"El Nobel de literatura se interpone en el camino de los apologistas de la guerra humanitaria de la OTAN (...)
No solo tiene Handke méritos más que sobrados para tal premio, sino
que desde los años noventa figuraba en el índice de los apestados,
circunstancia que había convencido a todo el mundo, y en primer lugar al
propio autor, de que nunca sería premiado. El motivo es que Handke
criticó, con toda la razón, el informe mediático occidental contra
Serbia que preparó las guerras de Bosnia (1992-1995) y Kosovo (1999).
Sin aquello nunca habríamos llegado a comprender que las bombas de
Javier Solana explicadas por el infame Jamie Shea, eran necesarias y humanitarias, que la agresión de la OTAN violadora del derecho internacional iba destinada a prevenir el genocidio. Por eso, su publicación, en enero de 1999, del texto Gerechtigkeit für Serbien
(“Justicia para Serbia”) lleno de buen sentido, fue el escándalo
literario del año en el mundo germanoparlante. Algo parecido le sucedió a
Régis Debray en Francia, con su Carta de un viajero al Presidente de la
República (1999). Ovejas negras que desentonaban en el rebaño. Notas
que desafinaban en la disciplinada y gregaria orquesta.
Parecido pero de diferente calidad. Porque los Nouveaux Chiens de garde
que sufrió Debray en Francia eran los habituales payasos mediáticos de
la derecha parisina, Alain Finkielkraut, André Glucksmann, Bernard-Henri
Lévy y similares, mientras que los apologistas de la guerra en Alemania
que denigraron a Handke eran gente de mayor categoría, Jürgen Habermas,
habitualmente descrito como “el principal filósofo alemán vivo”, Hans
Magnus Enzensberger o Peter Schneider. Habermas vio en el ataque de la
OTAN a Serbia un “salto en el camino del derecho internacional clásico
de los estados hacia el derecho cosmopolita de una sociedad civil
mundial”. En ausencia de instituciones responsables de mantener el orden
global, la OTAN debía actuar como “instrumento de un derecho superior”.
El texto de Handke se basaba en un viaje que el autor hizo con amigos
en noviembre y diciembre de 1995 a través de Serbia. Su propósito era
contar la verdad sobre Serbia y el conflicto. “Cuando los criminales de
la OTAN bombardean el país, mi lugar está en Serbia”, decía en un
contexto dominado por las acusaciones unilaterales y las
tergiversaciones mediáticas más groseras. Handke volvió a Yugoslavia en
1999, cuando caían las bombas de la llamada guerra de Kosovo, y publicó
sus notas “Unter Tränen fragend” (Preguntando entre lágrimas).
Católico practicante, anunció que dejaba la “Iglesia actual” en protesta
porque en su mensaje de Pascua, el papa no condenó “el arrollador
asalto de la OTAN contra un país pequeño”. Mas tarde visitó a Slobodan
Milošević en La Haya y escribió sobre él nuevos textos incorrectos.
Por su comprensión hacia Milosevic, Handke fue comparado con Ezra
Pound por sus loas a Mussolini, y con Louis-Ferdinand Céline, ese enorme
escritor que fue fan de Hitler, poniendo el signo de igualdad entre
actitudes, situaciones y personajes tan diferentes. Como escribió hace
unos años el historiador Kurt Gritsch en la revista Hintergrund,
“apenas se intentó entender la motivación de Handke, al revés: se
cuestionó su credibilidad e integridad”. Es una manera moderada de
decirlo.
Lo que hubo fue un linchamiento, algo particularmente asqueroso
cuando los pateadores de la víctima hablan alemán, lo que
inevitablemente se asocia con perros de presa y un fondo de reflectores y
alambre de espino. Se le tachó de “negacionista”, de “tonto útil”,
etc., y todo para justificar una enormidad: la primera participación
alemana en una guerra desde Hitler. Esa circunstancia no concurría en
Francia.
A Habermas en 2001 le dieron el premio de la paz de los libreros
alemanes. A Handke se le nominó en 2006 para el premio Heinrich Heine
pero el consejo municipal de Düsseldorf protestó recordando la “actitud
proserbia del autor” y el entonces presidente de la región de Renania
del Norte-Westfalia, Jürgen Rüttgers, declaró indigno de tal premio “a
quien ha relativizado el holocausto”.
Este tipo de acusaciones y reproches deshonestos se han mantenido
hasta hoy y han resurgido con motivo de la concesión del Nobel de
literatura. “Nadie ha convertido en tanta pequeñez las masacres, la
guerra y el sufrimiento en los Balcanes tan expresivamente como Peter
Handke, para las víctimas, la decisión de Estocolmo tiene un mensaje
demoledor”, señalaba hace unos días el Frankfurter Allgemeine Zeitung.
“Alemania estaba en guerra con Milosevic por muy buenas razones
humanitarias, ¿no honramos ahora a los apologistas del dictador?”, se
pregunta en el Tagespiegel el embajador y lobbysta del complejo militar-industrial alemán Wolfgang Ischinger.
Los mismos que en su día contaminaron el informe yugoslavo, sobre el que hoy disponemos de cuadros mucho más completos y realistas continúan manipulando y tergiversando. Por una vez el Nobel de literatura se les ha atravesado en el camino." (Rafael Poch, blob, 16/10/19)
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