"Los gobiernos, los políticos y los medios en el mundo
occidentalparecen incapaces de entender los juegos geopolíticos que juegue alguien situado en cualquier otra parte. Sus análisis en torno al nuevo acuerdo proclamado por Rusia y China son un pasmoso ejemplo de esto.
El 16 de mayo, Rusia y China anunciaron que habían firmado un
tratado de amistadque durará
por siempre, pero que no es una alianza militar. Simultáneamente anunciaron uno sobre gas, en el que ambos países construirán un gasoducto para exportar gas ruso a China. China prestará a Rusia el dinero para que pueda construir su parte del gasoducto.
Parece que Gazprom (principal
productor de gas y petróleo en Rusia) hizo algunas concesiones en el
precio a China, punto que había estado deteniendo el acuerdo por algún
tiempo.
Si uno lee los medios del 15 de mayo, están llenos de
artículos que explican por qué un acuerdo así sería poco probable. Al
día siguiente, cuando sin embargo se concretó el acuerdo, los gobiernos
de Occidente, los políticos y los medios se dividieron entre quienes
pensaron que era una victoria geopolítica del presidente ruso Vladimir
Putin (y lo deploraron) y aquellos que argumentaron que esto no haría
mucha diferencia geopolítica. (...)
A mí me parece que ambos países están realmente interesados en una
restructuración diferente de las alianzas entre los Estados. Lo que
Rusia busca en realidad es un acuerdo con Alemania. Y lo que China
realmente busca es un acuerdo con Estados Unidos. Y su táctica es
anunciar esta alianza
para siempreentre ellos.
Alemania
claramente está dividida acerca de la perspectiva de incluir a Rusia en
una esfera europea. La ventaja de Alemania en un arreglo así sería
consolidar su base de consumidores en Rusia para su producción,
garantizar sus necesidades energéticas e incorporar la fuerza militar
rusa a su planeación global de largo plazo.
Dado que esto haría
inevitable la creación de una Europa post-OTAN, existe oposición a la
idea no sólo en Alemania, sino por supuesto en Polonia y en los Estados
bálticos. Desde el punto de vista de Rusia, el objetivo del tratado de
amistad Rusia-China es fortalecer la posición de aquellos en Alemania
favorables a trabajar con Rusia.
China, por otra parte, está
fundamentalmente interesada en domar a Estados Unidos y reducir su papel
en Asia oriental, pero dicho esto quiere reforzar, no debilitar, sus
vínculos con Estados Unidos. China busca invertir en Estados Unidos a
tasas de ganga y piensa que ahora es la oportunidad.
Quiere que Estados
Unidos acepte su emergencia como potencia regional dominante en Asia
oriental y sudoriental. Y quiere que Estados Unidos utilice su
influencia para evitar que Japón y Corea del Sur se conviertan en
potencias nucleares.
Por supuesto que lo que China quiere no está en consonancia con el
lenguaje ideológico que prevalece en Estados Unidos. Sin embargo, parece
haber dentro de Estados Unidos un respaldo callado para una evolución
de las alianzas, especialmente al interior de las principales
estructuras corporativas.
Justo como Rusia quiere utilizar el tratado de
amistad para dar aliento a que ciertos grupos en Alemania se muevan en
la dirección que les parece más útil, así China busca hacer lo mismo en
Estados Unidos.
¿Funcionarán estos juegos geopolíticos?
Posiblemente, pero no hay la certeza, para nada. No obstante, desde la
perspectiva de Rusia y China, tienen todo qué ganar y muy poco qué
perder con esta táctica. La cuestión real es cómo evolucionará en el
futuro cercano el debate interno en Alemania y en Estados Unidos.
Y en
cuanto al argumento de que el mundo está regresando a la Guerra Fría
entre Estados Unidos y Rusia, piensen que este argumento es sólo la
contratáctica de aquellos que entienden el juego que están jugando Rusia
y China e intentan contrarrestarlo." (Immanuel Wallerstein,La Jornada, en Rebelión, 08/06/2014)
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