"(...) el porvenir de Rusia está en Europa y el de Europa en Rusia. Esto
quiere decir que, a corto plazo, hablando en términos históricos, el
único camino de futuro que se presenta a la encrucijada rusa y a la
ruina de la mayor parte de países europeos para mayor gloria de Alemania
está en la integración en una magna empresa político-económica europea,
que abarque desde Lisboa a Vladivostok.(...)
A propósito de esta idea tan tranquilizadora para el espíritu
colectivo como tan necesaria para la paz mundial, es sumamente sugestivo
recordar el sueño que tuvo el gran Fyodor Dostoyevsky cuando,
medio adormilado ante un hermoso cuadro de Claude Lorraine en el museo
de Dresde que refleja “una puesta de sol imposible de expresar en
palabras”, concibió la grandiosa misión eslava de Rusia, salvando a
Europa de su decadencia.
“El francés no era más que francés, el
alemán, alemán; jamás el francés ha hecho tanto daño a Francia, ni el
alemán a Alemania, sólo yo en tanto que ruso era entonces, en Europa, el
único europeo. No hablo de mí, hablo de todo el pensamiento ruso.
Se ha
creado entre nosotros, en el curso de los siglos, un tipo superior de
civilización desconocido en otras partes que no se encuentra en todo el
universo: el sufrir por el mundo.
Ese es el tipo ruso de la parte más
cultivada del pueblo ruso, pero que contiene en sí mismo el porvenir de
Rusia. Tal vez no seamos más de un millar de individuos, tal vez más o
tal vez menos. Poco para tantos millones, pero según yo no es poco”. ¿Puede acaso alguien presumir hoy de ser tan europeo como Dostoyevsky o de esas élites rusas que describe?
El sueño de Dostoyevsky no sólo significó un llamamiento a las élites
rusas, que hasta ahora ha sido desoído, sino sobre todo una admonición a
las minorías culturales europeas que se permitían aires de superioridad
sobre el alma eslava. Sin embargo, aquella angustiosa apelación a las
elites rusas ha tenido eco especial en España. Si eran pocos los
individuos rusos conscientes de este maravilloso destino de su país,
menos aún había en los países europeos. Siendo así que los dos pueblos
europeos más alejados espacialmente de Rusia, como son España y Portugal, estaban mejor preparados que todo el resto de Europa para comprender el insólito mensaje de Dostoyevsky. (...)
No hace falta tener grandes conocimientos de economía para darse
cuenta de lo que es obvio: una unión económica, que no monetaria –porque
el euro es un auténtico desastre para todos sus miembros excepto para
Alemania–, entre la UE y Rusia daría lugar a la mayor potencia mundial,
incluso sin el Reino Unido. No porque la suma de los PIB, algo
irrelevante, diera lugar al mayor del planeta, sino porque la complementariedad y las gigantescas sinergias entre
la Federación Rusa y la Unión Europea harían crecer como la espuma a
sus países, al contrario que la situación actual, donde el expolio
inmisericorde alemán de los países periféricos está empobreciéndolos
hasta límites absolutamente inaceptables, algo que jamás ocurriría si
existiera una federación con Rusia.
Este es un tema crucial para
nuestro futuro como nación, para nuestra pobreza o para nuestra riqueza,
y sobre el que el ignorante egoísmo que nos gobierna ni siquiera se ha
percatado. (...)" (Roberto Centeno, El Confidencial, 07/04/2014)
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