortodoxia, están creando un marco para
que los mercados se adapten lo más eficientemente posible, de manera que
se facilite el intercambio de información entre el mercado y las
autoridades. El objetivo es que la política climática se asemeje un poco
más a la política monetaria: las autoridades asimilarán las reacciones
de los mercados, y los mercados internacionalizar los objetivos, las
estrategias y los instrumentos de las autoridades.
Pero el ritmo de evolución de este mercado dependerá
exclusivamente de la coherencia y credibilidad de las políticas
climáticas públicas. Y ello corresponde a los gobiernos y a los
ciudadanos. El sector financiero podrá complementarlas y/o
amplificarlas, pero nunca las sustituirá. Cuando los países tracen un
historial creíble contra el cambio climático y afiancen su credibilidad,
el mercado les asignará el capital que necesitan para impulsar la
innovación y el crecimiento, y acelerará la adaptación a un futuro de
baja emisión de carbono. Cuanto más abundante sea la información
divulgada, más sólidas serán las evaluaciones de riesgo, y más rápida será la transición que permita evitar la tragedia en el horizonte.
Pero
hemos de estar ojo avizor y, desde la ciudadanía, exigir una política
de lucha de cambio climático que, además de inclusiva, sirva de
revulsivo para un cambio de paradigma económico. El actual, el
neoliberalismo, está agotado y finiquitado. Ha sido, y sigue siendo, muy
dañino para los ciudadanos de este planeta. Es necesario un New Deal Verde desde el sector público, réplica del New Deal de Roosvelt. Debemos evitar que, con la excusa del cambio climático, los extractores de renta lo utilicen para hacer lo de siempre, robarnos y esquilmarnos." (Juan Laborda, Vox Populi, 11/01/20)
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